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Visor

¿De qué hablamos cuando decimos “Metodologías Activas”?

En los últimos años se están desarrollando un buen número de estrategias que buscan producir un cambio en el modelo de enseñanza-aprendizaje, en el modelo educativo. Estas estrategias son las llamadas metodologías activas que ofrecen herramientas útiles para diseñar la enseñanza centrada en el alumno, en el desarrollo de sus competencias y facilitar la inclusión de la comunidad en el aprendizaje.

Juan José Vergara Ramírez
juanjovergara.com
@juanjovergara

Ninguna metodología, presente, pasada o futura, es capaz, por si sola, de producir un cambio efectivo en la enseñanza. A lo sumo son herramientas útiles para que este se produzca cuando existe un cambio constatado en las mentalidades de todos los actores que intervienen en el aprendizaje. En caso contrario nos encontramos ante una moda educativa que algunos defienden con pasión, otros miran escépticos y solo provoca un boom mediático con escasa capacidad de producir cambios estables en las formas de enseñar y de aprender.

El factor determinante para que el cambio sea efectivo y estable está en que todos los agentes implicados en la educación  y cuando digo esto me refiero a toda la sociedad presente una cierta permeabilidad al cambio.

En las últimas décadas, asistimos a un importante movimiento de renovación que demanda un cambio efectivo en cómo afrontar la enseñanza. Los avances en neurociencia y teoría cognitiva han sentado algunas bases contrastadas sobre cómo se produce el aprendizaje y lo seguirán haciendo, sin duda, en los próximos años. Los cambios vertiginosos en la sociedad de la comunicación han planteado exigencias imperiosas tanto en el campo de la empleabilidad como en el del compromiso ciudadano y con el planeta. Los hábitos relacionales, los modelos de participación, el acceso al conocimiento y la necesidad de crear ciudadanos que se adaptan a ellos exige una nueva mentalidad en el hacer educativo.

Al albur de esta demanda han surgido multitud de estrategias que pueden demostrarse eficaces herramientas para que este cambio sea efectivo. Sin embargo, no serán ellas, por si solas, las que producirán el cambio.  No es de extrañar que decenas de docentes miren escépticos las metodologías activas tildándolas de una moda más que tendrá escasa capacidad de cambio.

 El factor determinante para que el cambio sea efectivo y estable está en que todos los agentes implicados en la educación presenten una cierta permeabilidad al cambio.

Como acertadamente ejemplifica Del Pozo [1]si una persona del siglo XIX viajara a nuestra sociedad posiblemente no sabría como manejarse en un mundo como el actual. Los medios de comunicación, los modelos de organización laboral, de ocio o de nuestras ciudades serían un auténtico e incomprensible laberinto. Pero si entrara en una escuela posiblemente sabría perfectamente qué hacer en cada momento. Vivimos con modelos educativos del siglo XIX en escuelas del siglo XX que pretenden educar a ciudadanos del siglo XXI.

El ejemplo más evidente es la escasa y lenta incorporación de la educación en competencias en el sistema educativo. Hace ya un par de décadas que existe un desarrollo normativo decidido, aunque desigual, entre los distintos países, en convertirlas en foco de atención preferente en la enseñanza. Esto no es tan reciente si releemos el Informe Delors de finales de siglo XX [2] heredero de reflexiones bastante anteriores como el de Coombs[3], por citar alguno en el que ya se hacía visible la necesidad de ampliar el escenario educativo a la comunidad en su conjunto y orientarlo a la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida. En definitiva entender que la educación no tiene una alienante función transmisora de conocimientos heredados. Más bien de dotarles de las habilidades necesarias para habitar el mundo  en el plano personal, comunitario, social, laboral, en una realidad de cambio y como agentes de cambio.

Los instrumentos de evaluación de los sistemas educativos se esfuerzan en valorar especialmente aquellos que se adaptan a este enfoque y los distintos sistemas educativos emprenden la carrera para no descolgarse en rankings como el que determina los informes PISA o TALIS. Sin embargo, el grado de penetración en el día a día de las aulas es relativo. Los modelos de evaluación, la organización de los centros, la propia cultura docente y la presión de las familias sigue un camino lento en el cambio de mentalidades.

Así pues, vivimos una realidad paradójica en educación. En ella convive un deseo decidido por el cambio que protagonizan centenares de docentes y escuelas que entienden la necesidad de afrontar los retos de un nuevo paradigma del aprendizaje, junto a un importante grupo instalado en la cultura del aprendizaje tradicional.

Como decía, los últimos años están siendo prolíficos en el desarrollo de un buen número de estrategias que buscan hacer efectivo en las aulas este cambio de paradigma. Son las llamadas metodologías activas. Modelos que ofrecen herramientas útiles para diseñar la enseñanza centrada en el alumno, en el desarrollo de sus competencias y facilitan la inclusión de la comunidad en el aprendizaje.

Se trata de ofrecer modelos alternativos a las clases tradicionales que consigan renovar las escuelas y reconstruirlas en gestoras de experiencias de aprendizaje en un mundo del siglo XXI.

No es de extrañar que decenas de docentes miren escépticos las metodologías activas tildándolas de una moda más que tendrá escasa capacidad de cambio.

En ellas, el aprendizaje se plantea como un acto cooperativo, el aprendizaje se centra en los procesos y se atiende a la necesidad de plantear retos, problemas o proyectos que impliquen al alumno directamente. Los recursos tecnológicos han pasado a segundo plano convirtiéndose en herramientas que permiten enriquecer o prolongar la experiencia de aprendizaje, en muchos casos, fuera del aula o invertir la secuencia del aprendizaje en lo que respecta al tratamiento de la información.

La incorporación de la comunidad a las actividades del aula se acompaña de iniciativas que invitan a los escolares a ser agentes activos de cambio en la comunidad. De esta forma que lo aprendido se convierte en un servicio a la misma. Los productos tradicionalmente descalificados como objeto de diversión y juego se transforman en herramientas de aprendizaje (gamificación). El pensamiento de diseño (design thinking), hasta ahora utilizado exclusivamente para el mundo empresarial, se adapta a los proyectos educativos y la creatividad, el arte o los modelos de representación visual se emplean sistemáticamente con una finalidad educativa.

Ya no se trata de acumular conocimiento; el foco de atención está en enseñar a pensar. Las redes de comunicación adquieren una relevancia fundamental hasta el punto que se asume que lo importante no es lo que nuestros alumnos sepan hoy en día. Lo fundamental será acompañarles en la construcción de su entorno personal de aprendizaje (PLE) que les permitirá aprender a aprender a lo largo de toda la vida. 

Ya no se trata de acumular conocimiento; el foco de atención está en enseñar a pensar.

¿Qué es y qué no  una metodología activa?

Como es fácil imaginar, utilizar una estrategia de enseñanza “de moda” no la convierte en agente de cambio educativo. Al menos en los términos que he descrito: de cambiar efectivamente el marco del aprendizaje. No se trata tanto de implementar una u otra estrategia metodológica como que esta sea capaz de dibujar un nuevo marco al aprendizaje y la propia cultura de los centros y las comunidades que educan.

Esta novedosa visión de marco para el aprendizaje creo que puede ser la que realmente contribuya a un cambio real en las mentalidades de los distintos agentes implicados, la llamada comunidad educativa. A ello me dedicaba en algún trabajo anterior identificando los focos de atención preferente en el día a día del aula y las herramientas disponibles para cada uno de ellos. Para hacerlo me basaba en el modelo de Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) como marco para la enseñanza.[4]

Pero, ¿cuáles son las características que deben reunir las estrategias utilizadas para emplearse en el marco de las metodologías activas? Describamos algunas que pueden situar las nuevas prácticas educativas en verdaderas herramientas para el cambio de mentalidades y motor del cambio de paradigma en educación.


El contexto está en continua revisión

Las metodologías activas diseñan situaciones de aprendizaje tanto fuera como dentro del aula.

La ruptura entre los ámbitos formales y no formales de la educación son gestionados de forma integrada tanto en el manejo del tiempo escolar/extraescolar como en el espacio educativo los contenidos de las distintas áreas curriculares se revisan con la intención de hacer que trabajen colaborativamente y con utilidad en situaciones reales en la comunidad en que se hallan las escuelas.

Las metodologías activas diseñan situaciones de aprendizaje, tanto fuera como dentro del aula. Incorporan agentes educativos del espacio comunitario y familiar de forma normalizada. Esto también es ampliable a los espacios virtuales dónde el aprendiz habita gran parte de su tiempo diario: las redes sociales y los medios de comunicación.

El aprendizaje sale de las aulas y edifica un espacio-tiempo educativo mucho más amplio: la comunidad donde se produce.

Redefinición del papel del docente

Durante finales del XIX y todo el siglo XX se desarrollaron intensos debates sobre la necesidad de poner en el centro del aprendizaje al alumno. Los grandes pensadores educativos se esforzaron por demostrar la necesidad de protagonizar un verdadero giro copernicano en la forma de entender el aprendizaje. De Montessori a Malaguzzi son decenas los pedagogos que colocan al aprendiz en el centro del acto educativo. La necesidad de entender cómo se produce el aprendizaje se ve corroborado por un interés hasta entonces no especialmente atendido: las características en el desarrollo humano y la influencia del contexto sociocultural en el aprendizaje. El desarrollo de la conectividad global y las comunicaciones produce un nuevo giro en la forma de entender la enseñanza: el conocimiento está distribuido.

El nuevo espacio educativo no se describe, en este momento, sobre la base de algunos docentes que puedan estar de acuerdo o no con la necesidad de centrar el aprendizaje en el alumno y quienes se consideran poseedores únicos de las fuentes de información fiables. Hoy el docente no es la única fuente de información. Es más, la cantidad y facilidad de acceso al conocimiento gracias a Internet, hace que el docente deba redefinir su papel de forma innegociable.

Las estrategias activas de enseñanza dejan de pretender ser los únicos nichos de información para sus alumnos y entra en el debate sobre la gestión de la misma. El desarrollo de competencias en la organización y selección de contenidos (curación), en función de la fiabilidad y utilidad, redefinen el papel de un docente que hasta ahora estaba dedicado exclusivamente a transmitirlos. Se trata de un nuevo docente que los gestiona provocando experiencias de aprendizaje ricas.

El docente pasa de ser un transmisor de contenidos a un gestor de experiencias de aprendizaje.

Las metodologías activas se orientan en este sentido. Describen procesos basados en la organización de proyectos, retos o problemas que los alumnos deben resolver con herramientas variadas y en las que la información está al servicio del desarrollo de habilidades que le sitúen en el objetivo final: aprender a aprender durante toda la vida en una sociedad compleja y cambiante. 

El docente pasa de ser un transmisor de contenidos a un gestor de experiencias de aprendizaje.

 Aprender a pensar, aprender a vivir

Un escenario educativo de profunda ruptura en el espacio, tiempo, contenidos y fuentes de conocimiento abre una profunda reflexión sobre qué y cómo enseñar. El referente ahora es el éxito personal, social, comunitario y laboral de los aprendices.

Las experiencias educativas son estímulos que obligan a reflexionar sobre los propios procesos de aprendizaje y su utilidad en situaciones reales.

Constada la volatilidad de los contenidos que tradicionalmente protagonizaban los currículos de la enseñanza, el esfuerzo se centra en que los aprendices adquieran habilidades de pensamiento y acción eficaz para aprender en este mundo cambiante. Las metodologías activas centran su atención en el desarrollo de las llamadas habilidades blandas (softskills) centradas en la capacidad de colaboración, gestión de la información con vistas a resolver problemas, el desarrollo del pensamiento creativo o crítico.

Entender el aprendizaje como un proceso que dota al alumno de las capacidades deseadas es un cambio radical en la forma de entender la enseñanza. No existe un único camino para adquirir una capacidad y el esfuerzo de la metodología didáctica deja de centrarse en organizar actividades rígidas de entrenamiento o reproducción para reflexionar sobre los procesos de pensamiento, incorporar una visión de la inteligencia como un crisol (inteligencias múltiples) y la utilidad práctica de lo aprendido a situaciones reales (competencias clave).

Las experiencias educativas son estímulos que obligan a reflexionar sobre los propios procesos de aprendizaje y su utilidad en situaciones reales.

El aprendizaje es un acto colaborativo

Una característica común al marco estratégico que protagonizan las metodologías activas asume el principio cooperativo del aprendizaje. La organización de los grupos, las estrategias orientadas al trabajo conjunto, los modelos y herramientas que facilitan o dificultan la comunicación entre los aprendices son objeto preferente de sus diseños.

El empleo de aplicaciones, redes de intercambio o estructuras de trabajo grupal se complementan con la asignación de tareas que buscan poner al aprendiz en la necesidad de producir colaborativamente productos o resolver retos que incorporan las relaciones formales e informales: el desarrollo de actividades con agentes externos al aula, el trabajo conjunto dentro de la misma o la organización de grupos de trabajo en los que la tecnología permite la organización de equipos de trabajo entre aprendices de distintos países o contextos alejados.

Aprendemos como vivimos: en comunidad. El aprendizaje no puede ser una excepción en ello.

El aprendizaje debe demostrarse útil en la realidad del alumno

Solo lo que tiene una utilidad práctica para el alumno tiene posibilidades de permanecer como un aprendizaje relevante. La educación es una herramienta que empodera al aprendiz: invita a la reflexión sobre su realidad y le invita a habitar el mundo que le rodea

Asumida la necesidad de centrar el aprendizaje en la adquisición de competencias, el marco de las metodologías activas buscan elaborar diseños didácticos en los que están presentes dos elementos fundamentales:

  •  El contenido conecta directamente con la realidad cotidiana del alumno

En lo que respecta a los diseños didácticos debemos asumir que el aprendizaje es un acto fundamentalmente intencional: “Aprendemos cuando queremos hacerlo; cuando algo nos sitúa en la necesidad de aprender“ (Vergara, J, 2016). Esto sucede cuando el contenido de la enseñanza habla directamente de nosotros mismos.

El marco de enseñanza de las metodologías activas reflexionan activamente sobre la relación directa del contenido de la enseñanza con el aprendiz. ¿Dónde está presente el contenido que pretendemos tratar en la vida cotidiana de nuestros alumnos? Esta es, sin duda, una pregunta que preside el inicio de cualquier planteamiento didáctico en este nuevo escenario educativo.

  •  Lo aprendido demuestra su utilidad práctica

Lo que el alumno aprende debe poder tener una utilidad concreta e inmediata en su vida, en su forma de entender el mundo, su cotidianeidad y los medios de comunicación que emplea a diario.

Debe servir para mejorar su competencia. O dicho de otra forma; es una herramienta que le hace libre. El aprendizaje es un instrumento que mejora la comprensión de la realidad con una utilidad práctica.

Solo lo que tiene una utilidad práctica para el alumno tiene posibilidades de permanecer como un aprendizaje relevante. La educación es una herramienta que empodera al aprendiz: invita a la reflexión sobre su realidad y le invita a habitar el mundo que le rodea.

Co-crear un marco estratégico para un escenario global

Un aspecto destacable en la creación de contenido sobre el marco que ofrecen las metodologías activas es su construcción colaborativa. Decenas de docentes e investigadores ofrecen generosamente multitud de experiencias, reflexiones en webs y blogs personales que constituyen una auténtica comunidad de profesionales que trabajan por el cambio educativo y la aplicación de las metodologías activas como herramientas útiles para conseguirlo.

En otro espacio[5] hacia una búsqueda sistemática de algunas de las mejores páginas web que tratan sobre metodologías activas y que, junto a otras muchas, pueden complementar estas ideas.

En definitiva el cambio en educación es un movimiento a favor de un cambio de mentalidades sobre la práctica y la reflexión. Un esfuerzo de decenas de docentes que se empeñan día a día por llevar a sus aulas experiencias ricas y memorables para sus alumnos.

 


[1] Del Pozo, I (2016). Educar en tiempos revueltos. Madrid: Alianza

[2] Delors, J. (1997). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana

[3] Coombs, P. (1971). La crisis mundial de la educación. Barcelona. Ediciones 62

[4] Vergara, J. (2016) [3º ed]. Aprendo porque quiero. El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) paso a paso. Madrid. BIE. S.M.

Juan José Vergara Ramírez