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Nos vamos a La Cueva del Castañar con...

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ConferenciaLa Dra. Ana María Alonso, del Departamento de Petrología y Geoquímica, del Instituto de Geociencias (IGEO), medalla Johannes Walther en 2016 por su contribución significativa en el campo de la sedimentología, impartió una apasionante conferencia el pasado 19 de octubre de 2018 en la que dio a conocer a los estudiantes de Geología de Bachillerato algunos de los secretos guardados en esta cueva extremeña, descubierta accidentalmente por un agricultor, Máximo Alonso, en 1967 al hundirse su arado en una entrada natural a la misma.

El magnífico repertorio de formas minerales que aquel día unos ojos humanos vieron por primera vez había sido, sin embargo, el lento resultado de la acción incesante del agua de lluvia cargada de dióxido de carbono, disolviendo unos materiales calcáreos formados hacía 600 millones de años.

Su belleza es tal que constituye uno de los 12 Geoparques que la UNESCO tiene reconocidos en España -el de Villuercas, Ibores y Jara- y que nos sitúan en el segundo lugar del mundo, después de China, en número de estos espacios de interés geológico.

¿Qué hace tan especial este espacio?

Sobre todo, nos contaba Ana, la gran diversidad mineral que lo forman lo que va a ser responsable de las múltiples formas que adoptan los espeleotemas o formaciones calcáreas que aparecen a lo largo de los más de 2 km explorados de galerías.

Si en la mayoría de las cavidades kársticas el mineral predominante es la calcita, en esta, los caparazones  de Cloudinas -el primer organismo que se dotó de un caparazón, en el período Ediacárico (635-541 m.a.)., fueron posteriormente sometidos a diagénesis, convertidos en rocas, y luego sufrieron diversas alteraciones por la intervención del agua de mar y la acción de aguas hidrotermales, convirtiendo la caliza en dolomías y luego en magnesitas.

La propia ubicación de la cueva es, en sí misma, una curiosidad geológica remarcable. Toda la zona se enmarca en una sucesión de anticlinales y sinclinales. Pues bien, Ana nos explicaba muy gráficamente cómo las galerías reconstruyen la orientación de estos anticlinales, cuyos núcleos fueron disueltos por la acción del agua.

Estrutura geológica de la zona
Disposición de las galerías de la cueva


  

De la mano de la sabias explicaciones de Ana, pudimos comprobar qué, realmente, la cueva es un laboratorio natural, en el que se pueden observar cómo las diferentes formaciones que van apareciendo sucesivamente se solapan como si fueran pisos, cada uno correspondiente a una fase y época dominado por una forma mineral determinada.

Evolución de un espeleotema en la cueva del Castañar

Este proceso continúa en la actualidad de modo que las bellas formas aciculares que adopta el aragonito se ven atacadas por la calcita y la dolomita en una batalla química hacia la uniformización mineral de la cueva como se puede apreciar en esta imagen al microscpio electrónico de barrido en la que un cristal acicular de aragonito es "fagocitado" por concreciones dolomíticas.

La cueva está, pues, "viva". Es este el motivo por el que se ha catalogado este espacio como Monumento Natural y regulado el régimen de visitas, limitándolas a grupos de 5 personas con un máximo de 20 personas en el fin de semana. Todo ello con el fin de evitar que el calor y la liberación de dióxido de carbono por la respiración de los visitantes acabe alternando un paisaje subterráneo que, para que nos hagamos una idea, invierte más de 500 años en construir un milímetro de roca.

Como compensación podemos realizar una visita virtual a la cueva  o comprender más de su desarrollo en el Centro de Interpretación situado en Castañar de Ibor. 

(Ver también el artículo de Quo: "La cueva más bonita del mundo")

En resumen, una hermosa experiencia en la que los contenidos estudiados en el aula cobraron vida y realidad gracias a una guía de excepción: Ana María Alonso Zarza.

Muchas gracias.