¿ES EUROPA EL FUTURO DE LOS JÓVENES?
por Mª Pilar Cardeñosa Urraco, profesora de Geografía e Historia del IES Arturo Soria
El 16 de mayo de 2013 asistí con mis alumnos al Centro de Documentación Europea y Europe Direct de Madrid. Allí se les explicó una breve historia de la Unión Europea, su funcionamiento y cuestiones de interesante actualidad. Lo primero que el ponente les dijo fue la necesidad de una buena formación para “triunfar” en este mundo global y competitivo, y para ello además de conocimientos, conviene adquirir competencia profesional.
Nunca labrarse el porvenir ha sido fácil, pero lo cierto es que el futuro de los jóvenes de ahora se presenta turbio, lleno de incertidumbre y de retos que no saben cómo afrontar: “Cuando acabe de estudiar mi carrera o me forme profesionalmente, ¿trabajaré en lo que me gusta o, por lo menos, trabajaré?, ¿me ganaré bien la vida?, ¿podré salir adelante yo solo?, ¿tendré que emigrar a otro país?...”
Estos interrogantes no son nuevos en absoluto. Nuestros abuelos, a edad temprana, también se los planteaban en otro tiempo, en circunstancias más complejas: escasez, separación familiar y falta de libertad. Pero ahora, cuando el mundo parece desarrollado, el conocimiento lo abarca todo, el progreso está llegando a su cénit y hay todo lujo de comodidades y medios, ¿qué les vamos a dar a los jóvenes, una vez formados? No hay más que leer y oír las noticias sobre los estragos que causa la crisis en ellos: la tasa de paro juvenil, el desencanto de no poder ejercer la profesión a la que aspiran, o la desorientación que sufren, para darnos cuenta de que sí, también ellos lo tienen difícil. Tal vez hayamos pensado: “no me gustaría tener su edad, ni estar en su lugar, ahora menos que nunca”.
Al acabar la charla-coloquio surgió una reflexión sobre lo que la Unión Europea, o el salir al extranjero, puede ofrecer a los jóvenes: ¿están preparados para asumir los retos de una Europa o un mundo global? Y al hilo de esta idea se abrió un debate sobre crisis material y crisis de valores.
Como en cualquier época, ellos tienen la esperanza de un futuro mejor fuera de nuestro país; pero a diferencia de una o dos generaciones atrás, hoy son más exigentes y pragmáticos, quizá menos idealistas. Años antes de que España ingresara en la Comunidad Europea, muchos soñaban con valores como la libertad, la igualdad o la justicia (creían que Europa era una garantía de no volver al pasado), además de labrarse un porvenir; y aspiraban a las mismas costumbres y modos de vida de nuestros vecinos comunitarios.
Hoy opinan que estar en la UE es positivo porque les reportará beneficios y oportunidades. Pero ya no se plantean la libertad o la igualdad como derechos, pues han nacido y crecido con ellos. Creen que no han de luchar por conseguirlos, porque ya los dan por supuestos. Piensan en objetivos más materiales, inmediatos y tangibles, aunque no por ello mejores ni fáciles de alcanzar: mayores posibilidades personales y profesionales, ganar más dinero, tener éxito… Salir a Europa, en el futuro, podría cambiar sus vidas si en España “no tienen suerte”. Pero ignoran cómo van a ser esos cambios, y muchos ni siquiera saben lo que quieren.
Y sí, es cierto que la Unión Europea ofrece oportunidades a estudiantes (becas Erasmus, ayudas económicas a investigadores…), a jóvenes parados (microjobs alemanes…) y a profesionales ya formados y bien cualificados. Pero, ¿saben cuáles son los valores en alza en Europa y en el mundo? Todos conocemos el nivel de competitividad descarnado, yo diría deshumanizado a veces, que se exige hoy para triunfar y tener éxito. ¿Es ese el objetivo, a cualquier precio, al que hay que aspirar caiga quien caiga?
Los valores positivos debemos fomentarlos y hacer que las nuevas generaciones aspiren a ellos. Pero no nos engañemos, y sobre todo, no les engañemos: nadie regala nada a cambio de nada, la suerte se la trabaja cada uno con esfuerzo desde el lugar donde está, aquí y ahora. En su caso, estudiando y trabajando para ser los mejores en lo suyo, abiertos a aprender continuamente, sin pensar que “ya lo sé todo”.
Cuando leemos anuncios tales como <Alemania ofrece a jóvenes parados de la UE "el trabajo de su vida">, hay que estar muy alerta para no confiar en un espejismo. Y cuando nos enteramos de “la suerte” que han tenido algunos ingenieros, médicos, profesores… o incipientes profesionales en otro país, la tentación es huir de aquí como sea. Sin embargo, ¿de qué sirve confiar en un futuro mejor en Europa, o en Marte, si uno es mediocre allí donde está?
Por otra parte, no seamos pesimistas. La realidad hoy es la que es y todo depende de la actitud con que la afrontemos. A lo largo de la historia, especialmente en el último siglo, el mundo ha sufrido terribles calamidades: guerras mundiales, hambrunas, depresión económica, holocaustos… En la actualidad no vivimos tan mal. El empobrecimiento no es tanto material como de valores. Puede que nuestro futuro sea adverso, pero si además nuestra percepción de la realidad es pobre, veremos la vida con desencanto y sin ilusión.
Hemos de renovarnos interiormente para crear una cultura más altruista, fundamentada en una ética positiva, que prime el esfuerzo y nos permita crecer e ilusionarnos por un proyecto de vida, donde afianzar nuestra esperanza en el futuro. Y el mejor lugar puede que sea Europa, o simplemente allí donde nos encontremos.