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Visor

El patrimonio cultural como agente motivador para la educación de la sociedad

Introducción

A lo largo del tiempo los seres humanos hemos creado todo tipo de objetos y levantado construcciones con los más diversos fines, aunque predominan los relacionados con las creencias y la muerte o con el control económico de los territorios y los pueblos que los habitaban. Todos esos elementos conforman parte del patrimonio cultural y constituyen el testigo de nuestro paso por la vida y por la historia y, en consecuencia, tienen un alto valor educativo no solo porque permiten extraer una valiosa información sobre nuestro pasado, sino porque también nos ayudan a entender el presente. Todos esos elementos constituyen un legado que trasciende razas, credos e ideologías, que no pertenece a nadie y nos pertenece a todos. Por ello, debemos conocerlos, valorarlos y conservarlos para poder trasmitir a las generaciones futuras todas las enseñanzas que contienen. 

 

El patrimonio como reflejo   

La definición del patrimonio histórico ha ido evolucionando a lo largo de los siglos al tiempo que lo hacían las sociedades que lo definían. El preámbulo de la ley 16/85 del Patrimonio Histórico Español[1] lo define como el “…principal testigo de la contribución histórica de los españoles a la civilización universal y de su capacidad creativa contemporánea”. Una definición[2] que con los lógicos matices, regionales y/o de enfoque, se recoge miméticamente en las sucesivas leyes en defensa del patrimonio histórico promulgadas en cada comunidad autónoma y en los distintos textos y documentos que abordan el tema.

 “El patrimonio cultural es el testigo de nuestra historia y esa historia forma parte indisoluble de la historia de la humanidad”.

De esa primera afirmación podemos resaltar dos ideas que parecen especialmente relevantes. La primera es que el patrimonio cultural es el “testigo de nuestra historia” y, la segunda, que esa historia forma parte indisoluble de la “historia de la humanidad”. En ese sentido, el patrimonio es un testigo de ese pasado, un testigo carente de ideología[3], y que nos muestra sin matices lo que somos como resultado del largo camino que hemos recorrido. Cada paso de ese caminar tiene su reflejo en el patrimonio, de manera que la suma de todos esos “reflejos” permite explicar el dónde estamos y el cómo somos.

Por otra parte, esos reflejos no proceden exclusivamente de aquellos elementos integrantes del patrimonio que aún perduran, sino que provienen igualmente de aquellos otros que han desaparecido y cuyo recuerdo contribuye a completar, con sus luces y sus sombras, el largo camino que hemos recorrido hasta la actualidad. El Faro de Alejandría, Medina Azahara, Belchite, Dresde, el puente de Mostar, los Budas de Bāmiyān, la Ciudad Vieja y la Gran Mezquita Omeya de Alepo, etc., son también testigos de ese recorrido, de la sociedad que los creó y de la que los hizo desaparecer, en definitiva, de todo lo que somos capaces de crear, de engrandecer, pero también de destruir. Y, precisamente por ello, debemos esforzarnos para que su recuerdo nos ayude a entender su profundo significado, a corregir nuestros errores y aprender de ellos, con la finalidad de reducir las tensiones sociales generadoras de violencia, caminar hacia sociedades más justas y democráticas y, en última instancia, conservar lo mucho que aún tenemos.

PIRAMIDE EN EGIPTO

  Las pirámides de Guiza, patrimonio de la humanidad desde 1979, es el único conjunto de las 7 maravillas del mundo antiguo que ha llegado hasta nosotros. Las otras seis eran los jardines colgantes de Babilonia, el coloso de Rodas, el faro de Alejandría, el mausoleo de Halicarnaso, la estatua de Zeus Olímpico y el templo de Artemisa en Éfeso.

 

En el caso de España, tanto las sucesivas desamortizaciones habidas desde finales del siglo XVIII al primer cuarto del siglo XX, que pusieron en manos privadas gran cantidad de inmuebles históricos, como la Guerra Civil y, posteriormente, el desarrollismo de los años 60 y la especulación inmobiliaria sobrevenida, junto al paulatino abandono del campo y el crecimiento de los núcleos urbanos, dieron lugar a la desaparición de un gran número de elementos de nuestro patrimonio cultural como consecuencia de la ignorancia, la avaricia y, las más de las veces, una combinación de ambas. El desarrollo social y el marco legal surgidos con la democracia no han detenido los daños al patrimonio pero han facilitado información a la sociedad e instrumentos a las administraciones para combatir sus efectos con mayor eficacia, al margen de a quien corresponda la titularidad de los bienes que lo integran.

Como en el mito de la caverna platónica, los elementos de ese patrimonio son sombras de un pasado que no podemos conocer con total certeza, al que solo podemos acercarnos a través de una interpretación sujeta a nuestros condicionantes, ideológicos, geográficos, culturales, etc. No es posible deshacer lo que hicimos, como tampoco es posible recuperar lo que perdimos, ni tiene sentido juzgar los hechos del pasado con los ojos de hoy porque cada época tiene sus propios códigos y escala de valores, pero es importante avanzar en el conocimiento de ese pasado para extraer las lecciones que nos ofrece y evitar así repetir errores en el presente y, lo que es más importante, evitar proyectarlos al futuro. Y es ahí, en ese proceso de conocimiento, donde la educación cobra todo su sentido porque no se puede proteger aquello que no se conoce. Por consiguiente, se hace necesario educar en aquellos valores que representa el patrimonio cultural para apreciar todo cuanto nos rodea, para poder asumir como propios otros patrimonios, para entender otros contextos culturales, en definitiva, para que nos ayude a valorar a los demás y aceptar que todos ellos, por muy ajenos que puedan parecernos, nos representan y nos definen como seres humanos. Nuestra historia, la universal, la de cada país, la de cada sociedad, están llenas de creaciones sorprendentes y de pérdidas lamentables, de tal manera que el patrimonio, presente o ausente, recoge fielmente todos esos sucesos que le han ido dando forma a lo largo de los siglos.


  

Patrimonio de la humanidad, un largo camino

Los conflictos sociales de finales del siglo XIX como consecuencia de las penosas condiciones de trabajo derivadas de la industrialización y de un campesinado sometido a los grandes terratenientes alumbraron, sin saberlo, un siglo XX preñado de miseria, desolación y muerte. La Revolución Rusa, la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, son solo los principales conflictos y desastres que sacudieron Europa en la primera mitad del siglo XX, bien en su propio suelo, bien como consecuencia de la agonía de un modelo colonial que se resistía a desaparecer. Millones de muertos, el patrimonio de muchas ciudades europeas desaparecido o reducido a escombros, etc. La vívida imagen de las atrocidades cometidas en el transcurso de esos conflictos impulsaron, al término de la Segunda Guerra Mundial, el nacimiento de las Naciones Unidas[4] y, un mes más tarde, en la Conferencia de Londres, auspiciada por Francia y Gran Bretaña, el de la UNESCO[5], la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, poniendo de manifiesto la necesidad de buscar entre todos el necesario marco de diálogo y entendimiento que impidiese la vuelta al horror de una nueva guerra mundial, tal y como reflejan las primeras palabras de su Constitución:  “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz". Desde entonces la UNESCO ha jugado un papel capital en el desarrollo de las políticas de conservación y restauración del patrimonio cultural a nivel internacional, intentando fomentar la cooperación entre países y haciéndonos a todos corresponsables de la recuperación y conservación del patrimonio cultural de la humanidad, al margen de razas, credos y regímenes políticos.

 

 Templo Egipcio en Madrid
 Una de las campañas más exitosas de la UNESCO se llevó a cabo en Egipto en 1960 para salvar los monumentos arqueológicos que quedarían bajo las aguas de la presa de Asuán. Como agradecimiento por la ayuda internacional en la operación de rescate, el gobierno egipcio entregó cuatro monumentos a Estados Unidos, Italia, Paises Bajos y España, a la que correspondió el Templo de Debod, que se instaló en Madrid.

 

En ese contexto de reconstrucción fueron surgiendo distintas organizaciones orientadas a la recuperación de un patrimonio histórico[6] muy dañado tras los años de guerra. En octubre de 1963 se crea Europa Nostra de la mano de distintas ONG de Italia[7], Reino Unido, Francia, Países Bajos, Suiza, Alemania e Irlanda, todas ellas dedicadas a la defensa del patrimonio histórico. Europa Nostra es en la actualidad un órgano consultivo de la UNESCO y de la Unión Europea[8] para temas relacionados con el patrimonio cultural.

La celebración en 1964 del II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos, que tuvo lugar en Venecia, ha pasado a la historia de la restauración por la aprobación de la denominada “Carta de Venecia”, que constituye un auténtico hito en la historia de la restauración[9]. En ella no solo se establecen las definiciones de "monumento histórico", "conservación" y "restauración" sino, lo que tiene una mayor trascendencia, se considera que tan importante es la salvaguarda de la materialidad de la obra de arte como la del testimonio histórico que representa.  

Una de las consecuencias más relevantes de ese Congreso fue la creación en 1965 del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ICOMOS, como una organización internacional de carácter no gubernamental asociada a la UNESCO. En la XVII Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, celebrada en París en noviembre de 1972, se aprobó la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural[10]. El artículo 8º de la Convención crea el comité intergubernamental de protección del patrimonio cultural y natural de valor universal excepcional, denominado "Comité del Patrimonio Mundial", al entender que ese valor que presentan determinados lugares naturales y construcciones realizadas por el hombre trascienden las fronteras nacionales y pertenecen al conjunto de la Humanidad, por lo que deben ser especialmente protegidos y conservados. Este concepto, patrimonio de la humanidad, supone un decidido paso hacia la comprensión y aceptación del “otro”, de su cultura y de sus símbolos puesto que, en última instancia, todas las culturas representan al conjunto de la Humanidad y, por tanto, a todos y cada uno de nosotros.Machu Pichu.

El santuario inca de Machu Picchu (Cuzco, Perú), fue incluido en la lista del patrimonio de la humanidad en 1983. En 2007 se incluyó entre las 7 maravillas del mundo moderno junto a la Gran Muralla (China), el Coliseo de Roma (Italia), el Palacio de Taj Mahal (India), Petra (Jordania), Chichen Itza (México) y el Cristo Redentor (Brasil), todas ellas patrimonio de la humanidad excepto esta última.

 

perito Moreno. Glaciar.

El Glaciar Perito Moreno (Santa Cruz, Argentina). Este glaciar forma parte del Parque Nacional “Los Glaciares”, que en 1981 se incluyó en la lista del patrimonio de la humanidad.

 

                                                  

Como órgano asesor del Comité del Patrimonio Mundial, ICOMOS examina las candidaturas de los bienes culturales propuestos para su declaración como patrimonio de la humanidad y, con el apoyo de los comités nacionales, vela para que el estado de conservación de los bienes inscritos en la lista del patrimonio mundial sea el adecuado, de tal manera que ante cualquier señal de un posible peligro para cualquiera de los bienes inscritos en la lista del patrimonio mundial, puedan tomarse las medidas correctoras que se estimen oportunas.

"España es el tercer país del mundo en número de bienes incluidos en la lista de patrimonio de la humanidad, con un total de 48 elementos, de los que 4 corresponde a patrimonio natural, 2 mixtos y 42 al patrimonio cultural, incluidos 12 cascos históricos de ciudades"

A esos 48 bienes hay que añadir otros 18 bienes pertenecientes al patrimonio inmaterial. Es sin duda un patrimonio importante, fiel reflejo de los pueblos que han habitado durante milenios estas tierras que llamamos España y del que debemos sentirnos orgullosos, pero cuya conservación entraña una gran responsabilidad, en absoluto exenta de dificultades económicas y técnicas, y que constituye una obligación para toda la sociedad tal y como señalan nuestra Constitución[11] y distintos documentos de carácter internacional como la Carta de Toledo[12] cuyo punto 3 de sus “Principios y Objetivos” dice que la conservación de las ciudades históricas concierne en primer lugar a sus habitantes, siendo imprescindible su participación y compromiso en ese objetivo.

 “El Escorial, Monasterio y Sitio”, forma parte del patrimonio de la humanidad desde 1984, coincidiendo con el IV centenario de la finalización de su construcción. Archivo fotográfico de la Dirección General de Turismo de la Comunidad de Madrid. © Foto ASF Imagen.

Corral de Comedias Alcalá de Henares
 “Corral de Comedias”. Alcalá de Henares, siglo XVII. La ciudad de Alcalá de Henares se declaró patrimonio de la humanidad en 1998. Archivo fotográfico de la Dirección General de Turismo de la Comunidad de Madrid. © Belén Imaz.

 

Una de esas dificultades a las que hacía referencia en el párrafo anterior es el marco temporal en que se desarrollan los acontecimientos, porque mientras que el tiempo de nuestro patrimonio se mide en siglos, incluso en milenios[13], nuestro tiempo, el de los seres humanos, apenas alcanza unas décadas. Esa diferencia nos obliga a trabajar en una permanente carrera de relevos para detener los procesos de deterioro inherentes a toda obra humana. Es decir, que aquellos jóvenes que se están formando hoy, serán los que deban asumir en unos años la responsabilidad de gestionar nuestro patrimonio cultural para conservarlo y, en la medida de lo posible, acrecentarlo. Sin el concurso de toda la sociedad, no solo de la actual sino, sobre todo, de las que habrán de sucedernos en el futuro, no es viable plantear a largo plazo la adecuada conservación de ese patrimonio.

Otra de las dificultades con que vamos a encontrarnos reside en el propio concepto de patrimonio, en permanente evolución y del que forman parte elementos de muy diversa naturaleza[14] que se han ido incorporando a medida que aumentaba la sensibilidad de la sociedad hacia nuevas manifestaciones de la creatividad humana o, de aquellas otras, testimonio de nuestra evolución como especie y que son, todas ellas, igualmente relevantes (bienes muebles, patrimonio documental, arqueológico, etnológico, paleontológico, industrial y, más recientemente, el patrimonio inmaterial, cuya relevancia queda patente en los numerosos ejemplos que han sido declarados patrimonio de la humanidad). En este sentido, hemos de suponer que a todas estas formas de patrimonio se irán añadiendo otras nuevas en el futuro.

Opera Sidney. Australia.

 La Ópera de Sidney (Australia), obra del arquitecto danés Jørn Utzon, fue declarada patrimonio de la humanidad en 2007, tan solo 34 años después de finalizar su construcción, iniciada en 1959, y haberse convertido en un icono de la ciudad de Sidney y de la arquitectura del siglo XX. 

 

Educar para conservar / Conservar para educar

A partir de esas dos premisas, la finitud de nuestro tiempo y un concepto del patrimonio en constante evolución, debemos asumir que la educación es uno de los pilares esenciales para lograr ese objetivo de mantener el esfuerzo de conservación a largo plazo, porque sin el conocimiento que proporciona la educación resultaría imposible generalizar el acceso a nuestro patrimonio. De ahí que cuando hablamos de educación, no nos refiramos únicamente a la educación reglada[15], o formal, sino al conjunto de instrumentos de los que dispone la sociedad para facilitar a toda la ciudadanía el acceso cognitivo a ese patrimonio, entendido como capacidad para comprender su significado: “conocer para comprender, comprender para respetar, respetar para valorar”[16]. Qué duda cabe que patrimonio y educación constituyen dos caras de una misma realidad porque no es posible conservar sin valorar de la misma manera que no es posible educar de espaldas a nuestro patrimonio. Una educación que se sirve del patrimonio como recurso didáctico permitirá una comprensión del pasado mucho más rica en matices, y, en última instancia, contribuirá de una forma más decidida a la formación de ciudadanos[17] en aquellos valores propios de las sociedades democráticas y a crear una visión universal de la cultura.  

"Qué duda cabe que patrimonio y educación constituyen dos caras de una misma realidad porque no es posible conservar sin valorar de la misma manera que no es posible educar de espaldas a nuestro patrimonio"

La trascendencia del vínculo que existe entre patrimonio y educación impulsó al conjunto de las administraciones, la estatal y las autonómicas, a diseñar un Plan Nacional de Educación y Patrimonio[18], cuyo texto fue aprobado en el Consejo de Patrimonio[19] que tuvo lugar en Lorca, en abril de 2012. El Plan Nacional entiende que “educación y patrimonio constituyen un binomio emergente en el sector de las políticas culturales, porque solo partiendo de la apropiación por parte de la ciudadanía de los valores culturales inherentes a los bienes patrimoniales puede vislumbrarse un horizonte de sostenibilidad en la gestión de los mismos”, y señala, entre sus objetivos:

- Fomentar la investigación en educación patrimonial.

- Incorporar la educación patrimonial como línea prioritaria en los planes estratégicos de las administraciones estatal y autonómica.

- Favorecer la inserción curricular de contenidos relacionados con el patrimonio cultural, su preservación, valoración y disfrute                    público.

- Creación de instrumentos de colaboración entre educadores y gestores del patrimonio cultural.

- El fomento de la elaboración de materiales educativos que transmitan los conceptos y valores patrimoniales.

- Integrar la didáctica de los bienes patrimoniales entre las herramientas de gestión del patrimonio cultural.

 

El proceso de incorporación de contenidos relacionados con el patrimonio histórico y cultural a los currrículos de los distintos niveles educativos se ha ido llevando a cabo de manera paulatina y en paralelo con el proceso democratizador que ha vivido nuestro país, habiéndose hecho un notable esfuerzo en los últimos veinte años para su incorporación como uno de los ejes transversales que articulan el currículum escolar, tanto en la enseñanza Primaria como en la Secundaria, gracias al esfuerzo tanto de los docentes como de las administraciones de educación[20] que han ido asumiendo el enorme valor que puede tener el patrimonio como recurso de indudable potencia motivadora y educadora, al servicio de la escuela. La tradicional y creciente colaboración entre los centros educativos y los museos ha sido una de las primeras manifestaciones de la progresiva incorporación/utilización del patrimonio en el sistema educativo y ha puesto de manifiesto cómo la interacción con ese patrimonio permite una mejor y más efectiva comprensión de los procesos de todo tipo que han tenido lugar en el pasado[21] y está hoy plenamente incorporada en los currículos educativos[22]. Parece claro entonces que existe una disposición favorable tanto por los educadores como por los gestores del patrimonio para seguir avanzando y enriqueciendo el binomio patrimonio/educación, que se fortalece a medida que ascendamos en la escala educativa.

Es evidente que la educación reglada nos proporciona una adecuada “lectura” del significado del patrimonio, más rica en matices, y que nos abre la puerta a todo un abanico de conocimientos y sensaciones, pero no podemos quedarnos ahí porque sabemos que una parte de la población queda siempre al margen de ese nivel educativo[23]. ¿Qué pasa entonces con ese sector de la población? Si asumimos que el patrimonio es un bien común, que pertenece a toda la sociedad y que compete a toda la sociedad tomar las decisiones necesarias para su conservación y enriquecimiento, entonces el nivel educativo no puede actuar como un elemento limitador de derechos y/o responsabilidades. Si el patrimonio requiere educación para acceder a su significado, no es menos cierto que el patrimonio constituye en sí mismo una magnífica herramienta para educar, no solo en conocimientos sino sobre todo en valores. En ese sentido el disfrute va a permitir al gestor patrimonial diseñar un segundo nivel de educación para ofrecer información a sectores de la población no interesados a priori en el patrimonio para que, en primer lugar, puedan disfrutarlo, conocerlo y valorarlo y, a partir de ahí, aumentar su estima por el conocimiento y los valores que representa.

En consecuencia, debemos esforzarnos en eliminar las barreras que impiden a esa parte de la sociedad valorarlo y disfrutarlo, completando la “educación” a partir de las sinergias que nos proporciona el propio elemento patrimonial, para llegar a todos los públicos con total nitidez. Y para ello es imprescindible conocer a quién nos dirigimos, es decir, al receptor último de la información y definir un lenguaje específico que lo haga comprensible a diversos niveles, que no es otra cosa que integrar la didáctica entre las herramientas de gestión del patrimonio cultural, tal y como recoge uno de los objetivos del Plan Nacional de Educación y Patrimonio.

 Los seres humanos recibimos información que nuestro cerebro procesa de manera continua y de la que ni siquiera somos conscientes. Cuando vemos a alguien sonreír o llorar, los colores rojo o verde de las luces en un ambiente urbano, el banderín rojo en una playa, el tañido de una campana, etc.

  

La mera contemplación en vivo del bien patrimonial es el principal elemento de fuerza que debemos tener en cuenta, tanto en la educación reglada, como en esa otra que llamamos informal. Por ello el acercamiento al patrimonio de ese sector de la sociedad menos interesado debería estructurarse en dos fases: una primera que podemos llamar interactiva (interactuar con el bien de que se trate) y que se correspondería con la visita propiamente dicha para, a partir de ahí, entrar en una segunda fase que podemos denominar formativa, en la que se proporciona a ese visitante la información necesaria para poder valorarlo de acuerdo con las circunstancias personales de cada cual. En la fase interactiva, es el visitante quien hace un esfuerzo por acercase a un bien que le resulta ajeno, pero será esa otra fase, la formativa, la que será fundamental para hacerle llegar la información necesaria para permitirle acceder al conocimiento de dicho bien y lograr así un mayor disfrute del mismo, y esa responsabilidad recae en el formador/divulgador que debe calibrar la cantidad y calidad de la información para mantener la atención del público y que comprenda el mensaje.

 

"La simple contemplación de un espacio con siglos de historia tras de sí nos fascina y emociona, porque nos permite conectar con nuestras raíces más profundas y esa es una fuerza que no se debe desaprovechar"

 

La sensación de encontrarnos frente a objetos personales de quienes vivieron y murieron hace cientos o miles de años los convierte en reflejos de nuestra propia existencia, de nuestros propios sentimientos y anhelos. Qué pensaban, a quién amaban, en qué creían, qué les hacía reír y qué sufrir, cómo murieron, etc. Caminar por los mismo espacios por los que anduvieron personajes claves de nuestra historia  (Toledo y el Greco, El Escorial y Felipe II, la mezquita de Córdoba y Abderraman I, Itálica y Trajano, etc.) está hoy al alcance de todos pero dependerá del relator que ese caminar se transforme en una experiencia única, para todos, sin exclusiones.

templo de la Concordia.Grecia

 Templo de la Concordia (Agrigento, Sicilia). Las sociedades democráticas deben facilitar el acceso al conocimiento y disfrute del patrimonio histórico porque es un derecho inalienable de todos los ciudadanos sean cuales fueren su nivel educativo y sus circunstancias personales y/o socioeconómicas.   

 

 

Es obvio que las ideas constituyen el armazón teórico del discurso que se quiere construir para trasladar información a nuestros interlocutores, tanto si se trata de educación reglada, como si nos encontramos ante una visita de simple ocio. Conviene hacer hincapié en este punto porque un discurso carece de sentido si no hay quien lo escuche o, lo que suele ser más habitual, si no hay quien lo entienda. De ahí que el lenguaje, es decir, la manera de hacer corpóreas las ideas, sea esencial para hacer llegar la información a nuestros interlocutores y para que el nivel de conocimientos no resulte ser un factor de exclusión determinante. De la misma manera que hoy ya nadie discute la necesidad de eliminar las barreras físicas, debemos esperar que en un futuro inmediato todos aceptemos que es necesario eliminar las barreras intelectuales si queremos facilitar un acceso generalizado al patrimonio cultural, y en este sentido debemos valorar muy positivamente el papel que juegan los medios de comunicación en la divulgación cultural.

 La eficacia de un mensaje está directamente relacionada con el soporte (lenguaje) y con las características del receptor. La enorme variabilidad del público visitante obliga a sintetizar los conceptos e ideas fundamentales que queremos transmitir de un determinado elemento del patrimonio histórico. Solo a partir de esa síntesis y de la elección de un lenguaje adecuado, podremos llegar a la mayoría del público que visita nuestro patrimonio.

 

No es posible obviar el papel social del patrimonio cultural porque ¿qué somos, qué queda de nosotros si prescindimos de él? Y, al mismo tiempo, no podemos pensar en su conservación a largo plazo sin el papel de la educación. Qué duda cabe de que a medida que aumenta el nivel educativo de las sociedades, la relación entre educación y patrimonio se vuelve más estrecha, al tiempo que se acrecientan el aprecio y la tolerancia por otras manifestaciones culturales que antes parecían prescindibles, o totalmente ajenas a nosotros. El pasado nos ofrece las claves necesarias para explicar y entender mejor el presente. “La Historia no tiene la pretensión de ser la "única" disciplina que intenta ayudar a comprender el presente, pero puede afirmarse que, con ella, la comprensión del presente cobra mayor riqueza y relevancia”[24]. No cabe duda de que, cuanto más sabemos de aquellos elementos que forman parte de nuestro patrimonio cultural, más disfrutamos con su contemplación y más lo valoramos, no como elementos históricos, sino como una parte esencial de nuestro yo, de nuestras raíces, de lo que somos como sociedad y, sobre todo, como personas.

 

 
[1] LEY 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español (BOE de 29 de junio de 1985).
https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1985-12534#:~:text=1.,futuras%20del%20Patrimonio%20Hist%C3%B3rico%20Espa%C3%B1ol.&text=Integran%20el%20Patrimonio%20Hist%C3%B3rico%20Espa%C3%B1ol,%2C%20etnogr%C3%A1fico%2C%20cient%C3%ADfico%20o%20t%C3%A9cnico
[2] En la actualidad se ha impuesto el término patrimonio cultural porque permite incorporar otros muchas manifestaciones que enriquecen la evolución de la vida sobre la Tierra.
[3] La ideología está siempre en los ojos del observador. No es infrecuente la utilización de la Historia como justificación de determinadas ideas o como legitimación de realidades políticas en la actualidad. No vemos con la misma mirada, por ejemplo, las conquistas romana o musulmana de la Península Ibérica y la conquista española de América, acontecimientos que responden a la ideología y valores de cada época.
[4] Los 50 países reunidos en la Conferencia de San Francisco suscribieron la Carta de las Naciones Unidas el 24 de octubre de 1945. España ingresaría el 14 de diciembre de 1955
[5] La creación de la UNESCO tuvo lugar el 16 de noviembre de 1945 y el documento de creación entró en vigor un año más tarde una vez ratificado por 20 de los 37 países signatarios.
[6] El saqueo de los principales museos europeos por los nazis en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial daría lugar en 1946 a la constitución del ICOM, International Council of Museums, como una organización no gubernamental para integrar a los  museos y sus profesionales con el objetivo de proteger el patrimonio cultural.
[7] Italia Nostra (1955) que se creó con el objetivo de evitar la demolición de los centros históricos de algunas ciudades italianas, impulsó la primera campaña de salvamento de Venecia.
[8] Europa Nostra organiza los premios de la Unión Europea de Patrimonio Cultural desde 2002: conservación del patrimonio cultural, rehabilitación de paisajes rurales y urbanos, adecuación de sitios arqueológicos, cuidado de las colecciones de arte, así como  investigación y proyectos educativos relacionados con el patrimonio cultural.
[9] Carta Internacional sobre la Conservación y la Restauración de los Monumentos y Sitios, o Carta de Venecia.  https://www.icomos.org/charters/venice_sp.pdf

 
[10] Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural. http://whc.unesco.org/archive/convention-es.pdf
[11] La Constitución Española de 1978 señala en su artículo 46 que “Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad”.
[12] Carta internacional para la conservación de las ciudades históricas. Toledo, 1986. Texto respaldado por ICOMOS un año más tarde en la denominada Carta de Washington (octubre de 1987). https://ipce.culturaydeporte.gob.es/dam/jcr:d78ff77f-941e-43e9-88dd-6d416eaf1b7d/1986-carta-toledo.pdf

https://www.icomos.org/charters/towns_sp.pdf

 
[13] Las huellas de australopithecus afarensis encontradas en Laetoli (Tanzania) tienen 3,6 millones de años de antigüedad.
[14] El concepto de patrimonio ha evolucionado mucho a lo largo del tiempo en paralelo con las sociedades que lo han ido creando. Llull, J. 2005: Evolución del concepto y de la significación social del patrimonio cultural. Arte, Individuo y Sociedad, 17, págs. 175-204.
[15] El art. 27 de nuestra Constitución recoge el derecho de “todos” a la educación como vía para lograr el “… pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”, siguiendo el espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (aprobada por la Asamblea General de la Naciones Unidas en París el 10 de diciembre de 1948). https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights
[16] Fontal, O. 2003: La educación patrimonial. Teoría y práctica en el aula, el museo e Internet. Gijón. Ed. Trea, 303 págs.
[17]Cuenca, J. 2014: El papel del patrimonio en los centros educativos: hacia la socialización patrimonial. Tejuelo, 19, págs. 76-96.
[18] Plan Nacional de Educación y Patrimonio. Ballesteros, P., Cirujano, C., Domingo, M. Fontal O., Coord. Ministerio de Educación. Cultura y Deporte,  2015. http://www.culturaydeporte.gob.es/planes-nacionales/planes-nacionales/educacion-y-patrimonio.html
[19] El art. 35 de la Ley del Patrimonio Histórico Español atribuye al Consejo de Patrimonio Histórico la competencia para elaborar y aprobar los Planes Nacionales de Información. https://www.boe.es/buscar/pdf/1985/BOE-A-1985-12534-consolidado.pdf
[20] Ruiz, M. 1997: El Patrimonio Histórico como recurso didáctico. Gabinete Pedagógico Bellas Artes. Granada. 74 págs.
[21] Prats, J. 2001: Valorar el patrimonio histórico desde la educación. Factores para una mejor utilización de los bienes patrimoniales.  En  Aspectos didácticos de las ciencias sociales. J. Morales, Mª C. Bayod, R. López, J. Prats y D. Buesa (Eds). Zaragoza: ICE de la Universidad de Zaragoza. Págs. 157‐171
[22] Martínez-Valcarcel, N. et al. 2016: El aprendizaje del Patrimonio: Incidencia de los niveles educativos, familia, asociaciones y medios de comunicación.  Alcaráz, R. y Tonda, E. (Eds.). La investigación y la innovación en la enseñanza de la Geografía. Universidad de Alicante. Págs.. 119–134.
[23] La tasa de abandono escolar en 2020 sigue siendo la más alta de la Unión Europea.
[24] Prats, J. y Santacana, J. 2001: Principios para la enseñanza de la Historia. En Enseñar Historia: Notas para una didáctica renovadora. Colección: Recursos. Junta de Extremadura. Mérida. Págs. 13-35.

 

 

 Víctor Antona del Val Conservador de Museos