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Visor

EL VIAJE DE LA VERGÜENZA

La historia que voy a contar es una historia real. Me la contó una amiga, a la cual para respetar su intimidad no voy a decir su nombre. Trata sobre un largo viaje, un viaje que ella no pidió pero que tuvo que soportar como pudo. Yo solo le daré forma de poesía, pero los sentimientos que de sus versos brotan son solo de su propiedad.

Mi vida era una vida normal. Yo era una niña normal.

Mitad joven mitad pueril.

Pero a veces la vida te empuja.

Te hace tomar años que el tiempo no te dió.

Aún recuerdo como si fuese ayer, la primera bomba que cayó en mi escuela. Ayer odiaba madrugar para ir al liceo.

Hoy lloro por ella.

Por mi maestra.

Por mis compañeros

Por la ilusión que me arrebataron. Por el futuro que me robaron.


Al poco mi familia y yo salimos de Arak.

Una marea humana caminamos kilómetros y kilómetros. Cada cruce se unía más y más gente.

Compatriotas que como nosotros huíamos de la guerra, de la sin razón,

de lo que unos decían era castigo de los dioses,

de lo que yo sabía que era castigo de la avaricia humana.

La confianza de una Europa que nos ayudaría nos daba fuerzas para seguir. Yo ayer niña, no podía ser una carga más.

Tomé los años que nunca viví. Ayudé en el camino.

En el camino por tierra.

En el camino por tren.

En el camino de una barca que nunca llegó a su destino.


Es allí donde morí y volví a resucitar. Es en esa barca,

hundida en el mediterráneo que tanta vida dio a mi pueblo. Donde todo se acabó.

Donde fue la última vez que vi a mi padre y a mis hermanos. Allí quedaron sus cuerpos,

dentro de la barca abatida por la tristeza.

Nada puede flotar si no hay esperanza en su timón.

¿Y después? Después el viaje.

Después del naufragio. Después de la muerte. Después de la vida.


Después sigue el camino.

El largo camino hacia la esperanza. El muro de la realidad.

La tristeza del recuerdo.

El horrible sentimiento de no haberme cambiado por alguno de mis hermanos, de ser ellos quienes están aquí, y soy yo quien les espera en el fondo del mar.


Pero debo entender que ellos ya no están. Y a la vez que aún les puedo ayudar.

Ayudar a que sus nombres nunca se olviden.

Ayudar a que niñas como yo nunca más tengan que huir de ninguna bomba. Pero primero he de ayudarme yo.


Curarme para curar

Sanar para volver a saltar. Aquí estoy, esperando.

Encerrada antes de la libertad. Asustada antes del miedo.


Pero aun así todo debe seguir. El camino se debe andar.


El horizonte volver a mirar.

La vida aun me tiene preparadas cosas que vivir. aquí estoy, preparada para salir.


¿Vergüenza para mí?

No lo creo, al menos no lo siento.

¿Vergüenza para ti? Puede ser.

No eres la culpable, Eso seguro.

Pero tampoco haces nada por evitarlo.

¿Vergüenza para tu gobierno?

¿Y para el mío?

Seguro. Pues ellos no gobiernan para nosotros. Sino que cumplen con lo que sus amos les ordenan.


Espero que algún día.

Las personas de este planeta podamos unir nuestras manos, hagamos una cadena,

que salga de Madrid y llegue hasta Oceanía.

Y que la fuerza de nuestras manos funda hasta la última bala. Hasta el último cañón.

Que los niños podamos jugar, correr, reír. Yo ya puse mi mano,

solo has de juntar la tuya.

Nora Crespo