Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.
 La mujer, algo extrañada abre la puerta sin saber el error que comete pues al abrirla entran sus recuerdos: su primer cumpleaños, su primer beso, su boda... y se instalan por toda la casa.
 Mire donde mire solo ve escenas de una vida pasada que nunca recuperará. La mujer empieza a llorar al ver esas  cosas a las que no dio  importancia, por ejemplo a los paseos con su marido por el bosque o al beso de buenas noches que siempre le daba su hija, esas cosas cotidianas de la vida que nunca apreció lo suficiente.
Ahí es cuando la mujer se dio cuenta de que no aprecias lo que tienes hasta que lo pierdes. Y con la única compañía de sus recuerdos siguió llorando