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NUESTRA PEDAGOGÍA

Para nosotros no existe una pedagogía única, sino que nos gusta recoger lo que más nos gusta de todas aquellas que siguen nuestra línea de pensamiento y trabajo para unirlas y darles nuestro toque personal. De este modo, a continuación os presentamos los pilares en los que basamos de nuestro programa educativo:

1. EMMI PIKLER

Emmi Pikler

En la Casa de Niños de Moralzarzal, ponemos en práctica las enseñanzas que nos dejó la pediatra e investigadora húngara Emmi Pikler, gracias a la cual hemos conocido que el desarrollo motor del niño se produce de una forma espontánea, mediante su actividad autónoma, en función de su maduración orgánica y nerviosa. Es decir, el niño puede llegar a andar por sí mismo, sin la intervención directa del adulto.

La Doctora Pikler comprobó que las posturas que el niño realizaba voluntariamente por su propia iniciativa eran más estructuradas, más armónicas, sin rigideces, sin tensioposturasnes, ya que respondía a la coordinación del conjunto de las partes del cuerpo. Dejar que el niño “haga” por sí mismo, supone darle una oportunidad para que conquiste la altura a través de una gama variada de posturas intermedias que le ayudarán a voltearse, rodar, reptar, gatear y por supuesto andar.

Así, fomentaremos la seguridad, autonomía y respeto en el niño, ya que el niño que crece sabiendo que puede, siempre podrá y el que crece siendo respetado, siempre respetará.

Pero no todo se queda aquí. Además, un desarrollo postural y motor rico incide directamente en los demás ámbitos del desarrollo: en las emociones y afectividad, la manipulación de objetos, la exploración del espacio, la comunicación, la representación… es decir, incide sobre su desarrollo cognitivo. Y es que esta libertad con la que se mueven los niños en nuestra escuela tiene su consecuencia sobre otro aspecto fundamental: aprende a aprender. Aprende a estar ocupado con algo, a interesarse por algo, a intentar, a experimentar. Aprende a conocer la alegría y la felicidad que significan su éxito, es decir, el resultado de su propia y paciente constancia.

En este proceso el adulto tiene un papel fundamental: el de acompañar a los niños y niñas en todo este proceso, en su proceso. Emmi Pikler hablaba de la importancia de los cuidados en tres momentos fundamentales: la alimentación, el aseo y el descanso. A través de la palabra, la mirada y la contención de sus brazos, el adulto que acompaña al niño en estos momentos, le ofrece la seguridad que necesita para su desarrollo. Desde la Casita respetamos al niño como una persona que ya es, que ya hace, ajustándonos a su momento evolutivo y ofreciéndole la seguridad afectiva que le permitirá hacer.

El espacio también es un elemento pensado en la pedagogía de Pikler muy importante. Hablamos de un lugar seguro, atractivo, que les brinde la posibilidad de explorar, conocer e investigar, ya que el niño tiene la necesidad de conocer el mundo que le rodea y debe hacerlo a través de objetos comprensibles que pueda tocar, oler y chupar. Todo ello, bajo la atenta mirada de un adulto que le cuida pero que también le deja hacer, le deja ser.

Este respeto con el que el educador y educadora acompaña al niño en su desarrollo, le permitirá crecer con “seguridad” y “seguro” de sí mismo. No necesitará de la atención de un adulto para continuar con su juego o para salir de una postura. La confianza que depositamos en ellos, dejándoles hacer, desde los límites de la seguridad y de la convivencia, les permitirá crecer sintiéndose competentes y respetados.



 2. PRÁCTICA PSICOMOTRIZ AUCOUTURIER

psicomotricidad

Desde la Escuela Infantil Casa de Niños de Moralzarzal, desarrollamos un proyecto de Práctica Psicomotriz Educativa Aucouturier.

En resumen, este tipo de psicomotricidad es una actividad que se ajusta a las necesidades de los niños y niñas en sus primeros años de vida:

El niño/a en sus primeros 6-7 años de vida, es un ser global. Su cuerpo, sus emociones y sus conocimientos están íntimamente ligados, de ahí la palabra psicomotricidad. Es durante este periodo, cuando el niño y la niña va madurando poco a poco para llegar a la descentración tónico-emocional, es decir, descentrar la emoción y el cuerpo, del pensamiento. Esto conlleva a que el niño/a aproximadamente a los siete años, puede acceder al pensamiento operatorio tan característico de la etapa educativa posterior como es la Educación Primaria.

Así, en estos siete primeros años de la vida del niño/a, se van tejiendo las raíces de su personalidad futura, siendo la base de su hacer, su estar y su pensar.

Por ello, ponemos a disposición de los niños y niñas, un espacio tan mágico y maravilloso como es la sala de psicomotricidad, en la que se va a desarrollar la Práctica Psicomotriz Educativa Aucouturier.

Este tipo de psicomotricidad es una “manera de hacer” con los niños y niñas en dicho periodo de su vida tan importante. Es una forma de acompañarlos de una manera profundamente respetuosa durante su propio camino, para que puedan desarrollarse de una forma más armónica, gracias a las vivencias que posibilita la sala de psicomotricidad.

El pilar fundamental de este tipo de psicomotricidad es vivir el placer del juego espontáneo, el placer de la acción. En definitiva, vivenciar el placer de crecer. A través de la sala, de los materiales específicos, del grupo reducido de niños y niñas y, sobre todo, a través del hacer del adulto preparado para ajustarse a cada momento que se viva en la sala, se acompaña y se respeta a cada niño/a como ser único y original que es a través de una actitud de escucha, empatía y respeto.

Se favorece así, un entorno mágico y privilegiado pensado concretamente para que los niños y niñas realicen un itinerario de maduración psicológica para favorecer el paso del “placer de actuar, al placer de pensar”, que trabaja y estimula los procesos que abren a la comunicación, la relación con el otro, la expresión, la simbolización, la descentración y la relación consigo mismo/a.
 
El desarrollo de la sesión, la cual se vive de manera libre y experimental, comienza con un ritual de entrada, que asegura y presenta la situación. Después, tras la destrucción del muro de módulos, se va dando paso a una gran variedad de juegos sensoriomotores que los niños y niñas viven con mucho placer: correr, saltar, trepar, rodar, subir, bajar, deslizarse… lo que favorece el paso a juegos más elaborados simbólicamente, correspondientes a cada momento madurativo en el que se encuentren. La sesión finaliza con una historia o cuento que invita a la aparición de imágenes mentales y un momento último destinado a la representación espacial y gráfica.

Así, se permite a los niños y niñas que a través del juego y de la acción movilicen su cuerpo desde el deseo y el placer, lo que posibilita que se muevan emociones, imágenes, sensaciones, pensamientos… y pueden exteriorizar así su mundo interno: sus potencialidades, sus miedos, sus dificultades, sus deseos, sus emociones, sus alegrías… en un espacio perfectamente diseñado y pensado para que todo ello sea posible dentro de un encuadre de seguridad física y afectiva que les acompaña, les contiene y les sostiene en todo su desarrollo.

La sala de psicomotricidad, se convierte así, en un entorno para que disfruten del crecimiento con sus iguales, para que puedan experimentar el placer de ser ellos/as mismos/as, que les permite reconocer las emociones y poder ir autogestionándolas y que favorece el desarrollo del pensamiento operatorio… todo ello en un ambiente lúdico, que tiene en cuenta las necesidades propias y reales de cada niño y cada niña, poniendo el acento en lo que sí sabe hacer, en sus capacidades y en sus propios recursos. 


3. REGGIO EMILIA


Por otro lado, nos inspiramos en la experiencia de las escuelas municipales de Reggio Emilia, una ciudad italiana donde se ha desarrollado la que se puede definir como la pedagogía del asombro y la cual conocemos gracias a cursos y otra formación continua que el equipo ha realizado.

El asombro es lo que siente el niño delante del mundo y que le empuja a investigar, a querer aprender y a dar un sentido a lo que le rodea. Pero el asombro es también lo que tenemos que practicar los adultos (padres y educadores) delante de los niños y de sus procesos, para poner en valor su propia cultura, su manera de construir conocimiento.

La pedagogía Reggio Emilia no es un método, es más bien un enfoque, una manera diferente de hacer educación y de mirar al niño y a la niña.

En este sentido, la educación es investigación constante que produce pedagogía y las escuelas son contextos comunitarios que hacen visible la imagen del niño y de sus derechos.

La escuela es de los niños, no para los niños. Los espacios permiten relación, exploración, autonomía, movimiento. 

¿Cuál es esa imagen de niño? Para la pedagogía Reggio Emilia, es la imagen de un niño valioso, con potencial, activo, en movimiento, curioso, que tiende al otro, deseoso de crecer y de conocer. Es el investigador por excelencia, capaz de investigar y de interpretar. Es portador de futuro, pero ya es en el presente y tiene el derecho democrático a ser escuchado y reconocido como ciudadano.

El niño construye su conocimiento a través de la exploración y la experiencia, y siempre en relación con el otro (el adulto y sus iguales).

En este sentido el papel del educador es el de facilitador, acompañante, garante de seguridad tanto física como afectiva. Es un adulto observador, intérprete y documentador. Es un compañero de viaje que hace preguntas más que dar respuestas.

Según la pedagogía reggiana, el ambiente es un educador más.

El espacio no sólo tiene que proteger sino también desafiar, creado para favorecer un ambiente de plena confianza entre los adultos y alumnos, lo que permite que tus hijos/as desarrollen su creatividad y aprendan por medio de la observación en nuestra escuela.