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Visor

Déjenme salir

07/04/2018


Hoy cumplo 15 años, pero llevo 8 de ellos en la cama de un hospital, enchufada a cables y aparatos que me mantienen viva. Cuando tenía 7 años sufrí, junto a mi familia, un accidente que me dejó en un sueño muy profundo del que no sé salir. Mis padres y mi hermana, por suerte, están sanos como manzanas…pero cuando me vienen a visitar, parece que los enfermos son ellos y el llorar es su única cura para hacer frente a la tristeza que sienten por dentro. Yo les escucho, y a menudo, soy capaz de imaginarles; pero no entiendo por qué les veo tan mal. Son como figuras cargadas de tristeza, agotadas y vencidas por el tiempo; y pienso, ¿será por mi culpa? De hecho, yo creo, que ellos sufren más que yo. Pues aquí el único mal es la monotonía, todo es oscuro y solitario; tan solo mis pensamientos me entretienen en este sueño que parece no acabar. Pero todo parece haber cambiado, porque…
Ayer, como cada día, mis padres venían a verme después del trabajo y pude oír como discutían sobre una palabra muy rara, eutanasia o algo por el estilo. El caso es, que mis padres (entre lágrimas) hablaban de que eso terminaría con mi sufrimiento y me aseguraría una vida mejor. Pero mi abuela, que se encontraba a mi lado derecho, decía que eso era el mayor de los pecados y acusó a mis padres de asesinos. Mientras ellos se enzarzaban en una discursión, mi hermana me cogió la mano y me miró entristecida, en ese momento; comprendí que la culpable de este conflicto era yo. Y no sé cómo llegué a la conclusión de lo que ocurría, pero si supe una cosa; mis padres quieren siempre lo mejor para mí, confío en ellos y no tengo por qué preocuparme. Además, no se merecen estar así, les quiero ver sonreír y no atados junto a la cama que me sostiene a mí. Y sobre todo, lo quiero por mi hermana pequeña. Deseo lo mejor para ella y sé que necesita una familia unida que la cuide y dedique todo su tiempo para convertirla en una gran persona. Pues ella siempre me decía que quería ser como yo de mayor, y por eso tengo que dar ejemplo. Tampoco quiero que penséis que soy pesimista o que mis padres hayan perdido la fe, es que además, los médicos dicen que mi despertar sería aún peor.
Sin embargo, a pesar de mi decisión; no puedo morir, más bien, no me dejan hacerlo. Está prohibido porque todos piensan como la abuela, a la que quiero mucho, pero sé que su postura no ve más allá de lo que supondría mi despedida. Y yo quiero esa despedida, porque no sería triste, sino amarga.
Así que, finalizo con esta carta dirigiéndome a todos vosotros, quiero morir; porque eso supondría VIVIR.

Lucía Serrano de 3º A