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Visor

La convivencia democrática en las escuelas

Los centros educativos tenemos una responsabilidad social enorme, podemos contribuir a formar personas capaces de establecer relaciones sociales igualitarias y de reparar dichas relaciones cuando se deterioran. Los modelos tradicionales no dan respuestas a esta demanda social, sin embargo, existen escuelas que apuestan por la convivencia participativa como modelo de gestión y de aprendizaje para el alumnado.

Juan de Vicente Abad

Orientador IES Miguel Catalán

Participar en un encuentro destinado a reflexionar sobre la gestión de la convivencia en los centros educativos es para mí una gran oportunidad, me permite detenerme, organizar las ideas y presentar algunas conclusiones que espero que estimulen a otras personas que también forman parte de la comunidad educativa.

Mi centro educativo forma parte de un movimiento creciente dentro de la educación que aborda la convivencia escolar desde planteamientos de justicia restaurativa. Este enfoque está dando unos frutos muy positivos y representa una propuesta seria y fundamentada de aprendizaje de las competencias sociales y emocionales al tiempo que ofrece respuestas educativas eficaces a problemas que no son resueltos desde otros enfoques de la gestión de la convivencia.

En esta intervención voy a ir dando contenido a las ideas claves de este enfoque al tiempo que compartiendo lo que hemos aprendido en los últimos quince años en la gestión diaria de la convivencia en el IES Miguel Catalán.

La gestión democrática de la convivencia tiene un largo pasado y una breve historia.

La escuela siempre ha contado con profesionales sensibles a las relaciones sociales del alumnado, conscientes del papel que esta juega en la socialización de este y del efecto que un buen ambiente en el aula tiene en sus aprendizajes. Sin embargo, los trabajos más sistemáticos sobre gestión participativa de la convivencia comenzaron a desarrollarse en nuestra comunidad autónoma hace aproximadamente 20 años. Gracias a una iniciativa promovida por el centro de formación Las Acacias se proporcionó formación a muchos centros en torno a la mediación escolar y fueron numerosos los institutos que crearon sus equipos de mediación. Se trataba de equipos formados por alumnado, profesorado y familias que abordaban los conflictos del centro mediante el uso del diálogo y con la idea de aprovechar los conflictos escolares  como oportunidades para el aprendizaje. Con el tiempo, algunos de esos equipos desaparecieron por falta de estímulo institucional, pero otros se han mantenido diversificando sus intervenciones y ocupando un papel central en los institutos. El Equipo de Mediación y Tratamiento de Conflictos del IES Miguel Catalán es un ejemplo de este conjunto de centros que se transforman y en la actualidad apuestan por la convivencia participativa como modelo de gestión y de aprendizaje para el alumnado. Pero, ¿qué hemos aprendido en este rico camino que hemos recorrido junto a numerosas familias, alumnado y profesorado?

Este modelo es un éxito.

Los centros educativos tenemos una responsabilidad social enorme, podemos contribuir a formar personas capaces de establecer relaciones sociales igualitarias y de reparar dichas relaciones cuando se deterioran.

 La gestión participativa de la convivencia funciona: mejora el clima relacional en los centros y en las aulas, los conflictos se abordan de forma más eficaz, mejora el nivel de reflexión moral del alumnado y se desarrolla la prosocialidad del alumnado quienes que se convierten en personas capaces de gestionar conflictos.

Los centros educativos tenemos una responsabilidad social enorme, podemos contribuir a formar personas capaces de establecer relaciones sociales igualitarias y de reparar dichas relaciones cuando se deterioran. Los modelos tradicionales no dan respuestas a esta demanda social, sin embargo, el enfoque restaurativo nos permite hacer de la convivencia un aprendizaje útil para la vida.

Junto con estos aprendizajes y el desarrollo de las competencias socioemocionales comprobamos que el trabajo en torno a la convivencia participativa incide también en el aprendizaje del alumnado. Un buen clima de centro y de aula se convierte en una condición facilitadora aunque no de forma exclusiva del rendimiento escolar de todo el alumnado. El sentimiento de pertenencia y la motivación hacia el centro y las actividades que en él se realizan son dos variables que contribuyen a la mejora en el éxito académico de nuestro alumnado.

Esta sociedad que tiende a deslumbrarse con exitosos modelos externos, debe saber que en muchos centros de nuestra geografía se trabaja de forma muy eficaz la convivencia; las instituciones y los medios de comunicación deben contribuir a visibilizar las buenas prácticas que se están realizando y transmitir a las familias que tenemos buenas respuestas para el aprendizaje de la convivencia y el afrontamiento de problemas tan de actualidad y tan serios como el bullying.

La convivencia es objeto de aprendizaje

El modelo participativo de gestión de la convivencia desarrolla personas capaces, no tanto de no tener conflictos, como de desplegar múltiples herramientas para afrontarlos eficazmente tanto en la escuela como en su vida futura.

Podríamos definir la calidad de un centro educativo por la cantidad, la diversidad y la calidad de oportunidades que ofrece para el aprendizaje para todos y cada uno de sus alumnos y alumnas. Pues bien, la convivencia, la socialización, también debe ser programada por los centros educativos y ser objeto de aprendizaje por parte del alumnado. Un modelo de gestión democrática de la convivencia busca que todo el alumnado conozca las claves que explican las relaciones sociales así como los factores que hacen que estas claves funcionen adecuadamente, se estropeen o de qué manera se pueden reparan. Los conflictos, los sentimientos, los pensamientos, las conductas, el funcionamiento de los grupos, etc. son elementos de un mismo campo semántico vinculado a las relaciones humanas que debe ser conocido, aprendido y gestionado por el alumnado.

El modelo participativo de gestión de la convivencia desarrolla personas capaces, no tanto de no tener conflictos, como de desplegar múltiples herramientas para afrontarlos eficazmente tanto en la escuela como en su vida futura. Las escuelas que apuestan por este modelo programan en sus currículos estos contenidos y ponen a su servicio recursos y tiempos para llevarlos a cabo. Nuestra experiencia en el IES Miguel Catalán nos ha llevado a programar estos aprendizajes y secuenciarlos a lo largo de la ESO, tanto a través del Plan de Acción Tutorial como de las diferentes materias. El aprendizaje se realiza de forma intencional, explícita, programada y preventiva a través de contenidos como la inteligencia emocional (autoconsciencia, conocimiento de las emociones propias y ajenas, empatía, autocontrol…), las relaciones interpersonales (relaciones de amistad, de dominio-sumisión: el bullying, la relación de ayuda, la dinámica de grupos…) la resolución de conflictos (las dinámicas de los conflictos, comunicación interpersonal, la toma de decisiones responsable, las estrategias restaurativas de resolución: la escucha activa, la mediación, los círculos restaurativos…), la conciencia social (respeto por la diversidad, detección de necesidades sociales, factores de protección y de riesgo en la comunidad, compromiso social).

Junto a estos conocimientos programados, desarrollamos también oportunidades para el aprendizaje a través de la participación en la resolución de los conflictos reales que se producen en la vida diaria en nuestro centro.

La gestión eficaz pasa por la participación

  Solo contando con la participación del alumnado se pueden abordar problemas tan serios como el acoso escolar, donde la clave para su detección e intervención pasa por el compromiso de unos espectadores activos que impidan que se produzca este tipo de situaciones.

Uno de los elementos clave que define la justicia restaurativa es el protagonismo de la comunidad educativa en la reparación de lo que se ha deteriorado. El clima escolar, el ambiente del aula se deteriora cuando se producen situaciones de acoso escolar, peleas o simplemente no es posible dar clase. Nuestra experiencia nos muestra que tanto en la resolución de conflictos como en la prevención, el papel de la comunidad educativa es un factor de éxito.

Algunos ejemplos que ilustran esta idea los encontramos en situaciones como las siguientes: cuando el alumnado participa en el establecimiento de las normas de convivencia conseguimos que mejore su compromiso con el cumplimiento de dichas normas al tiempo que les ofrecemos una oportunidad muy valiosa para que mejore su nivel de reflexión moral. Cuando participan en la gestión de los conflictos del aula asumen el papel de protagonistas de la gestión de su propia convivencia y crecen en su dimensión de personas responsables. Cuando participan en estructuras destinadas a la observación de la convivencia se convierten en los ojos de la comunidad educativa que velan por que todo el alumnado se sienta cómodo en el instituto y contribuyen a evitar numerosos problemas. Finalmente cuando diseñan actividades relacionadas con la convivencia y las dirigen en las aulas se convierten en verdaderos protagonistas de su aprendizaje. Las normas, los protocolos, la observación y la prevención son fases de la gestión de la convivencia en los que la comunidad educativa tiene un protagonismo que ofrece resultados muy eficaces.

Por si fueran poco estos beneficios, nuestra experiencia nos indica además, que solo contando con la participación del alumnado se pueden abordar problemas tan serios como el acoso escolar, donde la clave para su detección e intervención pasa por el compromiso de unos espectadores activos que impidan que se produzca este tipo de situaciones. En el caso de nuestro instituto hemos conseguido que el trabajo de los Círculos de Convivencia (que luego comentaremos) impida que estas situaciones pasen desapercibidas y se repitan en el tiempo, en definitiva que se conviertan en casos de acoso escolar. 

El modelo es sostenible cuando se supera el voluntarismo

La implantación de equipos de mediación y resolución de conflictos en los centros educativos se realizó en sus inicios gracias a la formación apoyada institucionalmente. A las tareas docentes del profesor interesado se añadían las de mediador o mediadora y, aunque en algunos casos la inspección concedía descuentos horarios, en la mayoría de las ocasiones los centros se organizaban descontando alguna hora lectiva (en el mejor de los casos) o bien horas de guardia.

En la actualidad, los centros que apuestan por este modelo intentan incorporar todas las actuaciones que se realizan tanto el horario del profesorado como en el del alumnado, de modo que sus intervenciones no sean un añadido a sus labores docente y discente sino más bien al contrario, que se incorporen a la rutina general de funcionamiento. Una de las medidas que más éxito tiene y que facilita en mayor medida el funcionamiento de este modelo es situar en la misma franja horaria las tutorías de un mismo nivel educativo, para que el equipo de profesores que coordina ese nivel pueda desdoblar la tutoría y trabajar con el alumnado de cada clase que pertenece a alguna de las estructuras de participación. 

En el caso del IES Miguel Catalán todas las tutorías de cada nivel están situadas en la misma franja horaria y las cinco estructuras  que existen en cada clase (equipo de delegados, círculos de convivencia, ciberalumnado, agentes de salud y corresponsales de juventud) son sostenidas por adultos (profesorado del centro y técnicos del ayuntamiento) en la primera tutoría de cada mes. Incluir todo este trabajo en el Plan de Acción Tutorial así como en el horario de profesorado, alumnado y agentes externos hace de este programa un proyecto sostenible. 

La gestión de la convivencia necesita liderazgo.

 La existencia de personas con liderazgo es imprescindible, pero los liderazgos se hacen sostenibles cuando son compartidos. La creación de equipos en los centros multiplica la eficacia del liderazgo así como las posibilidades de intervención.

Cualquier proyecto de innovación necesita liderazgo y el caso de la gestión participativa de la convivencia no es una excepción. Necesitamos personas en los centros con capacidad y talento que generen ilusión, que sean capaces de contar con la capacidad y el talento del resto de profesorado y el alumnado.

Cuando hablamos de liderazgo nos referimos a tres aspectos diferenciados de un mismo fenómeno: el liderazgo institucional, el liderazgo directivo y el pedagógico. Como hemos señalado anteriormente la convivencia participativa es posible cuando la administración educativa entiende que debe apoyar al profesorado ofreciéndole formación, impulsando medidas que favorezcan la participación de la comunidad educativa, considerando estas funciones en el horario del profesorado. Liderar una comunidad educativa pasa por ofrecerle los recursos que necesita para hacer de la convivencia un verdadero aprendizaje en los centros. Sin embargo se trata de una condición necesaria pero no suficiente. En los centros debe existir un liderazgo directivo que apueste por una forma de entender la convivencia en la que las familias, el alumnado y el profesorado deben tener su protagonismo y participación. Apostar por crear estructuras de participación, situar las tutorías en la misma franja horaria, estimular sistemas de resolución de conflictos basados en el diálogo que tienen en cuenta las relaciones interpersonales son algunas de las acciones que corresponden a este nivel de liderazgo. Finalmente, necesitamos también un liderazgo pedagógico en el que el profesorado con formación y experiencia promueva acciones, proponga métodos y actividades que vertebrarán el currículo en convivencia del alumnado.  

Todas estas formas de liderazgo no pueden ni deben ser sostenidas exclusivamente por personas singulares. Nuestra experiencia nos dice que la existencia de personas con liderazgo es imprescindible, pero que los liderazgos se hacen sostenibles cuando son compartidos y no dependen de tan pocas personas. La creación de equipos en los centros multiplica la eficacia del liderazgo así como las posibilidades de intervención.

La participación en convivencia ofrece numerosas oportunidades para el crecimiento moral

 La gestión de la convivencia de forma participativa ofrece numerosas oportunidades para el crecimiento moral. Por ejemplo, cuando ofrece al alumnado la posibilidad de reflexionar sobre las normas de las que quiere dotarse.

 La escuela debe ofrecer oportunidades para el crecimiento moral de su alumnado, en una escuela diversa no todo el alumnado acude con el mismo nivel de madurez moral. El crecimiento moral se produce cuando el entorno favorece ofrece oportunidades para reflexionar sobre situaciones sociales, y el factor de socialización que más determina esa madurez moral, al menos en una primera etapa de la vida, es la familia. Desgraciadamente no todo el alumnado cuenta con experiencias familiares enriquecedoras y es ahí donde la escuela tiene un papel compensador de esas diferencias. Una de las funciones por tanto de la escuela es ofrecer oportunidades para el desarrollo moral de su alumnado. La gestión de la convivencia de forma participativa ofrece numerosas oportunidades para el crecimiento moral, y la primera de esas oportunidades se produce cuando ofrece al alumnado la posibilidad de reflexionar sobre las normas de las que quiere dotarse para que todo el alumnado pueda aprender mejor y socializar adecuadamente. Como hemos señalado anteriormente, establecer las normas de forma participativa además aumenta el compromiso con su cumplimiento.

El objetivo final de un modelo participativo es la inclusión de todo el alumnado

 La mediación o los círculos restaurativos son medidas muy eficaces en la resolución de conflictos escolares que utilizamos con cierta frecuencia en nuestro instituto; no obstante, donde verdaderamente ponemos el énfasis es en las medidas preventivas.

 Los conflictos interpersonales son inherentes a las relaciones humanas, de modo que en la escuela siempre nos encontraremos con conflictos porque siempre habrá relaciones sociales vivas. El modelo participativo basado en un concepto de justicia restaurativa plantea que el alumnado está en proceso de aprendizaje, que el incumplimiento de las normas en muchas ocasiones se produce por falta de habilidad y entrenamiento en competencias socioemocionales, que el conflicto es una oportunidad para todo el alumnado para aprender dichas competencias y que necesitamos mecanismos de regulación de conflictos que faciliten comprensión de los efectos de nuestra conducta en los demás, que promuevan la asunción de responsabilidades por las acciones realizadas y la reparación del daño causado.

Cuando enfocamos la convivencia como un aprendizaje nos planteamos que todo el alumnado debe ser objeto del interés del centro. Y son los procesos restaurativos los que van a permitir que todo el alumnado forme parte de la comunidad educativa y se camine hacia un modelo de escuela más inclusiva. En todos institutos de secundaria utilizamos diferentes medidas ante el incumplimiento de las normas, sin embargo encontramos diferencias en el peso que cada una de estas medidas tiene en cada centro. En los institutos que caminamos más por la senda de la justicia restaurativa intentamos reducir las medidas punitivas porque sabemos que tienen efectos limitados en cuanto a su eficacia para cambiar las conductas del alumnado y apostamos más por las medidas reparadoras, reeducativas y preventivas. La mediación o los círculos restaurativos son medidas muy eficaces en la resolución de conflictos escolares que utilizamos con cierta frecuencia en nuestro instituto; no obstante, donde verdaderamente ponemos el énfasis es en las medidas preventivas, que nos permiten anticiparnos a los diferentes problemas que puedan surgir mediante el trabajo previo de desarrollo de las competencias socioemocionales.

El modelo se sustenta en la corresponsabilidad de la comunidad educativa.

La sensibilización del profesorado, el personal no docente y las familias también es clave en una comunidad educativa que apuesta por un clima de convivencia sano.

La creación de estructuras de participación estables incluidas en la dinámica del aula y con tiempos de trabajo establecidos en el horario escolar es la principal clave organizativa que garantiza el éxito de este modelo. Cuando el alumnado se apunta de forma voluntaria a alguna de las estructuras asume un papel con respecto al resto de la comunidad. De esta forma, los Círculos de Convivencia tienen asignadas funciones de acogida con el alumnado nuevo que se incorpora al centro, al tiempo que asumen la responsabilidad de observar y detectar situaciones en las que cualquier alumno o alumna pudiera sentirse incómodo en sus relaciones sociales con el resto. El acoso escolar es un fenómeno que podría producirse en cualquier centro educativo y que viene definido por unas relaciones asimétricas entre iguales, sin embargo sabemos que este solo es posible cuando unos agresores realizan ciertas conductas de violencia física o psicológica sobre unas víctimas, en presencia de unos espectadores que permanecen pasivos. Pues bien los Círculos de Convivencia constituyen una estructura de espectadores que van a tener un papel activo y que van a impedir que esas situaciones prosperen. Lejos de sentirse chivatos, se sienten responsables del cuidado de toda la clase y al sentirse respaldados por el centro intervienen de forma activa en cualquier disputa, desencuentro o agresión entre iguales.

Ningún sistema que pretenda abordar el acoso escolar de forma seria y eficaz puede prosperar sin contar con la intervención del propio alumnado y solo por este motivo esta estructura que funciona en nuestro centro desde hace quince años merece la pena. Cualquier otra intervención sobre víctimas o sobre agresores puede ser interesante, pero la más directa, eficaz, económica y fácil es el trabajo con unos espectadores concienciados que no están dispuestos a permitir que en su presencia o con su consentimiento se produzcan relaciones de asimetría entre iguales.  

La responsabilidad en la observación del clima de convivencia no es únicamente una función del alumnado. La sensibilización del profesorado, el personal no docente y las familias también es clave en una comunidad educativa que apuesta por un clima de convivencia sano.

 Compromiso social

 El aprendizaje que el alumnado realiza en competencias socioemocionales y que aplica en su trabajo diario en la vida del centro, se ve complementado por otro tipo de programas vinculados a las materias en una metodología denominada de aprendizaje servicio. La idea es vincular las diferentes materias curriculares con el desarrollo de servicios solidarios en el entorno. Nuestro instituto cuenta con una veintena de programas de aprendizaje servicio anuales en los que el alumnado desde 2º de la ESO a 2º de bachillerato participa en diferentes proyectos sociales que, a su vez, atienden a necesidades sociales del entorno y que se relacionan con contenidos curriculares. El mercadillo de juguetes de segunda mano organizado por el Ayuntamiento vinculado a la asignatura de Ciudadanía, la maratón de sangre que se realiza anualmente en Coslada vinculado a las materias de 3º de la ESO de Biología, Cultura Clásica, Iniciativa Emprendedora e Inglés o el proyecto de Memoria Histórica en el que los alumnos de 4º de la ESO tienen un encuentro con mayores de la localidad y se produce un acercamiento intergeneracional que se vincula con las materias de Ciudadanía y Ética, Lengua Castellana, Tecnología y Geografía e Historia, son algunos ejemplos de proyectos de aprendizaje servicio que realizamos.

El aprendizaje servicio está permitiendo al centro abrirse mucho más a las necesidades sociales del entorno, hacer más prácticas las materias, ofrecer al alumnado un entorno de aprendizaje más práctico y orientarles mejor en diferentes campos profesionales. Las competencias que ellos desarrollan realizando estos proyectos suman a las propias de cada materia las socioemocionales que van experimentando a lo largo de su formación en el programa de convivencia participativa.

Retos.

 Las autoridades educativas deben promover este tipo de enfoques, ofrecer formación , difundir y apoyar las buenas prácticas y facilitar la organización interna de los centros con recursos en forma de tiempo de dedicación del profesorado para promover estos programas.

Un centro que apuesta por la convivencia desde un modelo participativo mantiene en su agenda de forma permanente todos los aspectos relacionados con el clima escolar. No podemos decir que hayamos conquistado un clima de bienestar absoluto, más bien nos identificamos con un centro que sitúa la convivencia en el centro de sus objetivos pedagógicos y que despliega múltiples recursos para afrontar todos los problemas que surgen en el día a día y donde las respuestas reparadoras surgen del esfuerzo de toda la comunidad educativa.

Consideramos que tanto nuestro centro como muchos otros que trabajan en esta línea deben caminar hacia la superación de nuevos retos. A continuación explicamos brevemente los que consideramos más relevantes:

1. Necesitamos que se refuerce el liderazgo institucional. Las autoridades educativas deben promover este tipo de enfoques, ofrecer formación a la comunidad educativa, difundir y apoyar las buenas prácticas y valorarlos facilitando la organización interna de los centros con recursos en forma de tiempo de dedicación del profesorado para promover estos programas.

2. Necesitamos liderazgos compartidos. Muchas veces estos proyectos dependen de pocas personas, alguna profesora o profesor con experiencia en mediación o con sensibilidad hacia cierto tipo de alumnado. Este tipo de proyectos solo son sostenibles en el tiempo si se amplia el liderazgo a otro profesorado, alumnado e incluso familias.

3. Necesitamos superar la feminización de la ayuda. Nos encontramos muchas más madres, profesoras y alumnas dispuestas a participar en estructuras de ayuda que varones. Los chicos tenemos un déficit en nuestras competencias emocionales que nos hace no elegir de forma tan masiva como las chicas este tipo de actividades. Es importante que seduzcamos a los chicos para que desarrollen estas competencias y elijan ponerlas en marcha más a menudo.

4. Necesitamos espacios y tiempos para compartir y aprender de otras buenas prácticas que se realizan en otros centros educativos. Los centros suelen poner sus esfuerzos en las medidas que desarrollan hacia adentro, pero necesitamos que el aprendizaje de cada centro sea el de una comunidad educativa mayor, que las buenas prácticas de unos y otros vayan construyendo un conocimiento compartido.

5. Necesitamos escuelas más abiertas a las necesidades del entorno. El aprendizaje de las materias debe estar mucho más vinculado a la vida que a las necesidades que luego cubren las diferentes disciplinas profesionales. Ese vínculo con la vida se convierte en un estímulo y en un factor de motivación para el aprendizaje de gran parte del alumnado y hace de los centros educativos lugares mucho más atractivos.

6. Necesitamos dar respuestas eficaces desde la convivencia y el aprendizaje a personas y colectivos que, actualmente, tienen un difícil encaje en la escuela pública. Nos referimos alumnado refugiado, con dificultades con el idioma, con necesidades especiales, con grave desventaja social y carencia de hábitos de socialización. Este tipo de alumnado nos plantea retos para los que actualmente no tenemos respuestas ni suficientemente inclusivas, ni con las necesarias garantías de éxito escolar. 

Tenemos un largo pasado, contamos con una exitosa historia que está revolucionando la manera de aprender en la escuela y necesitamos seguir profundizando en las mejores vías para dar respuesta a los alumnos y las alumnas. El camino no es fácil pero lo escribimos en primera persona del plural.

Juan de Vicente Abad