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Visor

LIVE IS LIFE


De entre los muchos los alumnos ilustres de nuestro querido instituto, yo tengo el honor de dar clase a Adrián Baena Sánchez, estudiante de 2º de Bachillerato y excelente actor fuera del centro. Desde que empezó el curso, en septiembre, intento enseñar algunas nociones elementales de Psicología y de Historia de la Filosofía en el grupo del que Adrián forma parte. Pero hasta hace tan solo unos días, no he llegado a saber que Adrián protagoniza, junto a otros cuatro jóvenes actores, una meritoria película que, gracias a su gentileza, sus compañeros y yo hemos tenido recientemente la oportunidad de visionar en clase. La película fue estrenada el 3 de junio de 2021 con el título de Live is life. La gran aventura y fue galardonada en la Sección Oficial del Festival de cine de Málaga. La dirección de la película corresponde a Daniel de la Torre, director, realizador y guionista gallego conocido por obras como La sombra de la ley (2018) o El desconocido (2015). Los cinco papeles protagonistas de la película se hallan brillantemente interpretados por Adrián Baena (Rodri), Juan del Pozo (Álvaro), Raúl del Pozo (Maza), David Rodríguez (Suso) y Javier Casellas (Garriga). La película se halla ambientada en los años 80 y la acción se desarrolla, principalmente, en el bellísimo entorno natural de la Ribeira Sacra. Live is life narra las aventuras vividas por cinco adolescentes durante unas vacaciones de verano, en el pequeño pueblo gallego al que la familia de Rodri acude a descansar todos los años. Nada más llegar al pueblo, Rodri se reúne con sus amigos, con quienes planea ir en busca de una flor mágica que, según cuenta una leyenda local, crece en lo alto de la montaña y puede hacer que los deseos se hagan realidad. Durante el camino, los chicos comparten sus emociones, sus más acuciantes deseos, sus inquietudes, sus frustraciones, su miedo a afrontar la realidad, pero, sobre todo, comparten sus sueños, su deseo de vivir algo distinto. A través de las experiencias que viven en su periplo por la montaña, se hace patente su fragilidad y su vulnerabilidad, pero también su valor y su fortaleza. Y, por encima de todo, se pone de manifiesto el afecto y la amistad verdadera e incondicional que se profesan. Cada uno de ellos forma parte de lo mejor que a cada uno de ellos le da la vida.

De hecho, bien podría decirse que Live is life es, ante todo, la crónica de una amistad. Pero la película es algo más que una mera crónica; es una invitación a pensar lo que la calidad de nuestras vidas depende de la amistad de la que disfrutamos, de los amigos que tenemos, de las personas que nos quieren gratuitamente por ser quienes somos, sin que hagamos nada por merecerlo. Contad con personas que nos quieren de ese modo –como se quieren Rodri, Álvaro, Maza, Suso y Garriga– es, quizá, lo más valioso y lo más hermoso de cuanto nos está dado disfrutar en la vida. Si Live is life nos emociona, es porque todos sabemos que eso es así, aunque, a veces, como el zorro de la fábula de Esopo, necesitemos creer que nos bastamos a nosotros mismos.

En mi modesta e inexperta opinión, Daniel de la Torre dirige con maestría a los cinco jóvenes actores protagonistas. Y creo que es, en parte, gracias a su labor que Adrián realiza una excelente interpretación en la película. Adrián hace de Rodri un chaval inocente, noble, humilde y sincero, que inmediatamente se hace querer. Adrián da vida a un chico sensible, de mirada limpia y honesta, que sin hacer nada por serlo, se convierte en el cemento del grupo, en su centro de gravedad. No me parece que el de Rodri sea un papel sencillo, pero Adrián lo afronta con una naturalidad y una espontaneidad que parece contradecir su insultante juventud y su escasa experiencia profesional. Ante todo, Adrián hace de Rodri un personaje creíble, con el que resulta fácil identificarse y empatizar. Me pregunto si ese personaje entrañable, de negros rizos, no será, en buena parte, el propio Adrián en la vida real.

En todo caso, para nosotros, los profesores, debería ser un gran orgullo contar con alumnos con el grado de madurez que Adrián demuestra tener en un campo tan difícil como es el de la interpretación. Trabajamos en un centro en que muchos de los alumnos realizan una labor muy meritoria en otras facetas no estrictamente académicas de su vida y, como responsables de su formación integral, no deberíamos de dejar de reconocer y de potenciar su actuación.

Para mí, ha sido una gratificante sorpresa descubrir la habilidad de este alumno nuestro de segundo de bachillerato, pero hay, sin duda, muchos otros alumnos y alumnas de nuestro querido centro cuya actuación fuera del ámbito académico merece ser conocida y valorada. Vaya por delante mi reconocimiento para todos ellos.

Pedro Fernández Liria