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Buscando formas de dar una mejor respuesta a todos los estudiantes en entornos justos, acogedores y cooperativos

En este artículo nos proponemos exponer algunas ideas sobre lo que implica una educación inclusiva, es decir, una educación de calidad para todos los estudiantes, independientemente de sus características, en entornos ordinarios y las características que estos entornos tienen que tener para poder crear igualdad de oportunidades para todos los estudiantes.

Yolanda Muñoz Martínez
Profesora Universidad de Alcalá

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¿De qué hablamos cuando hablamos de Educación Inclusiva?

Cuando hablamos de Educación inclusiva estamos hablando de un proceso de reestructuración escolar relativo a la puesta en marcha, precisamente, de procesos de innovación y mejora que acerquen a los centros al objetivo de promover la presencia, la participación y el rendimiento de todos los estudiantes de su localidad, incluidos aquellos  vulnerables a los procesos de exclusión, aprendiendo de esa forma a vivir con la diferencia y a mejorar gracias, precisamente, a esas mismas diferencias entre el alumnado (Echeita, 2008), cuyo propósito nuclear es que todo el alumnado salga del sistema escolar, particularmente en la etapa obligatoria, con un bagaje formativo justo y suficiente para proseguir  estudios posteriores o transitar con dignidad al mundo del trabajo (Escudero, 2012: 110).

El concepto educación inclusiva se viene utilizando desde distintas perspectivas, muchas confusiones se han generado, llegando incluso a utilizarse en algunos ámbitos como sinónimo de “Educación Especial”, cuando nada tiene que ver un enfoque con el otro. Por ello consideramos fundamental esta definición de UNESCO (2005: 14) que recoge muy bien a lo que nos referimos cuando hablamos de educación inclusiva:

La educación inclusiva puede ser concebida como un proceso que permite abordar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los educandos a través de una mayor participación en el aprendizaje, las actividades culturales y comunitarias y reducir la exclusión dentro y fuera del sistema educativo. Lo anterior implica cambios y modificaciones de contenidos, enfoques, estructuras y estrategias basados en una visión común que abarca a todos los niños en edad escolar y la convicción de que es responsabilidad del sistema educativo regular educar a todos los niños y niñas. Lo que implica una ruptura con ciertas prácticas y políticas que han venido sucediendo en nuestro país, y que tienen que ver con la especialización, y la creencia de que a cada tipo de niño debe atenderle un tipo de profesor especialista en “lo suyo”. 

 

Según la definición de UNESCO, el objetivo de la inclusión es brindar respuestas apropiadas al amplio espectro de necesidades de aprendizaje tanto en entornos formales como no formales de la educación. La educación inclusiva, más que un tema marginal que trata sobre cómo integrar a ciertos estudiantes a la enseñanza convencional, representa una perspectiva que debe servir para analizar cómo transformar los sistemas educativos y otros entornos de aprendizaje, con el fin de responder a la diversidad de los estudiantes. Por lo tanto no estaríamos hablando de educación especial, ni de necesidades educativas especiales, estaríamos hablando de mejora escolar desde una perspectiva de educación de calidad para todos los niños, logros para todos, no sólo para aquellos que se consideran “sin necesidades educativas especiales”.

Este enfoque, por tanto, implica desarrollar sistemas educativos inclusivos, que sólo pueden darse si las escuelas ordinarias se transforman en más inclusivas, es decir, si son más capaces de educar a todos los niños de su comunidad, independientemente de las características de partida de los mismos 

Hablar de igualdad de oportunidades y de equidad, es hablar de la necesidad de una educación para todos los niños, sin excepciones, una educación de calidad que lleve a todo el alumnado a alcanzar su máximo potencial y que evite que no tengan acceso a una vida digna, es decir que sean víctimas de una exclusión social.

Este enfoque, por tanto, implica desarrollar sistemas educativos inclusivos, que sólo pueden darse si las escuelas ordinarias se transforman en más inclusivas, es decir, si son más capaces de educar a todos los niños de su comunidad, independientemente de las características de partida de los mismos. Para nosotros, y atendiendo a las palabras de Moliner (2008: 29) “La educación inclusiva surge del convencimiento de que el derecho a la educación es un derecho humano básico que está en la base de una sociedad más justa”. De ahí que las escuelas deban acoger a todos los niños, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales, lingüísticas u otras. Deben acoger a los niños con discapacidad y bien dotados, a niños que viven en la calle y que trabajan, niños de poblaciones remotas o nómadas, niños de minorías lingüísticas, étnicas o culturales y niños de otros grupos o zonas desfavorecidas o marginadas. (UNESCO, 1994, Marco de Acción, p.6). Y por supuesto, no se trata solo de “acogerles”, se trata de crear situaciones en las que no solo estén presenten, sino que también participen, aprendan y se desarrollen al máximo de sus posibilidades.

 

¿Cómo es esa Escuela que tiene en cuenta a Todos?

La clasificación que Pujolás (2004: 30) hace sobre las características de una escuela que se pueda considerar inclusiva, para explicar el significado e implicaciones de la misma, nos sirve de base para establecer los objetivos del cambio educativo necesario para alcanzar esa escuela de la que estamos hablando, es decir, una escuela para todos. Estamos de acuerdo con el autor en que la escuela inclusiva tiene que celebrar la diversidad, por tanto, es necesario que la diversidad sea considerada una cualidad, como bien afirman Stainback y Stainback (2001:23) “en las comunidades inclusivas, los dones y talentos de cada cual (incluyendo a aquellos alumnos tradicionalmente definidos por sus discapacidades profundas o por su comportamiento crónicamente molesto) se reconocen, estimulan y utilizan en la mayor medida posible”.

desde la consideración de una concepción de la diversidad como valor positivo y enriquecedor para cambiar la escuela, partiendo de la idea de ser humano como ser único diferente pero no desigual

En la misma línea encontramos el argumento de López Melero (2004), para quien la escuela que esté dispuesta a dar una respuesta a todos los niños y niñas no lo puede hacer desde concepciones, prejuicios patológicos y perversos sobre la diversidad, sino desde la consideración de una concepción de la diversidad como valor positivo y enriquecedor para cambiar la escuela, partiendo de la idea de ser humano como ser único diferente pero no desigual. De este modo la Inclusión Educativa se funde con la idea de Escuela de y para Todos, “[…] aquella donde los niños y niñas aprenden a ser ciudadanas y ciudadanos y a comprender las diferencias de las personas como elemento de valor y no como segregación” (2004:71).

debemos tener en cuenta que en la escuela todo el mundo tiene que sentirse bien y seguro, tradicionalmente los niños con necesidades educativas especiales han experimentado exclusión, discriminación y segregación de la educación general

Volviendo a la clasificación que Pujolás hace, debemos tener en cuenta que en la escuela todo el mundo tiene que sentirse bien y seguro, tradicionalmente los niños con necesidades educativas especiales han experimentado exclusión, discriminación y segregación de la educación general, así como por parte de sus iguales, y de la sociedad en general. Con frecuencia han sido ubicados en clases o escuelas separadas e incluso se les negó el acceso a cualquier tipo de educación, y aún hoy en día hay voces que se alzan a favor de potenciar, de nuevo, centros de Educación Especial para todo aquel alumnado que no se ajuste a la “norma”. Por ello, el enfoque de educación inclusiva es particularmente importante para estos grupos, y para luchar contra la injusticia y el hecho de que a estos colectivos no se les respeten sus derechos fundamentales, como el de asistir a clase con sus compañeros y vecinos, con los que por cierto, van a convivir cuando crezcan… por lo que habrá que decidir si queremos dos sociedades paralelas, una para aquellos que aparentemente no tienen necesidades educativas, y otra para aquellos que a través de distintos “estándares” se ha decidido que pasen a formar parte de ese grupo o clasificación; o si por el contrario, queremos construir una sociedad en la que quepan todas las personas, convivan y cuyos valores aseguren que todos tengan el derecho a tener una vida digna, independiente y por qué no, feliz. ¿Podemos plantearnos eso desde la educación? Yo diría que la educación tiene un potencial para influir en la vida de las personas, como pocas otras cosas, quitando a la familia claro. De ahí la importancia de crear una educación que fomente valores y realidades basadas en el derecho de todos los estudiantes a recibir una educación de calidad en entornos ordinarios, y dirigida a que cada uno alcance el máximo de su potencial.

De ahí la importancia de crear una educación que fomente valores y realidades basadas en el derecho de todos los estudiantes a recibir una educación de calidad en entornos ordinarios, y dirigida a que cada uno alcance el máximo de su potencial.

La escuela inclusiva tiene que contar con profesores que faciliten el aprendizaje, como apunta Santos Guerra (1997: 2) la función del profesor/a no puede ser rígida, inamovible. Ha de ser, más bien, una función cambiante, porque cambiantes son los tiempos, las necesidades, las estructuras y las personas.

Por todo ello, podemos afirmar que el cambio en la escuela pasa, inevitablemente, por el profesorado, como dice Bolívar (2000: 53) el cambio educativo no puede consistir en cómo implementar mejor los buenos diseños externos, sino que debe pasar a ser un nuevo modo de ejercer el oficio/profesión de enseñar y de funcionar los propios centros, como organizaciones y lugares de trabajo.

 

La cooperación y ayuda entre iguales como base para la creación de redes de apoyo, para el aprendizaje y la vida

 

Así mismo esta escuela, que es la que buscamos, tiene que preparar para la cooperación y no para la competición, esta idea es la base del Aprendizaje Cooperativo, que es fundamental en la labor que nuestro equipo IMECA viene desarrollando, y en la que se basan muchos de los aspectos metodológicos y organizativos en los que se centran los proyectos de mejora en los centros educativos con los que estamos trabajando.

Conocerse y establecer lazos emocionales es esencial para crear un aula en la que los alumnos se ayudan

Para que exista cooperación tiene que haber ayuda entre iguales. La ayuda entre iguales es algo que se tiene que trabajar y crear situaciones propicias para que sea posible. Conocerse y establecer lazos emocionales es esencial para crear un aula en la que los alumnos se ayudan. Muchas veces pensamos que estos lazos se crean por el mero hecho de estar juntos en el mismo espacio del aula, pero lo cierto es que suele ocurrir que cuando se deja al tiempo la creación de lazos, lo cierto es que nos damos cuenta de que eso que hemos llamado tradicionalmente “compañerismo” no es tal, y que precisamente lo que a veces existe es una forma de convivir competitiva en la que los alumnos “luchan” por ganar, lo que implica que los demás pierdan. Lo que nosotros defendemos es crear espacios en los que los alumnos no tienen que luchar por “ganar”, sino que colaboran para conseguir una meta común, y el premio es alcanzar esa meta común, en la que cada uno individualmente ya ha “ganado”, ha ganado aprendizaje, ha ganado la satisfacción de ayudar, ha ganado la alegría de ser ayudado y, sobre todo, ha ganado el premio de pertenecer, de ser valorado por su aportación, de ser valorado por quién es. Esto se consigue de distintas formas, y hay que poner muchos mecanismos a funcionar. Entre otros, es imprescindible llevar a cabo dinámicas de cohesión y de conocimiento mutuo; crear situaciones en las que tengan éxito, crear situaciones en las que, independientemente de si tú “sabes más o menos” lo importante es que aportes, que participes, que seas parte… de ahí vendrá el avance en los aprendizajes.

...porque el propio hecho de pertenecer a esa clase y sus formas de proceder hacen que pertenezcas.

En un aula en la que se crean lazos desde la propia organización espacial y la organización del aprendizaje, no hay niños segregados, no hay niños “que no se integran” (como se dice en algunas ocasiones), porque el propio hecho de pertenecer a esa clase y sus formas de proceder hacen que pertenezcas. Esto que podría parecer obvio, no lo es tanto. Crear espacios en los que todos tengan compañeros que quieren, pueden y saben ayudar y dejarse ayudar, en los que el “compañerismo” está por encima de la amistad. La idea que se tendría que fomentar es “te quiero, te ayudo, te protejo porque eres mi compañero, aunque por las tardes no juguemos juntos a fútbol, no vayamos juntos al parque…” esto es parte de lo que debemos enseñar en un aula inclusiva, es decir, uno no es abandonado a su suerte esperando a que “te hagas amigos”, “te acepten”, “te inviten a jugar”, “te elijan para realizar un equipo”, uno forma parte de ese equipo, es invitado a jugar y a participar por el mero hecho de ser parte de esa clase, y esa estructura es algo indiscutible. La convivencia y el aprendizaje son inseparables, jamás deberíamos separar las relaciones que se dan en el aula o en el patio, con las formas de aprender. Siguiendo a Muñoz, Rayón y Torrego, afirmamos que “la Escuela que fomenta una convivencia positiva entre todos sus miembros, es la escuela que defendemos y que defendemos como educación inclusiva, que es la base de la igualdad de oportunidades y la plena participación del alumnado, contribuye a una educación más personalizada, fomenta la colaboración entre todos los miembros de la comunidad escolar (cooperación y participación), y constituye un paso esencial para avanzar hacia sociedades más inclusivas y democráticas, en definitiva a una sociedad en paz” (2015).

La educación inclusiva, no sólo debe centrarse en la presencia y participación de todos, sino en que todos puedan aprender dentro de sus posibilidades y alcanzar el máximo de su potencial, para dotar a todas las personas de las herramientas necesarias para desenvolverse en la vida y a eso, a eso no se aprende de manera individual, a eso se aprende con otros y de otros. Como bien explica Escudero cuando algunos estudiantes o colectivos no participan suficientemente de ellos (en la educación obligatoria sobre todo), lo que ocurre son exclusiones indebidas que han de ser denunciadas: tienen efectos negativos sobre la trayectoria escolar del alumnado afectado y, posteriormente, pueden llegar a suponer una merma, quizás decisiva, de capacidades y oportunidades indispensables para labrar destinos formativos, personales y sociales (2012:115).

 

Es evidente que son muchos los cambios que hay que realizar tanto en las políticas, culturas y prácticas escolares, para acercarnos al modelo educativo que estamos defendiendo y definiendo en este artículo. Las escuelas y todos aquellos que las configuran, en muchas ocasiones se sienten desbordadas por las demandas que implica cambiar de modelo, a veces, no sólo es una cuestión de sentirse desbordado, en muchas ocasiones tiene que ver con el desconocimiento de otras formas de trabajo, organización, etc. Entendemos que no es fácil, ni es un proceso que se lleve a cabo de un día para otro, pero lo cierto es, que cuando hay necesidad de cambio, también existen muchos agentes dispuestos a apoyar en ese proceso (familias, organizaciones, Universidad, etc). En este marco se insertan las distintas acciones que estamos llevando a cabo en el grupo IMECA y que nos gustaría compartir, por lo que pueda aportar a aquellos que están en esa búsqueda.

 

Acompañando a los Centros Educativos en sus procesos de cambio hacia modelos más inclusivos

Teniendo en cuenta las características de la enseñanza de la que estamos hablando, somos conscientes de que hay mucho que hacer en cuanto a eliminación de barreras en los centros educativos. A veces estas barreras son actitudinales, otras tienen que ver con la formación, las estrategias metodológicas o la organización de la escuela. En palabras de Calderón “la verdadera actividad educativa será aquella que trata de romper límites y se esfuerza por ayudar al educando a ser algo más libre, para lo que nos debemos valer de las estrategias metodológicas, curriculares y organizativas para conseguir que las fronteras dejen de serlo” (2012: 25).

Teniendo en cuenta las características de la enseñanza de la que estamos hablando, somos conscientes de que hay mucho que hacer en cuanto a eliminación de barreras en los centros educativos

En nuestro trabajo, que trata de acompañar a los centros escolares para superar esas fronteras, buscando su propio camino para hacerlo, nos hemos visto implicados en distintas acciones. Por un lado, participamos en la formación, tanto en centros educativos a través de planes de formación en centros, seminarios y cursos concretos, así como en colaboración con entidades como los Centros Territoriales de Formación e Innovación. Podemos a afirmar que existe un interés creciente por parte de los centros en la búsqueda de enfoques que ayuden a dar respuesta a la diversidad de los estudiantes.

Además de la formación continua del profesorado, llevamos años colaborando con distintos centros educativos para el desarrollo de sus propios proyectos pedagógicos y modelos organizativos para dar una respuesta de calidad a todos los alumnos. Como establecen Mas, Negro y Torrego, “la idea de ayuda, cooperación, apoyo social, puede ser un estupendo bastión central en los proyectos educativos de los centros” (2012: 114). En este camino hemos venido colaborando desde el curso 2014/15 con el CEIP San Sebastián de Meco, a través de un contrato de colaboración, en la formación y acompañamiento en el cambio metodológico y organizativo del Centro. En esta misma línea estamos comenzando en 2017 un nuevo proyecto en el CEIP Juan de Goyeneche de Nuevo Baztán, con el que ya colaboramos a través de cursos de formación el curso anterior.

 

La colaboración con los centros educativos se basa en el acompañamiento en su proceso de cambio, siempre desde las propias necesidades del centro, y siendo respetuosos con sus tiempos, para que puedan definir su propio proyecto. Este acompañamiento pasa por la formación inicial y continua, el apoyo en el aula, seminarios para tratar temas concretos, diseño conjunto de actividades y estrategias concretas, etc.

Algunas ideas de partida sobre cuestiones que pueden ayudar a un centro educativo a tener un enfoque respetuoso con las distintas realidades del alumnado y que busque que todos los alumnos estén presentes, participen y aprendan, en entornos respetuosos y acogedores, pueden ser las siguientes:

 

La colaboración entre el profesorado como generador de cambio

Si sabemos que los alumnos aprenden más y mejor cuando lo hacen de manera cooperativa, a través de la ayuda entre iguales, ¿por qué para los docentes y el resto de la comunidad educativa debería ser diferente? Buscar apoyo, opiniones y nuevas visiones enriquece la calidad de nuestra docencia y puede suponer un giro. Estamos de acuerdo con Perkins (1999: 218) en que “una escuela inteligente” o en vías de serlo, no puede centrarse sólo en el aprendizaje reflexivo de los estudiantes, sino que debe ser un ámbito informado y dinámico que también proporcione un aprendizaje reflexivo a los maestros. La figura del practicante reflexivo está en el centro del ejercicio de una profesión, por lo menos cuando la consideramos desde el punto de vista de la experiencia, la inteligencia en el trabajo y la autonomía profesional, en palabras de Dewey (1989: 98) “la función del pensamiento reflexivo […] es la de transformar una situación en la que se experimenta oscuridad, duda, conflicto o algún tipo de perturbación, en una situación clara, estable y armoniosa”.

...que “una escuela inteligente” o en vías de serlo, no puede centrarse sólo en el aprendizaje reflexivo de los estudiantes, sino que debe ser un ámbito informado y dinámico que también proporcione un aprendizaje reflexivo a los maestros

Hay que apostar por la colaboración docente, más puertas abiertas en las aulas, varios docentes en un aula para que queden cubiertas las necesidades de todos los alumnos. Creemos que cuando los profesores trabajan juntos, se ayudan y colaboran para conseguir una meta tienen muchas más posibilidades de tener éxito, como bien dice López Melero sólo cuando la necesidad de perfeccionamiento y colaboración inunde el pensamiento del profesorado, entonces y no antes, es cuando las instituciones responsables, tendrán que crear estrategias para el perfeccionamiento del profesorado implicado en esta nueva cultura (2004: 268). Intercambiar experiencias es la mejor forma de aprender y reflexionar sobre nuestra práctica docente. Los centros con los que estamos trabajando están creando estos espacios y momentos para reflexionar y compartir experiencias sobre la práctica.

 

Las metodologías activas basadas en la ayuda entre iguales y la cooperación:

En cuanto a la organización del aula y el fomento de la participación, existen metodologías que potencian la participación del alumnado, desde la diversidad y la heterogeneidad. Así como una convivencia regida por la colaboración y la ayuda, como hemos explicado anteriormente. El aprendizaje cooperativo, el ABP, las estaciones de aprendizaje, entre otras, son metodologías que nos ayudan en esta labor.

El aprendizaje cooperativo se sustenta en dos pilares fundamentales, según Pujolás (2004). En primer lugar, en el hecho de que el aprendizaje requiere la participación directa y activa de los estudiantes. Nadie puede aprender por otro. Como máximo puede ayudarle, pero no podrá aprender por el otro. Sólo aprendemos de verdad lo que queremos aprender y siempre que participemos activamente en el proceso de aprendizaje, de ahí la importancia de la motivación y del aprendizaje participante. En segundo lugar, hay que considerar la ayuda mutua y la cooperación, como estrategias que posibilitan aprender más y mejor, entendiendo que aprender no sólo implica aprender cosas nuevas de los demás, sino también rectificar, consolidar o reafirmar los aprendizajes ya logrados.

Estamos de acuerdo con Santos Guerra (2000), en que la escuela tiene que aprender para saber y para saber enseñar, para saber a quién enseña y dónde lo hace. Para que la Escuela sea capaz de lo anterior, no sólo es importante que cada uno de sus miembros quiera y tenga la intención, sino que exige unas estructuras organizativas y pedagógicas que lo hagan posible, de ahí la importancia de que los centros educativos analicen y reflexionen sobre sí sus estructuras facilitan, que un cambio hacia modelos más respetuosos con la diversidad, sean posibles. Para ello en necesaria también una revisión del uso que hacemos del curriculum; la metodología y el curriculum son dos elementos que no pueden separarse, y que se constituyen como dos formas fundamentales de entender la enseñanza y el aprendizaje y las estrategias que acompañan a ambos procesos; de este modo si optamos por estrategias metodológicas activas y flexibles, el curriculum debe ser entendido de igual forma. 

 

¿Se pueden repensar los modelos organizativos y las funciones clásicas del profesorado? Algunas cuestiones para la reflexión.

Debemos llevar a los centros educativos a analizar y reflexionar sobre sus estructuras. En muchas ocasiones son las propias estructuras organizativas las que dificultan los cambios. Una reflexión seria sobre algunas de estas cuestiones es necesaria para generar escuelas capaces de adaptarse a su contexto, a sus necesidades, a las necesidades de sus docentes y sus alumnos:

  • Funciones del profesorado de apoyo. ¿Están claros los objetivos que perseguimos cuando llevamos a cabo un apoyo? ¿Hay una visión de conjunto sobre todas las actuaciones que se llevan a cabo con un grupo o niño concreto?
  • Estructura de apoyos ordinarios. ¿Existen alternativas a sacar a un niño, o varios, para realizar actividades que se podrían realizar en el aula? ¿Somos conscientes de que cuando un niño sale a hacer algo fuera, se pierde lo que se hace dentro y cuando vuelve ya no es capaz de “engancharse” durante un tiempo? ¿Se obtienen beneficios reales? ¿Sería interesante pensar en dos profesores en el aula a la vez? ¿Sería posible el realizar desdobles heterogéneos para reducir la ratio?
  • Estructura de los apoyos de profesores especialistas en P.T y A.L, ¿Es eficaz la creación de pequeños grupos de niños con distintas necesidades y realizar un “apoyo” fuera del aula con todos ellos? ¿Es obligatorio que los apoyos que un niño necesita para desenvolverse en su aula se hagan fuera del aula? ¿Existen alternativas?
  • Coordinación entre profesores tutores y profesores especialistas que imparten clase en un aula. ¿La coordinación de ciclo, nivel, claustro es eficaz? ¿Existen momentos para que dos profesores que están trabajando en un proyecto conjunto puedan coordinarse? ¿Existen momentos en los que podemos reflexionar y compartir sobre nuestra metodología, formas de evaluación, etc? ¿Existen alternativas a los equipos de ciclo?
  • Estructura de los claustros. ¿Existen alternativas a los claustros tradicionales en los que básicamente se traspasa información que tiene que ser aprobada? ¿Existe la posibilidad de que los claustros se establezcan como momentos de aprendizaje? ¿Es posible generar una estructura cooperativa en los mismos?
  • Acogida del nuevo profesorado. ¿Hay formas de acoger a los nuevos profesores para que conozcan y se formen sobre los proyectos que se están llevando a cabo en el centro? ¿Existen redes de apoyo (equipos, comisiones, etc) que se encargan de formar a los nuevos profesores sobre las metodologías que se utilizan en el centro? De manera que todos puedan seguir la misma línea.
  • Participación de las familias. ¿Se puede contar con las familias como un recurso más del centro? ¿El papel tradicional de las familias es suficiente en los contextos actuales? ¿Qué posibilidades puede tener el contar con las familias como “recursos” en el aula y el centro?
  • Evaluación psicopedagógica e implicaciones de las mismas. ¿Es necesario que si un alumno es clasificado como “alumno con necesidades educativas” tenga que ser sacado del aula para recibir apoyos? ¿Existen alternativas en las formas y estrategias de apoyo? ¿La labor orientadora se debe focalizar en “evaluar y clasificar” a los alumnos? ¿Realmente se orienta a los profesores en formas de trabajo en el aula para atender a todos?

 

En definitiva, se trata de replantearse lo que hacemos, tanto a nivel de estrategias metodológicas, como en relación a la organización de los centros y, por supuesto, la relación con las familias y la Comunidad Educativa, y buscar alternativas para aquello que no está funcionando bien. Esto es un proceso que implica esfuerzo, implica cambiar, en muchos casos, la concepción de lo que es la educación, sus fines, sus medios… pero sobre todo implica un cambio esencial para las personas. Para todas las personas implicadas, por un lado los estudiantes, cuyas vidas cambian cuando empiezan a formar parte de algo, cuando tienen a compañeros con los que pueden contar, cuando no tienen que temer ir al colegio y estar solos, cuando saben que se les ayudará a aprender valorando sus características; por otro lado los profesores, orgullosos de su trabajo, sabiendo que cada día dan lo mejor de sí para que Todos aprendan y se sientan felices estando en sus clases, cuando ven avances reales, cuando sienten que sus alumnos se ayudan y protegen, que nadie queda atrás o fuera. Y por último las familias, esas que sienten que sus hijos/as son valorados en la escuela, independientemente de sus características, que sienten que allí están seguros, que cuentan siempre con el apoyo de los adultos y los compañeros.

Pues en una escuela así… quiero yo que crezcan mis hijos.

 

Referencias bibliográficas:

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