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Pablo Neruda (1904 – 1973) Pablo Neruda (1904 – 1973)

España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra (1936-1937)

Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (1904 – 1973). Poeta chileno, premio Nobel de literatura y figura notablemente influyente durante el siglo XX en las letras hispánicas. Durante su prolífica carrera literaria, fue destinado como cónsul de Chile en varios países y al estallar la Guerra Civil, él se encontraba como cónsul en Madrid, periodo en el cual establece vínculos estrechos con varios escritores de la Generación del 27. Entablando amistad con los intelectuales republicanos y adentrándose en su compromiso con la causa antifascista, fleta un barco llamado Winnipeg con la ayuda de R. Alberti y M.ª Teresa León para llevarlos consigo a Chile huyendo de la Guerra.


Tras su dolorosa experiencia, Pablo Neruda, cambia la temática de su poesía de estilo amoroso a una poesía más comprometida, social y política, enraizando y buscando el vínculo entre España y Latinoamérica hasta trazar un hermanamiento no solo literario sino político, en el que prima lo real y lo humano a través de un apoyo práctico, no solo literario sino también social.


Esto se puede apreciar desde el inicio de España en el corazón, en la que expone a través de la desesperanza y la angustia, su preocupación y apoyo al bando Republicano, señalando al causante de este conflicto que es el fascismo y está apoyado por las altas clases sociales representadas por el ejército, la iglesia y la burguesía española, que se repite sin cesar en varios de sus poemas. Por ejemplo, en «España pobre por culpa de los ricos», dice: «todo estaba guardado / por triangulares guardias con escopeta, / por curas de color de triste rata, / por lacayos del rey de inmenso culo.» (vv. 10 – 13) o en «Madrid» donde vuelve a aludir al enemigo común: «Un hipo negro / de generales, una ola / de sotanas rabiosas» (vv. 6 – 8). La evidencia de la división de clases y de que existen dos Españas resulta palpable en poemas como el de «Almería» donde el contraste reluce entre la miseria más absoluta y los privilegios de la clase alta y aristocrática.


El poeta en su discurso consigue que el lector pueda ver en sus ojos, a través de la minuciosa descripción y la gran adjetivación, el desastre que se respira. Lo consigue con metáforas sinestésicas aludiendo al color negro para invocar a la muerte, la sensación de estar ardiendo o viendo fuego equiparando la Guerra al infierno o incluso la del silencio que ensordece la imagen del conflicto. Los conjuntos de metáforas desembocan en alegorías, que describen la situación del país como ocurre en «Cómo era España» donde dice: «Era España tirante y seca, diurno / tambor de son opaco, / llanura y nido de águilas, silencio / de azotada intemperie.» (vv.1 – 4)


También recurre a enumeraciones como ocurre en «Mola y en los infiernos», «Paisaje después de una batalla» o en «Cómo era España» evocando una imagen desgarradora, que combinada con la utilización de nombres comunes que adquieren una dimensión individual y de identificación emocional, retumban fonéticamente en las conciencias de los destinatarios, expresando el dolor y el sufrimiento del pueblo español. Por ejemplo: la palabra sangre se repite 42 veces, muertos 12, España 35, niños 8, etc. Trabaja con vocablos con una alta carga emocional, para causar un efecto mucho más incisivo y ácido.


No obstante, el poema que en mi opinión destaca por sobre el resto es: «Explico algunas cosas», en el que expone el porqué del giro en su poesía. Neruda describe sus sentimientos de forma dramática a través del sufrimiento y la muerte, aludiendo a la «sangre de España», a los «niños muertos», e incluso a sus amigos más cercanos como es el caso de Federico García Lorca, su «hermano asesinado». También invoca a otros literatos que le acompañaron en su estancia en Madrid donde, según cuenta evocando a un pasado reciente, todo era idílico antes de la Guerra Civil la cual irrumpió en su vida violenta y repentinamente: «Y una mañana todo estaba ardiendo / y una mañana las hogueras / salían de la tierra / devorando seres» (vv. 40 – 43). Con ello, el poeta crea una línea divisoria entre su producción anterior y la siguiente a la que da paso al canto de una triste realidad en pos de la verdad, el compromiso y la denuncia social, anunciando cual pregonero «venid a ver la sangre / por las calles!» (vv.78 – 79).

Conferencia - Pablo Neruda - Ciclo #LdeLírica

Alejandra Pizarnik Alejandra Pizarnik

La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968), El infierno musical (1971)

Flora Alejandra Pizarnik es una poeta argentina de origen ruso que vivió entre 1936 y 1972. En su obra se puede apreciar la influencia de los escritores Julio Cortázar y Octavio Paz. Además, se vinculó con el surrealismo desde bien temprano gracias a Batlle Planas. Su estancia en París también dejó huella en su obra. No obstante, a pesar de haber ganado diversas becas prestigiosas a su vuelta a Argentina y situarse en un lugar destacado a nivel nacional, se despidió de este mundo con 36 años después de suicidarse.
Pizarnik concibe la poesía como vía de escape a su rutinaria depresión y sus incansables miedos. Escribe para refugiarse del mundo que la rodea y desahogarse en sus pensamientos más profundos. Expresa una desesperación que evoca angustia y desazón a través de textos que dan la sensación de ubicarse en un contexto onírico y de escritura automática. Sin embargo, los versos guardan sentido en su conjunto despertando la curiosidad del lector.


Por otro lado, la escritora argentina cree firmemente en el psicoanálisis y en el devenir de los sueños, que incansablemente le muestran una puerta de salida a su estado emocional. No obstante, a pesar de su lucha, en sus poemas se respira a través del léxico pasivo invadido por el surrealismo, un alma frágil y quebradiza. Se considera muerta en vida y le cuesta encontrar motivos para seguir viviendo. Prueba de ello es «El despertar» de Las aventuras perdidas (1958), poema dedicado a León Ostrov, su psicoanalista, al que le confiesa sus pensamientos más íntimos y su coqueteo con el suicidio. Lo equipara a Dios y traza un curioso paralelo entre una posible confesión y una declaración de intenciones en la que expone a través de preguntas retóricas formuladas en verso libre, su deseo de liberarse del tormento que la invade.


La muerte y la noche, por tanto, son temas recurrentes en la obra de Pizarnik, que se exponen tanto en Los trabajos y las noches (1965) como en El infierno musical (1971), insinuando a través de ambos la idea del silencio eterno, la soledad, la tristeza, la incomprensión y la fatalidad, la muerte y lo que viene después de ella. Es decir, el agonizar débil de una luz en medio de mar, olvidada a través de la «desmemoria» y por tanto huérfana en su sufrimiento a través de «un abandono» que la lleva a no ser «visible sobre la tierra».

Esto difiere notablemente de la necesidad que se expone de libertad, ilustrado a través del pájaro, que se antepone a la jaula, conceptos contradictorios en su naturaleza y evocados en varios de sus poemas. Esta búsqueda de la emancipación de sus temores se traduce en el reflejo de su infancia, añoranza de no haber podido vivir la inocencia en su plenitud. Por ello, en Extracción de la piedra de la locura (1968), título de su obra poética y del cuadro de El Bosco, mezcla los conceptos de dolor que el cuadro y su poesía abarcan, fusionándose en un único término. A través del sufrimiento reflejado en sus poemas, se intuye la ferviente necesidad de sacar de dentro esa piedra dolora que no la deja vivir, asociada, quizá, a sus problemas psíquicos y enlazados, como ocurría en el medievo, a problemas cerebrales.

Su poética casi prosística, nos sitúa ante poemas como «Adioses del verano» anuncio de su próxima despedida, «Continuidad» en la que la búsqueda de una solución a sus males no queda resuelta o «Fragmentos para dominar el silencio» donde Pizarnik se imagina cual inocente niña en una atmósfera onírica dentro de la incomprensión de sus vivencias.


Por último, pero no por ello menos importante, la presencia de la sexualidad se encuentra patente en la creación de la autora argentina a través del simbolismo. Su obsesión se transluce en el «yo poético» que sucumbe a través de las metáforas en una catarsis personal incontrolable que solo a través del subconsciente es capaz de liberarse y hablar por sí misma.

María Auxiliadora Álvarez (1956 -) María Auxiliadora Álvarez (1956 -)

Cuerpo

María Auxiliadora Álvarez es una poetisa venezolana perteneciente a la segunda mitad del siglo XX afincada en Estados Unidos. Su obra ha destacado dentro de las letras hispanas por su contemporaneidad en relación con el feminismo y la originalidad que emana dentro de su discurso femenino. Ha escrito otras obras como Inmóvil (1996), Pompeya (2003), El eterno aprendiz y Resplandor (2006), entre otras.
En Cuerpo encontramos textos que, seccionados de manera especial, transmiten el ralentizar de las acciones que se resquebrajan entre sí. Muchas de ellas son un tanto bruscas e intentan provocar a nuestro parecer, una intensidad rigurosa, a través de la repetición de frases y brusquedad en el lenguaje, tan directo que apela a imágenes casi grotescas donde predomina, por ejemplo, el color rojo de la sangre o palabras como quirófano, vagina, hijo, cerdo, entre otras.


Esto recuerda, no tan vagamente a un texto de Antonin Artaud denominado Chorro de Sangre en el que pretende despertar los instintos y sensaciones dormidas del espectador a través del teatro, exponiendo su corriente del “teatro de la crueldad” en el que el subconsciente revive por sobre la conciencia humana para hacer experimentar cosas nuevas al público presente. Quizá en cierto modo M.ª Auxiliadora pretende impactarnos no solo con el uso de los recursos literarios como el asíndeton, elipsis o paralipsis, que emplea en su discurso, sino incluso con la disposición del poema a nivel estructural, que de manera breve pero concisa, provoca las llamadas de atención, ya sea a través del uso de la mayúscula, la mucha y poca separación entre poemas y versos o figuras lógicas como la antítesis o el oxímoron: «tiene la abertura como cerradura» (p. 33 vv. 31-32).


Para ello los sentidos cobran especial importancia. Le proporcionan a la lírica elementos sensoriales capaces de transmitir más que un olor, una imagen o una sensación de tacto o gusto. Realzan en su totalidad la palabra otorgando jerarquía dentro de los poemas y haciendo que destaquen por sobre otras que tienen menos peso en la lectura. Ayudan sin ninguna duda a posicionar al oyente/lector y a situarse dentro de la acción.


La necesidad de creación y copulación humana está presente en el erotismo de su poesía. Mª A. Álvarez evoca en sus versos sensualidad y sexualidad en su estado más puro y natural que contrastan de manera vivaz con el sarcasmo y lo grotesco de la carga semántica de las palabras que instintivamente expresan un sabor agrio y un tanto ácido. Este proceso culmina con la gestación y el desarrollo maternal. Contrastan el lado romántico de la maternidad con el auténticamente físico y fisiológico, en el que predomina el sufrimiento más que el placer en algunos casos. El cambio físico que experimenta la mujer va acompañado de la propia poesía que sufre permutaciones constantes realizando un paralelo entre la realidad y la poesía.

Pablo Antonio Cuadra (1902 – 2002) Pablo Antonio Cuadra (1902 – 2002)

Poemas nicaragüenses (193 – 1933), El jaguar y la luna (1959), Siete árboles contra el atardecer (1980)

Pablo Antonio Cuadra, es un poeta nicaragüense que destaca por haber dedicado su vida entera a las letras hispanas y haber conseguido numerosos premios gracias a su poesía. Rompió con los preceptos del modernismo heredados de Rubén Darío e instauró, gracias a la influencia de las vanguardias, una poesía nacionalista, defensora de sus raíces y orígenes, crítica con las injusticias de su tiempo, y a su vez cronista de la historia de su país.
Su poesía se caracteriza en general, por la utilización del verso largo que procura mantener el ritmo de forma natural y fluida. No obstante, esto variará según el paso del tiempo en el que la brevedad quedará impresa también en algunas composiciones.


En la selección realizada, podemos observar un lenguaje llano y simple, que concuerda con el mensaje que quiere hacer llegar Cuadra al lector. Se trata de una poesía asequible, con rasgos de oralidad pero que mantiene la elegancia dentro del verso sin dejar de denunciar las atrocidades que sufre su pueblo. Así, por ejemplo, en el «Poema del momento extranjero en la selva», hallamos palabras y expresiones locales que nos trasladan al lugar del enfrentamiento y a los acontecimientos históricos que marcaron un antes y después para Nicaragua. «Acripena, su esposa (todos mískitos) / más altas que las palmeras las llamas del caserío. / Quinientos norteamericanos hacen la guerra.» (vv. 33 – 35).


Para Cuadra, la naturaleza y lo que produce ésta, es la vía que le permite llegar al interior de sus orígenes. Procura con descripciones y aspectos visuales, casi palpables, como ocurre en «Cacao» o en «Mango», acercar al público a través de elementos significativos no solo al presente, si no también, al pasado nicaragüense en el que también dejó su huella España. Les da voz a los pueblos redimidos y al carácter individual del individuo nacional, liberándose del peso «eurocentrista» con la que cargaba su país y América Latina desde la conquista del continente. La naturaleza ha sido testigo de los cambios y por ello habla a través de la voz del poeta. Por ello, el «yo lírico» está subordinado a un «yo colectivo», intrínseco en los elementos del paisaje que envuelve al escritor y que le permiten hablar en nombre de todos.


La carga religiosa, como comenta Ricardo Llopesa1, se halla inscrita en el pasado histórico del país y en sus costumbres, tal y como lo refleja Cuadra en el «Jocote» que además de exponer algunos elementos cargados de historia, refleja los mitos y leyendas de su lugar de origen. Mezclados con palabras precolombinas, manifiesta la discrepancia del lenguaje entre el antiguo y el nuevo mundo, y la imposición del primero sobre el segundo, denunciando desde tiempos inmemoriales el apisonamiento del poderoso sobre el débil: «pero ni el lustre griego, ni el parecido en el que tanto insistieron los / hispanos / hicieron olvidar al indio el nombre de este árbol: / Jocote es Xocotl que en náhuatl significa “fruta”» (vv. 40 – 43). A través de la metáfora del árbol indica los sentimientos de su pueblo indígena y de lo que supone la raíz popular para el escritor. Lo refuerza con las partes de éste que según actúan, reaccionan ante las adversidades de una manera u otra. «Porque este es el árbol que cierra y abre heridas: / Las cierra con su corteza cuando son heridas de guerra. / Las abre con sus frutos cuando son heridas de amor.» (vv. 74 – 76).


Se puede decir por tanto, que su sensibilidad en relación con la naturaleza y con el entorno, enlazado con la historia y con su manera de poetizar, evoca elementos que recuerdan a algunos aspectos como el tiempo mítico de Jorge Teillier o la esencia y el sentido de vivir en Neruda, en el que la poesía social cobra especial importancia tal y como aparece reflejado en Cuadra.

J. L Borges J. L Borges

El Hacedor (1960) y El otro, el mismo (1964)

Jorge Luis Borges, escritor, poeta y ensayista argentino de reconocido prestigio internacional, perteneció inicialmente a la corriente surrealista y a la ultraísta de principios del siglo XX, derivando más adelante en el género de ficción. Estuvo muy vinculado con Bioy Casares y Silvina Ocampo además de Leopoldo Lugones, Macedonio Fernández, entre otros. Algunas de sus obras más conocidas de narrativa breve son El Aleph (1949) y Ficciones (1944), y dentro del género lirico encontramos algunas obras interesantes como Fervor de Buenos Aires (1923), Elogio de la sombra (1969) e Historia de la noche (1977) además de los dos libros que nos ocupan en este análisis.
Ambas creaciones poéticas pertenecen a la época de madurez del autor, lo que significa que el simbolismo que se halla dentro de los poemas es complejo y difícil de descifrar dado su largo recorrido y desarrollo dentro de su obra.


El Hacedor (1960) comienza con una dedicatoria muy curiosa a Leopoldo Lugones utilizando el “monólogo dramatizado” en el que la reflexión es una parte fundamental de este diálogo. Se trata de un párrafo de admiración hacia el escritor, contextualizado en una biblioteca, temática muy recurrente en la producción de Borges. Esta conversación ficticia compone el preludio de lo que van a ser muchos de los poemas del libro, no solo por las temáticas, sino también por el esquema métrico que se propone. Predomina el verso endecasílabo con rima consonante de arte mayor en las que predominan recursos literarios como la metáfora, el polisíndeton, la enumeración y la sinécdoque entre otros.


Utiliza el desdoblamiento a través de la tercera persona y se proyecta desde fuera para terminar de posicionar el “yo poético” el cual se separa de sí mismo para tomar conciencia individualmente. Trata de duplicar la realidad para conseguir una doble interpretación y personalidad, en la que como ocurre en Los espejos, el reflejo pasa a formar parte del mundo real transgrediendo las fronteras de la ficción y la verdad.


El tiempo, es otro de los temas recurrentes de J. L. Borges. A través de él siempre llega la muerte. Expone la fugacidad de la vida como ocurre en El reloj de arena donde el transcurrir del agua, símbolo equivalente de vida termina, como el río invocando al transcurrir del tiempo conduciéndolo al único final posible que es la muerte. Este rasgo, recuerda a las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Además, para el autor argentino, el destino está prescrito tal y como aparece reflejado en A la efigie de un capitán de los ejércitos de Cromwell o en Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges, en este último, mencionando de lleno la palabra que invoca el suspiro de nuestro paso por este mundo. Quizá por ello utiliza esquemas métricos encorsetados como el soneto, el cual aporta a parte de cierta solemnidad y tradicionalidad, la seriedad y formalidad de su estructura. Con ello, inspira un dominio absoluto de la rima, evoca cierta regularidad y persistencia en ritmo interno de los poemas.


Sin duda la obra insustituible y una de las más bellas es Poema de los dones, escrito a fines del 1958 y que apareció por primera vez en el libro Poemas, y el rasgo de fijeza propio de Borges es notorio ya que en las diferentes ediciones no tiene variantes excepto la omisión de la dedicatoria. Obra de estrofa regular (cuatro versos endecasílabos) que Navarro Tomás denomina "cuarteto endecasílabo de rimas abrazadas”1 ABBA y solo la segunda estrofa es diferente ABAB (serventesio) es digna de señalar, ya que no es corriente en la métrica de Borges. Tal vez realiza “este sacrificio”, optando por lo más recomendable para encerrar su pensamiento poético.


En cuanto a los temas serían: su ceguera y los libros, (versos del 1 al 9), la ceguera y la biblioteca (versos del 9 al 20) y finalmente la ceguera, la biblioteca, Groussac y Borges (versos del 21 al 40).


Se puede apreciar en su obra un gran interés por la historia familiar, además de la búsqueda de raíces populares impulsadas después de su estancia en Suiza no solo a nivel personal, sino también local con el redescubrimiento de su ciudad natal. Adrogué, barrio de Buenos Aires, se refleja a través de la mirada del ya ciego Borges, que con sus metáforas describe su paseo por sus calles. Lo mismo ocurre en Buenos Aires, uno de los últimos poemas de El otro, el mismo (1964) en el que enuncia su largo recorrido vital con sentimientos de añoranza e incondicionalidad.


También es curiosa su dedicatoria a España, poema en el que descifra no solo el pasado peninsular e histórico del país, sino que ensalza su idiosincrasia y la describe con todo lujo de detalles incluyendo incluso a don Quijote, referente de las letras hispanas.
Sin duda, podemos confirmar que Borges se ayuda del simbolismo abarcando mucho más de lo que a simple vista se puede apreciar. Con ello ensalza su poesía, situándola en los estratos más altos en los que hace falta profundizar para poder comprender el interior y la lógica de sus versos.

Jorge Teillier (1936 – 1996) Jorge Teillier (1936 – 1996)

Antología (1956 – 1995)

Jorge Teillier, poeta chileno, nacido en Lautaro al sur del angosto y largo país latinoamericano, es conocido por pertenecer a la generación de 1950 y haber creado dentro del género lírico la poesía lárica. En ella absorbe los ritos y tradiciones populares que enmarcadas en un mundo onírico y paralelo al de la realidad, se sitúan en un tiempo estático. Estos elementos impulsan al yo poético, a situarse en un universo imaginario en el que todo resulta posible gracias a las influencias surrealistas y fantásticas.


La naturaleza y los paisajes de su lugar de origen están presentes en muchas de sus composiciones, debido a la influencia de Vicente Huidobro y sobre todo de Pablo Neruda, en ellas se destaca el contacto con la biósfera y otros elementos de la naturaleza, lo cual hace que el lector tome consciencia de su existencia en este planeta, tal vez este elemento es heredado de las culturas originarias, especialmente mapuche ya que retoma ciertas ideas en relación con el entorno que provocan un anhelo de misterio y de curiosidad en la poética de Teillier.


También, en algunos relatos aparecen ciertos temas del romanticismo tales como la noche, el bosque, el viento que recuerdan a la poesía y leyendas de G. A. Bécquer o, por otro lado, está la influencia de J. Manrique tal como ocurre en «Para hablar con los muertos». En poemas como «Un desconocido silba en el bosque» recogido en Poemas del país de nunca jamás (1961), se evocan estos parámetros tras un verso libre y organizado en cuatro estrofas que comienzan con una frase transformada en anáfora. Lo mismo ocurre en «Si pudiera regresar», donde se alude a la añoranza de alguien y de tiempos pasados o a mundos desconocidos en los que quizá el autor creó una realidad paralela.


Teillier intenta volver al pasado, pero el eje cronológico temporal se lo impide, por ello crea su universo paralelo en el que la atemporalidad permite la repetición de acciones pasadas, aunque sea desde la memoria.


Las alusiones ubicadas en lo mágico de la frondosidad e idealización del bosque pueden también recordarnos, por un lado, al locus amoenus, como nos propone Alexis Candia1, recurso muy utilizado en la Edad Media y que se haya implícito en el cantar de Mio Cid en el «Tercer Cantar» durante «la Afrenta de Corpes» y por otro lado, a la corriente que se difundiría a nivel mundial en la década de los 60: El Realismo Mágico y lo Real Maravilloso.


El poeta lautarino destaca lo cotidiano y lo simple partiendo de los dos puntos anteriores. Su poesía está cargada de melancolía y recuerdos de tiempos pasados como la infancia que rememora en muchos de sus poemas. La memoria desentierra el pasado del autor y del personaje poético que encandila sin ninguna duda al lector con sus pensamientos estáticos, descriptivos y provocativos en los que el misterio cobra especial interés.

El contraste entre campo y ciudad se haya presente en varias de sus obras. La preocupación del impacto del ser humano en la naturaleza y en el entorno es apreciable en «Los trenes de la noche» o en sus «Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal» tan descriptivas y visuales como un cuadro al óleo.


Hemos de admitir que la obra de Teillier mantiene una constante en la que el hilo conductor no se pierde. No obstante, resulta llamativo ver la evolución del autor que a lo largo de sus sobras va tocando diferentes temas, pero sin perder su identidad y su sello lárico, expresión que caracteriza a toda su poesía por la vuelta hacia el pasado, y a un paraíso perdido en que lo cotidiano y amable contrasta con la modernidad imperante.

Susana Thénon (1935 – 1991) Susana Thénon (1935 – 1991)

Ova completa (1987)

Susana Thénon, es una reconocida poeta, fotógrafa y traductora argentina que se la sitúa dentro de la generación de los 60 junto con otras poetas femeninas como Alejandra Pizarnik. No obstante, resulta difícil encasillarla dentro de un estilo. Algunas obras que destacan dentro de su producción son Edad sin tregua (1958), Habitante de la nada (1959), De lugares extraños (1967), entre otros.


Ova completa alude directamente, a nuestro parecer, a un «yo lírico» perdido y extraviado que busca encontrar la senda a través del lenguaje y su tentativa. Se recrea en él para experimentar y elaborar a través de los diferentes recursos literarios la melodía y ritmo que impregnan sus versos, por ejemplo, con el uso de la aliteración «venís pesando pensando repensando sopesando / sopensando» (vv. 93 – 94), la anáfora «¿por qué grita esa mujer? / ¿por qué grita? / ¿por qué grita esa mujer?» (vv. 1 – 3), o el polisíndeton «“y mis Kits” / “y mis Gadgets” / “y mis Accesorios” / “y mis Caireles” / “y mis Repuestos”» (vv. 17 – 21) que con una serie de concatenación de elementos, recrean un unísono en una voz que a veces se resigna y otras se retroalimenta de su desesperación para encontrar una salida.


El «yo lírico» del que venimos hablando, en algunas ocasiones se apodera de verbos, nombres o elementos gramaticales para hacerse presente en algunos poemas. Por ejemplo, en el poema «Non Stop», la palabra «creer» toma una dimensión más amplia que abarca junto con «India» la totalidad del pensamiento de la poetisa. Se expone al lector de forma tan desestructurada, que termina culminando con la confusión y el aparente objetivo de evadirse del propio significado de la palabra para terminar aportándole otro mucho más complejo. En algunas ocasiones recurre incluso a la definición epistemológica del término para aclarar algunos conceptos y así crear su hilo conductor dentro del poema.


Algunos «monólogos-narrativos-poéticos» como «La Musik» interactúan con personas que aparentemente escuchan, apelando a una segunda persona del singular o a veces a terceras, con nombre y apellidos en algunos casos y en otros como al inicio del libro, de forma anónima que recrean un diálogo aparente inexistente en la superficie, pero muy presente en la subconsciencia del poema. Esta forma psicológica de abordar la poética invita a replantearse las voces que habitan en el «yo poético» en la obra de Thénon, las cuales forman una polifonía muy interesante vistas en su conjunto, pero que conducen a nuestro parecer a una misma voz representada por Susana.


Resulta interesante comentar, que al final de Ova completa se produce una reconciliación consigo misma, cerrando quizá un círculo que no solo abarca a esta obra, sino, dentro de la producción de la poeta argentina, otras obras anteriormente realizadas. En «Canto Nupcial» se respira un tono diferente a la negativa pregonada en anteriores poemas. El diálogo es más positivo y sobre todo actúa como apaciguador de inquietudes y pensamientos del inconsciente del «yo poético».

José Emilio Pacheco (1939 – 2014) José Emilio Pacheco (1939 – 2014)

Tarde o temprano [Poemas 1958 – 2000]

José Emilio Pacheco (1939 – 2014), es un literato mexicano que cultivó la narrativa, el ensayo y la lírica durante la segunda mitad del siglo XX y entrado el siglo XXI. Es conocido por haber ganado cantidad de premios y reconocimientos dentro de las letras hispanas.
En la poesía de Pacheco encontramos una serie de temáticas que destacan: Hay varias secciones dedicadas a la naturaleza, como ocurre en la cuarta sección No me preguntes como pasa el tiempo, o en la tercera sección de Islas a la deriva; otras las dedica a momentos históricos del pueblo mexicano como ocurre en «Manuscrito de Tlatelolco» o en otras historias precolombinas, y en otras secciones predomina la metapoesía, en la que ocupando todo el centro, la propia poesía es la protagonista y el objeto de cuestionamiento.


Pacheco destaca por la concisión de sus poemas que contrasta con el carácter narrativo que les impregna a otros. En su obra se muestra transparente y claro con cierto aire crítico, de compromiso social, en el que en general predominan las metáforas y el lenguaje simple, del que sobresale un tono más bien cercano y próximo.

Sitúa al «yo lírico» desde una postura muy variable en la que a veces se posiciona desde el ámbito colectivo, pasando por el apelativo y la primera persona del singular. Como bien comenta Samuel Gordon en su artículo sobre Pacheco «Para Pacheco la poesía es un pacto secreto entre dos personas, casi siempre desconocidas, en el que cada lector se convierte en autor al reinventar los poemas mediante su lectura»1. Con ello podemos afirmar que el autor cuenta con la opinión del lector dejando a su juicio ciertos elementos que toman forma gracias a los recursos literarios que aparecen en el poema, pero que deben ser tomados de forma cercana y no desde una perspectiva distante.

Algunos ejemplos destacables en los que apreciamos los elementos anteriormente señalados serían «Autoanálisis» en el que en tan solo en tres versos promulga una incertidumbre que da pie a la reflexión, dejando al lector perplejo ante la duda.
En «Los fantasmas de Tottenham court road», deja entrever otro aspecto destacable y es la esencialidad de la vida frente a la muerte y la existencialidad del ser humano, en el que se deja en evidencia el transcurso del tiempo y los cambios ocurridos en nuestra sociedad que incluso provocan cierta emoción en espíritus que vienen a visitarnos desde el más allá, pero que les resulta tan chocante y nociva la decadencia humana que prefieren seguir muertos a hacerse cualquier idea de retornar a la vida.


A lo largo de su obra, se aprecia un dinamismo y renovación constante tanto en las temáticas como en la escritura que ya desde el principio se posiciona desde un punto de vista crítico y objetivo, evolucionando en esa línea hacia un acercamiento consciente hacia el lector, que le permite a éste tomar consciencia de la palabra y el testimonio no solo mexicano, si no latinoamericano.

Oliverio Girondo Oliverio Girondo

Persuasión de los días (1942)

Oliverio Girondo, escritor argentino perteneciente a la primera mitad del siglo XX y vinculado con las Vanguardias porteñas de 1920 estuvo vinculado e influenciado por Gómez de la Serna, Apollinaire, Jules Supervielle y Paul Morand entre otros. Pasó por diferentes corrientes literarias como el surrealismo y el modernismo de Rubén Darío además de la filosofía de Nietzche. Incursionó como poeta, dramaturgo y ensayista. De entre sus obras destacan Espantapájaros (1932) y En la Masmédula (1953) además de la obra que nos ocupa en este trabajo.


Cuando examinamos Persuasión de los días (1942), podemos sentir cierto caos en la organización del libro. Algunas temáticas se entremezclan con otras, pasando de lo más nauseabundo a la gratitud más profunda. No obstante, esto es pura apariencia ya que la armonía que se respira dentro de la composición, marcada por el ritmo interno de los poemas, aunque busque romper con todo y transgredir con lo ya conocido, también pretende establecer cierto orden desde la exactitud de los versos, generalmente heptasílabos en los que no deja de respirarse una preocupación por el cambio. Con ello, Girondo da a entender que se puede establecer un corte abrupto con el pasado sin abandonar lo tradicional en la escritura.


La evolución en su composición se torna interesante a través del viaje que nos propone Girondo en sus poemas. El autor alza el vuelo y nos posiciona desde la mirada de un ave. En su lírica, predominan las miradas panorámicas desde el cielo y la perspectiva proyectada desde lo alto.

Para expresar su pesadumbre y el desconcierto de nuestra existencia, Girondo parte de las entrañas del ser humano en relación con la naturaleza tal y como hace en Invitación al vómito. Además, analiza el comportamiento y el entorno, trayéndonos de nuevo el contacto con el hábitat natural después haber perdido la conciencia de lo que existía, antes de la invasión europea en Latinoamérica, tal como refleja Aparición urbana. Para ello, retuerce el lenguaje a través de aliteraciones y el juego fonético, los cuales son fundamentales para transmitir los males de la sociedad y la corrupción en la que se vive. Lo mismo ocurre con las descripciones que están plagadas de adjetivos para proporcionar una imagen mucho mas vívida al lector.

El anhelo de libertad y de asfixia predomina hasta la catarsis final en la que, por fin se rompen los moldes para redimir al «yo poético», el cual durante el viaje sufre los males de la visión solitaria de la vida, expresada a través de preguntas retóricas que aparentemente no conducen hacia una salida. Sin embargo, marcan el camino hacia el descubrimiento de la vida humana que, aunque está en constante cambio, no deja de sorprendernos y de producirnos un Inagotable asombro.

Son evidentes los estadios por los que va pasando Girondo y la visión con la que va transformando su camino. Nace desde la angustia, se encamina hacia la sumisión y la frustración, pasando por la rebeldía y culminando en la liberación. El desconsuelo se ve atenuado por la búsqueda de la esperanza que, atormentada por la violencia verbal, le cuesta abrirse paso. No obstante, gracias a la magia de las palabras que también se hallan en constante cambio, como ocurre en Rebelión de vocablos, se produce la metamorfosis de la propia escritura, que es capaz de reinventarse con tal de cambiar su significante y significado.

Maria Rosa di Giorgio Médici Maria Rosa di Giorgio Médici

Magnolia (1965)

Marosa di Giorgio fue una poetisa uruguaya perteneciente a la segunda mitad del siglo XX que destacó por ganar numerosos premios y convertirse en un referente en el mundo de las letras hispanoamericanas.


Al analizar la obra de Marosa plena de nostalgia y recuerdos del pasado reconocemos a simple vista uno de los principales recursos estilísticos que identifican su poesía, el cual es de tipo sintáctico: el polisíndeton. Di Giorgio cuando evoca esos recuerdos y eventos pasados, ficticios o reales, en su mayoría narrativos, situados en un espacio onírico y externo, y que nos antepone a la dinámica del sueño, donde el tiempo parece que se congela describiendo esos elementos y sensaciones, Marosa, con ello consigue darle una pincelada de sosiego a los aspectos fantásticos que se nos presentan. El polisíndeton, se aprecia en los primeros poemas de Magnolia «Miraba de soslayo los / enormes pétalos y se estremecía; y el camino iba / hacia abajo y ella, y desde el aire algún viejo santo…» (vv. 4 – 6)


Di Giorgio incluye también enumeraciones como ocurre en el undécimo poema «salta la bicheja, lisa, suave, nacarada, / rosa o azul» (vv. 10 – 11) o en vigésimo poema «mundo, un largo rosal, una ramada de rosas, un / largo violín, el retrato de una melodía, la sombra de / Dios» (vv. 9 – 11).


Otro recurso literario utilizado son las metáforas que ayudan a transmutar la realidad en algo mucho más complejo. «Cuando Miguel murió su cara era una deliciosa / naranja, una enorme margarita entre las altas ceras /inmóviles que lo custodiaban.» (vv. 1 – 3). Configuran la imagen del lector invitándolo a viajar por otros caminos. Por ello, di Giorgio se ayuda y las combina con las comparaciones y los epítetos, muy comunes en las explicaciones de carácter visual y descriptivo. «Era / azul, como si el humo de una vieja pasión la / impregnase; ligeramente crespa, como si el viento / de la medianoche la empolvara.» (vv. 10 – 13)


La figura de su abuela está presente en muchos instantes de su poesía. En algunos momentos da la sensación de estar leyendo a una niña desprotegida y desamparada que solo encuentra refugio en las figuras maternas de su familia. Recuerda fechas muy simbólicas para el mundo infantil, como la noche de Reyes, los juegos, la intriga y misterio de la noche, la magia, los mundos fantásticos imaginarios, que mezclados por otro lado con los elementos de la naturaleza y el campo provocan un aurea curiosa y original dentro de la lírica y los mundos de di Giorgio. En este aspecto, recuerda al teatro de la mexicana Elena Garro en la que desde la perspectiva de una niña, como le ocurre a su Dama Boba, crea universos paralelos que le permiten vivir sus aventuras y plantear acciones y situaciones a priori imposibles como le ocurre a di Giorgio, donde pueden vivir enanos, alcoholizados colibrís, hadas, ángeles y tartas de ratones y de ratas, que conviven en paralelo con universos reales de carne y hueso en los que al parecer, los lenguajes que se desarrollan son complementarios (campo-ciudad, mito-realidad) pero contrastan por su aparente incompatibilidad.


Este impulso de transmitir aspectos fantásticos le lleva a Marosa a narrar también escenas eróticas y en algunos casos violentas. Los encuentros sexuales suelen estar cargados de ansiedad y angustia en los que las voces de los distintos «yos poéticos» se hacen eco de sí mismos confundiendo al lector a medida que el poema se acerca a su catarsis. Entre esas múltiples voces se halla la de la escritora que se posiciona algunas veces como observadora y otras en primera persona. Esto le ayuda a tomar distancia y visualizar toda la escena como si de un narrador omnisciente se tratara, lo que en poesía sería una actitud lírica enunciativa. La transformación de los personajes va acorde y en consonancia con el entorno que, por propia naturaleza ayuda a la metamorfosis de las jóvenes que pasan a la edad adulta.

Por último, los escenarios casi siempre evocados por el campo y la naturaleza ayudan a crear ese ambiente de ensoñación que, en medio de la noche, se impregnan los animales que dotados de aspectos personificados cobran vida como si de humanos se trataran.