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Visor

El Programa de Alumnos Ayudantes: un enfoque educativo para atender el acoso escolar dentro de un modelo integrado.

Vivimos un momento que se caracteriza por un aumento de la sensibilidad social sobre la necesidad de prevenir los problemas relacionados con la violencia escolar, y de búsqueda de alternativas para atender los conflictos de convivencia en centros educativos.

Juan Carlos Torrego

Doctor en Ciencias de la Educación y profesor de la UAH

“La verdadera disciplina no se instituye desde afuera, según una regla preestablecida, con su cortejo de prohibiciones y sanciones. Es la consecuencia natural de una buena organización del trabajo cooperativo y del clima moral de la clase. La experiencia nos ha demostrado que cuando la clase está bien organizada, cuando todos los niños tienen, individualmente o en grupo, un trabajo interesante que se inscribe en el marco de la vida escolar, logramos una armonía casi ideal. No hay desorden sino cuando hay una falla en la organización del trabajo, cuando el niño no está ligado a la clase por una actividad que responda a sus deseos y sus posibilidades"
                                                                                                                                                           Célestin Freinet

Introducción
Vivimos un momento que se caracteriza por un aumento de la sensibilidad social sobre la necesidad de prevenir los problemas relacionados con la violencia escolar, y de búsqueda de alternativas para atender los conflictos de convivencia en centros educativos. Somos conocedores de acontecimientos reiterados de disrupción en las aulas, ese fenómeno por el cual los profesores sienten que no pueden desarrollar su profesión docente al encontrarse con graves dificultades para impartir sus clases. Junto a ello nos podemos encontrar con otros tipos de conflictos escolares como actos vandálicos, destrozos, episodios de violencia física o psicológica, incumplimiento de las normas del centro, absentismo escolar y todo lo que tiene que ver con comportamientos de inseguridad; hay quien incluiría los temas de fraude o corrupción. Estos datos no hacen otra cosa que reflejar un malestar por la percepción negativa del aumento de los fenómenos de indisciplina, comportamiento antisocial y violencia escolar. También nos hemos sentido afectados por una de las peores expresiones de esta situación: los fenómenos de maltrato entre iguales o bullying, con las tremendas consecuencias que conlleva en la vida de los implicados.
A esta toma de conciencia se une el interés informativo que está concitando la violencia en la escuela, hasta tal punto que el tema ha pasado a los titulares de prensa y a formar parte de los debates educativos. No siempre en los mismos nos encontramos con un discurso que pretende entender en profundidad los problemas, sino más bien se utiliza esta información como un nutriente más, orientada a mantener las audiencias sin cuidar el daño que se puede estar generando, y sin establecer un lógico código de autocontrol imprescindible cuando se abordan temas de esta naturaleza. Desde algunos medios de comunicación parece que interesa presentar de un modo directo y con un cierto tono de alarmismo las imágenes de destrozos, actos vandálicos, noticias sobre agresiones a profesores, acoso sexual y de maltrato entre alumnos. Tampoco es inhabitual que la focalización de esta información se asocie de un modo descarnado hacia grupos sociales o étnicos sometidos a condiciones de marginación, alimentando generalizaciones y prejuicios sobre determinados colectivos, lo que puede estar fomentando aún más la cultura de violencia xenófoba.
Desgraciadamente no siempre suponen noticia de interés las experiencias positivas de mejora de la convivencia que profesores, en colaboración con alumnos y familias, están poniendo en marcha para atender esta problemática. Tal vez por esta misma razón, nos parece oportuno presentar la línea de mejora de la convivencia, que es la que viene siendo impulsada y asesorada por el grupo de investigación reconocido por la Universidad de Alcalá (España) ”Inclusión y Mejora Educativa: Convivencia y Aprendizaje Cooperativo”, dentro de lo que hemos venido en denominar “modelo integrado de mejora de la convivencia” (Torrego, 2006, 2008).

Convivencia y disciplina

La convivencia no puede entenderse solo como una simple respuesta de prevención a la violencia. Supone un proyecto ilusionante en torno a una meta  común, lo cual implica generar procesos sociales de participación orientados a la creación de un sentido positivo de pertenencia a la institución.

Es importante pararse un momento a compartir el concepto que tenemos de convivencia y disciplina en la escuela, ya que este ha de ser el referente para comprender e impulsar un plan de convivencia en cada centro. Partimos de una definición amplia y global sobre convivencia estrechamente vinculada con el deseo de paz. Pensamos que la convivencia no puede entenderse solo como una simple respuesta de prevención a la violencia. Supone un proyecto ilusionante y un compromiso colectivo con querer vivir “con y para” los otros en torno a una meta o proyecto común, lo cual implica generar procesos sociales de participación orientados a la creación de un sentido positivo de pertenencia a la institución. Por esto, pensamos que un modo más preciso de caracterizar este concepto es denominarlo “convivencia pacífica”, ya que nos conecta con el conocimiento útil sobre gestión de conflictos y recoge en consecuencia que el conflicto forma parte de la vida. La paz que interesa construir en una institución educativa es a la que se llega, y se construye activamente a partir de una transformación positiva de los conflictos y, por tanto, se cuidan elementos tan importantes asociados a esa paz positiva como son la reparación, la reconciliación y la resolución en profundidad del conflicto (Galtung, 1998).


En esta misma dirección, y destacando el texto de inicio del eminente pedagogo Celestín Freinet, consideramos que hay que redefinir el concepto de disciplina y no debería asociarse solo como estrategia de control para que el profesor pueda enseñar, sino que debería asociarse al conjunto de medidas y estrategias que permitan crear en el aula y en el centro un clima adecuado para el aprendizaje. Hoy, por ejemplo, ya sabemos que los enfoques didácticos de tipo inclusivo, como es el caso del aprendizaje cooperativo (Torrego y Negro, 2012), son preventivos respecto a los problemas de disciplina, pues se orientan a evitar la exclusión que puede estar presente en la base de comportamientos antisociales. Como sabemos, el aprendizaje cooperativo es el empleo didáctico de grupos reducidos donde los alumnos trabajan juntos para maximizar su propio aprendizaje y el de los demás a través de la generación de procesos de interdependencia positiva entre ellos.


El modelo integrado de promoción de la convivencia


El modelo integrado de regulación de la convivencia en instituciones educativas supone un enfoque global de promoción y gestión de la convivencia en centros educativos a partir de hacer realidad un marco de valores sobre resolución pacífica de conflictos, como son los de cooperación y solidaridad, tan adecuados para prevenir el maltrato entre iguales. Este modelo plantea una actuación en diversos planos: el afianzamiento de la autoridad educativa a través de la elaboración democrática de normas, desde una perspectiva de aula y centro, la inserción de una nueva unidad organizativa en el centro denominada “equipo de mediación y tratamiento de conflictos”, en el que se incorporan dos subprogramas (el de Mediación de Conflictos (Torrego, 2000) y el de Alumnos Ayudantes (Torrego, 2012), y, al tiempo, se realiza una propuesta sobre un conjunto de propuestas de índole curricular y organizativa que están en la base de las buenas prácticas de gestión de la convivencia y que hemos venido a denominar “marco protector”, debido a su contribución a la prevención y transformación de conflictos. Consideramos que este modelo contribuye a la realización con sentido del diseño y desarrollo del Plan de Convivencia.

Acoso escolar, bullying y ciberacoso

 El acoso es un fenómeno que se distribuye por igual en las distintas partes del territorio nacional y  no existen diferencias en cuanto a la titularidad del centro. Las situaciones de acoso se dan en todos los estratos sociales.”

El acoso escolar es una conducta de persecución o violencia física y/o psicológica que realiza un alumno o grupo de alumnos contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques. Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios. Generalmente, las víctimas se ven afectadas en su integración social y en sus aprendizajes, y la continuidad de estas relaciones provoca en las víctimas efectos claramente negativos: descenso en su autoestima, aislamiento, rechazo al entorno escolar, dificultades de concentración, estados de ansiedad e, incluso, cuadros depresivos, lo que dificulta el desarrollo normal de los aprendizajes.


Para poder afirmar que estamos ante una situación de acoso escolar se deben dar, al menos, estas características: reiteración en los ataques que el agresor produce en la víctima, intencionalidad de hacer daño a la víctima y asimetría de poder entre quien ejerce el maltrato y quien lo recibe.


Al mismo tiempo, el acosador, al ver reforzadas sus conductas, desarrolla un estilo de personalidad violento y falto de empatía, que va a tener graves repercusiones en su desarrollo personal.


El ciberacoso supone un comportamiento violento que puede realizarse de un modo oculto a la visión de los adultos del centro, normalmente practicado en grupo: intimidación directa o indirecta a través de las TIC (sms, e-mail, teléfonos móviles, redes sociales, blogs, foros, etc.); y se expresa con exclusión social, poner motes, vejaciones, esconder cosas, deteriorar propiedades de las personas…


Pero el maltrato o acoso escolar no solo afecta negativamente al acosado y acosador, sino que alcanza a los menores que como testigos están presenciando situaciones de maltrato entre compañeros.


Por tanto, podemos distinguir tres tipos de protagonistas en las situaciones de maltrato escolar: víctimas, agresores y espectadores pasivos. Cada uno de los cuales se caracteriza por los siguientes rasgos:


Víctimas.- Suelen ser chicos y chicas inseguros, débiles, cautos, tranquilos, sensibles, con percepción negativa de sí mismos y autoestima baja. A menudo son físicamente más pequeños y débiles que sus agresores.

Puede existir alguna característica diferencial que actúe como reclamo: de tipo físico (usar gafas, tener un problema de dicción, el color de la piel...) u otras como,ser demasiado inteligente o destacar por sus notas (“el empollón”),  etc.

La víctima suele sentirse avergonzada por estas características. A veces, y de forma más frecuente entre las chicas, la persona objeto de maltrato es aislada por el grupo, debido a conflictos acontecidos (celos, problemas de protagonismo o liderazgo, alianzas, etc.).

Con frecuencia, las víctimas tienen dificultades para establecer relaciones sociales y para mantenerlas (personas solitarias con escasa relación con los iguales).

Suelen estar apegados a sus familias, principalmente a la madre. Al recibir agresiones aumenta su ansiedad y perciben el centro como un lugar inseguro y hostil. En ocasiones pueden desarrollar enfermedades de origen psicosomático: cefaleas, problemas digestivos o dermatológicos, cuadros de ansiedad o depresión, fobias, etc.


Agresores.- Suelen ser alumnos que afrontan los conflictos que les plantean las relaciones sociales utilizando la fuerza y la violencia y buscando la sumisión de la víctima. Pueden tener mayor edad, corpulencia o fuerza física que las víctimas y presentar dificultades para empatizar con el sufrimiento de las víctimas al tiempo que no tienen sentimiento de culpabilidad. Su nivel de integración escolar suele ser bajo (repetidores en ocasiones), y en el aula pueden retar al adulto y se comportan de forma disruptiva, aunque a veces actúan de forma sibilina y consiguen pasar desapercibidos.

En la mayor parte de los casos, en el seno familiar existe un estilo educativo que usa la violencia para resolver los conflictos, y generalmente los padres justifican los actos violentos de sus hijos o simplemente no están presentes para establecer normas y límites. En muchas ocasiones, los maltratadores reproducen lo que han vivido en casa.


Espectadores.- Son los testigos del maltrato y mayoritariamente son los compañeros de las víctimas y de los agresores. En muchas ocasiones permanecen pasivos frente a la situación de maltrato de la que son testigos, bien por miedo a ser también maltratados o por una actitud de falta de compromiso y empatía con la víctima, o porque no saben como reaccionar.

Los agresores necesitan del silencio y complicidad de los espectadores. Esta postura de pasividad frente a estas situaciones de acoso puede desarrollar en los espectadores un detrimento en sus valores y una personalidad poco comprometida ante las injusticias, lo que indefectiblemente está ocasionando un enorme daño moral en su educación.

El maltrato escolar no es un fenómeno reciente. Su estudio sistemático empieza en la década de los 70 en los países escandinavos, y en España a finales de los años 90, siendo uno de los trabajos más amplios y reconocidos el del Defensor del Pueblo. Estas situaciones han existido siempre, si bien el desarrollo de las tecnologías (redes sociales, móviles, etc.) está generando nuevos formatos de acoso que antes no existían. En este sentido, sabemos que es un fenómeno que se distribuye por igual en las distintas partes del territorio nacional y que no existen diferencias en cuanto a la titularidad del centro. Las situaciones de acoso se dan en todos los estratos sociales. En cuanto a la tipología del acoso, los porcentajes se distribuyen del siguiente modo: agresiones verbales (27-32%); exclusión social (8-11%); agresiones físicas indirectas (6-16%); amenazas (6.4%); agresiones directas 3.9%); y abusos sexuales y amenazas con armas (0.5-0.9%).


Medidas de intervención desde un modelo integrado

El centro debe realizar una reflexión sobre cuáles son las líneas generales y las actuaciones concretas que va a desarrollar para gestionar la convivencia y comprometerse con un plan de prevención e intervención que incluya iniciativas de prevención primaria orientadas a la mejora de la convivencia y útiles para evitar que se produzcan situaciones de maltrato, como es el caso de los Programas de Alumnos Ayudantes. Pero también se requiere de prevención secundaria, enfocada a intervenir cuando se dan situaciones de maltrato y se quiere impedir que se conviertan en crónicas. Hoy ya es una necesidad, pero también una exigencia legal que todos los centros cuenten con un Plan de Convivencia, y dentro de este, con un protocolo de actuación para hacer frente al acoso escolar.

El programa se apoya en la convicción de que los alumnos constituyen un potencial fundamental para conocer la realidad de los problemas de la convivencia escolar y ayudar a mejorarla mediante la detección temprana. En definitiva, pretende la implicación solidaria de los compañeros en la gestión de la convivencia. La ayuda entre iguales despierta la motivación de los alumnos participantes en el Programa por el desarrollo de su propia competencia personal y social.


En nuestro grupo de investigación recomendamos que los estudiantes que perciban que están siendo acosados no lo consientan y compartan la preocupación con personas cercanas de su entorno (educadores, familia, compañeros) y que lo comuniquen al coordinador o miembros del Programa de Alumnos Ayudantes de Convivencia del centro. Pero como conocemos el fenómeno, y sabemos de la necesidad de ayudar a los alumnos sometidos a este sufrimiento, estamos impulsando una línea de formación consistente en implementar un programa específico para atender esta problemática que supone una última generación de programas de promoción de la convivencia en centros educativos, como el Programa de Alumnos Ayudantes (Torrego, 2012).


Hoy sabemos que gran parte de las iniciativas de ayuda en los casos de maltrato viene prácticamente solo de las amigas o amigos. Además el 13% de las víctimas señala que nadie les ayuda, porcentaje que aumenta cuando se calcula respecto de quienes reciben las agresiones “aparentemente” más graves. Aquí es donde adquiere protagonismo este programa, orientado a prestar esta ayuda a través de fórmulas prosociales y pacíficas.


El Programa de Alumnos Ayudantes es una iniciativa de mejora de la convivencia basada en la participación del propio alumnado. Consiste en la creación de redes sociales de apoyo entre el alumnado, contando con alumnos debidamente seleccionados y formados que se impliquen en tareas de detección y atención de problemas que pueden darse en el centro educativo, aportando confianza y solidaridad. Son un complemento de los programas de mediación, que también estamos impulsando desde nuestro grupo, y con los que comparten la filosofía de la resolución pacífica de conflictos. Queremos destacar su utilidad en la prevención del maltrato entre iguales debido a que hace frente a uno de los elementos que hacen que exista el maltrato, que no es otro que la falta de compromiso de los compañeros espectadores que están siendo conscientes de lo que sucede y no hacen nada para evitarlo. Numerosos centros están poniendo en marcha el Programa con resultados satisfactorios, y sabemos que la ayuda es una valiosa fuente de desarrollo personal y social tanto para el centro educativo como para los alumnos implicados directamente.


Supone potenciar la ayuda, apoyo, acompañamiento, resolución pacífica de conflictos y los valores de la amistad llevados a la organización del centro. Trata de desarrollar en todos los participantes la capacidad de ayudar y de ser ayudado como una dimensión fundamental de la convivencia, entendida como interdependencia humana.


El programa se apoya en la convicción de que los alumnos constituyen un potencial fundamental para conocer la realidad de los problemas de la convivencia escolar y ayudar a mejorarla mediante la detección temprana. En definitiva, pretende la implicación solidaria de los compañeros en la gestión de la convivencia. La ayuda entre iguales despierta la motivación de los alumnos participantes en el programa por el desarrollo de su propia competencia personal y social.
Desde principios de década anterior hasta la actualidad venimos impulsando este proyecto en prácticamente todo el territorio nacional. En la actualidad está implantado en un centenar de centros, y continuamos desarrollando investigaciones al respecto. Esto nos ha permitido recoger la experiencia en un libro y un audiovisual sobre el programa de Ayuda entre Iguales que pretende la reflexión y que facilita su puesta en marcha para la mejora de la convivencia en instituciones educativas.

BIBLIOGRAFÍA


Galtung, J. (1998). Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Bilbao: Gernika Gogoratuz
Torrego, J. C. (Coord.) (2000). Mediación de conflictos en instituciones educativas. Manual para la formación de mediadores. Madrid: Narcea.
Torrego, J. C. (Coord.) (2006). Modelo integrado de mejora de la convivencia. Estrategias de Mediación y tratamiento de conflictos. Barcelona: Graó.
Torrego, J. C. (Coord.) (2008). El Plan de Convivencia. Fundamentos y recursos para su elaboración y desarrollo. Madrid: Alianza Editorial.
Torrego J. C. (coord.) (2012). La ayuda entre iguales para mejorar la convivencia escolar. Madrid: Narcea.
Torrego, J. C. y Negro, A. (Coords.) (2012). Aprendizaje cooperativo en las aulas. Fundamentos y recursos para su implantación. Madrid: Alianza.

Juan Carlos Torrego