España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra (1936-1937)
Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (1904 – 1973). Poeta chileno, premio Nobel de literatura y figura notablemente influyente durante el siglo XX en las letras hispánicas. Durante su prolífica carrera literaria, fue destinado como cónsul de Chile en varios países y al estallar la Guerra Civil, él se encontraba como cónsul en Madrid, periodo en el cual establece vínculos estrechos con varios escritores de la Generación del 27. Entablando amistad con los intelectuales republicanos y adentrándose en su compromiso con la causa antifascista, fleta un barco llamado Winnipeg con la ayuda de R. Alberti y M.ª Teresa León para llevarlos consigo a Chile huyendo de la Guerra.
Tras su dolorosa experiencia, Pablo Neruda, cambia la temática de su poesía de estilo amoroso a una poesía más comprometida, social y política, enraizando y buscando el vínculo entre España y Latinoamérica hasta trazar un hermanamiento no solo literario sino político, en el que prima lo real y lo humano a través de un apoyo práctico, no solo literario sino también social.
Esto se puede apreciar desde el inicio de España en el corazón, en la que expone a través de la desesperanza y la angustia, su preocupación y apoyo al bando Republicano, señalando al causante de este conflicto que es el fascismo y está apoyado por las altas clases sociales representadas por el ejército, la iglesia y la burguesía española, que se repite sin cesar en varios de sus poemas. Por ejemplo, en «España pobre por culpa de los ricos», dice: «todo estaba guardado / por triangulares guardias con escopeta, / por curas de color de triste rata, / por lacayos del rey de inmenso culo.» (vv. 10 – 13) o en «Madrid» donde vuelve a aludir al enemigo común: «Un hipo negro / de generales, una ola / de sotanas rabiosas» (vv. 6 – 8). La evidencia de la división de clases y de que existen dos Españas resulta palpable en poemas como el de «Almería» donde el contraste reluce entre la miseria más absoluta y los privilegios de la clase alta y aristocrática.
El poeta en su discurso consigue que el lector pueda ver en sus ojos, a través de la minuciosa descripción y la gran adjetivación, el desastre que se respira. Lo consigue con metáforas sinestésicas aludiendo al color negro para invocar a la muerte, la sensación de estar ardiendo o viendo fuego equiparando la Guerra al infierno o incluso la del silencio que ensordece la imagen del conflicto. Los conjuntos de metáforas desembocan en alegorías, que describen la situación del país como ocurre en «Cómo era España» donde dice: «Era España tirante y seca, diurno / tambor de son opaco, / llanura y nido de águilas, silencio / de azotada intemperie.» (vv.1 – 4)
También recurre a enumeraciones como ocurre en «Mola y en los infiernos», «Paisaje después de una batalla» o en «Cómo era España» evocando una imagen desgarradora, que combinada con la utilización de nombres comunes que adquieren una dimensión individual y de identificación emocional, retumban fonéticamente en las conciencias de los destinatarios, expresando el dolor y el sufrimiento del pueblo español. Por ejemplo: la palabra sangre se repite 42 veces, muertos 12, España 35, niños 8, etc. Trabaja con vocablos con una alta carga emocional, para causar un efecto mucho más incisivo y ácido.
No obstante, el poema que en mi opinión destaca por sobre el resto es: «Explico algunas cosas», en el que expone el porqué del giro en su poesía. Neruda describe sus sentimientos de forma dramática a través del sufrimiento y la muerte, aludiendo a la «sangre de España», a los «niños muertos», e incluso a sus amigos más cercanos como es el caso de Federico García Lorca, su «hermano asesinado». También invoca a otros literatos que le acompañaron en su estancia en Madrid donde, según cuenta evocando a un pasado reciente, todo era idílico antes de la Guerra Civil la cual irrumpió en su vida violenta y repentinamente: «Y una mañana todo estaba ardiendo / y una mañana las hogueras / salían de la tierra / devorando seres» (vv. 40 – 43). Con ello, el poeta crea una línea divisoria entre su producción anterior y la siguiente a la que da paso al canto de una triste realidad en pos de la verdad, el compromiso y la denuncia social, anunciando cual pregonero «venid a ver la sangre / por las calles!» (vv.78 – 79).