Tocó dos veces la puerta y entró. En la sala había instrumentos de todos los tipos. Ella se dirigió hacia uno blanco con cuatro cuerdas que se sostenía en el aire. Cogió el violín y su arco entre sus manos y empezó a tocar. La música salía del instrumento como el agua de una cascada. El arco flotaba por encima de las cuerdas, creando una hermosa melodía que envolvía a la niña. No podía dejar de tocar, el objeto la había atrapado y las notas que se creaban como escritas en un pentagrama, insistían en que no se fuese. Alguien abrió la puerta y se quedó mirándola. Se acercó lentamente y cogió otro violín, uno negro. Tocó con ella la misma melodía. Otra persona entró. Se acercó, al igual que la anterior y cogió otro violín más, blanco. Y lo mismo hizo la siguiente persona que se unió, pero con uno negro. Un cuarteto: violín blanco, violín negro.