Chilean Electric
Nona Fernández evoca los recuerdos de su niñez junto con los de su abuela para explicar el desarrollo y auge de la ciudad de Santiago. A través de estos recuerdos se traslucen diversos sentimientos. Por una parte, son recuerdos de nostalgia familiar como la ilusión de su abuela, a la que le dedica su novela, o el encendido de luces en la Plaza de Armas donde se vive este nuevo avance y gran desarrollo para la ciudad como símbolo de júbilo, alegría y asombro. Esto contrasta por otro lado, con los aspectos negativos reflejados en escenas que hablan del abuso de poder por parte de los carabineros hacia un niño al que le hacen perder un ojo o el producido hacia los trabajadores que, con el aumento de horas de trabajo, derivado de los avances de la electricidad, perdieron algunos derechos que antes tenían. Por tanto, se exponen diversos recuerdos con saltos en el tiempo, en los que la Plaza y la luz evocan recuerdos tanto positivos como negativos, exponiendo vivencias aparentemente contrapuestas que trajeron consigo no solo luz sino también oscuridad a la sociedad chilena.
La plaza de Armas, así como sucedía en la lectura de La esquina es mi corazón de Lemebel, se sitúa como espacio de actividades importantes a nivel social, cultural y político, resignificándose con el paso de los años y estableciéndose como un lugar de memoria histórica. Ejemplo de ello son las alusiones al grupo Illapu de música con su «Vuelve», el espacio que han elegido los peruanos en la actualidad para reunirse y evocar su ciudad de Lima, los caballitos de madera que ella recuerda, que aún hoy en día existen para los niños como actividad lúdica y de recreo para plasmar en un recuerdo fotográfico, así como el núcleo de manifestaciones producidas en la época tanto previa como posterior al gobierno de Salvador Allende.
Por parte de la narradora, hay un mayor conocimiento del partido de izquierdas. Se posiciona a nivel político del lado socialista al que perteneció también su abuela, la cual trabajó como secretaria para Clodomiro Almeyda, ministro de trabajo durante el gobierno previo a la dictadura. Además, la protagonista y narradora, declara que participó como estudiante a sus 13 o 14 años en manifestaciones y en la repartición de panfletos propagandísticos. No obstante, su opinión termina siendo comprometida cuando habla del niño apaleado que perdió la vista del ojo izquierdo, y denuncia el abuso de las fuerzas militares y policiales a través de términos despectivos como «milicos» o «paco cobarde» en sus actuaciones violentas hacia la población cuando ésta decide manifestarse pacíficamente, ya sea para denunciar la desaparición de familias o los crímenes de la dictadura.
Resulta interesante la relación que establece Nona Fernández entre la pérdida de la visión del niño anteriormente mencionado como consecuencia de la imposición de un sistema injusto y abusivo con el pueblo de Chile, el cual de alguna forma comienza con la llegada de las empresas extranjeras al país, ejemplificadas en el libro a través de CETA. El chico protestaba en esa manifestación por crímenes de estado producidos durante la dictadura, como la protagonista. Una dictadura que vino provocada por la oposición de las empresas extranjeras confabuladas con los dirigentes y ricos del país que querían evitar a toda costa la nacionalización de las materias primas que pretendía llevar a cabo el presidente socialista Salvador Allende.
«Me costó entender el juego siniestro de esa puesta en escena. El precio de la electricidad en Chile es uno de los más altos en Latinoamérica» dice la protagonista. Ella denuncia que se creó una dependencia para establecer una necesidad transformada en lujo, la cual, hasta el día de hoy, sigue teniendo sus beneficios para las empresas extranjeras en un país oprimido por la privatización de bienes esenciales como el agua, el cobre, el salitre… en la que en un intento de manipulación y adoctrinamiento «se nos dice que…» deben seguir ciertos consejos para «ahorrar» y obtener un consumo moderado, aun pagando cantidades desorbitadas de dinero por algo que realmente debería pertenecer al pueblo.
Por último, he de destacar la denuncia de crímenes de estado que hace la escritora a través de la familia desaparecida: Recabarren Mena[1], a la que el cantautor y compositor Víctor Jara le dedicó una canción. A través de este testimonio se ejemplifica el caso individualizado de una gran parte del colectivo chileno, donde miles de familias que deseaban cambiar los hábitos y políticas de su país a través de las urnas, fueron asesinados, apaleados y desaparecidos, tal cual ocurrió más tarde en otras partes del cono sur: Argentina y Uruguay. Con la vuelta al presente de esta historia, Nona Fernández reclama la memoria histórica de Chile, la cual durante muchos años ha permanecido a la sombra para no abrir heridas y crear brechas aún más profundas de las que ya se encuentran soterradas en la historia de este país.
[1] Fundador del Partido Comunista y presidente del Partido Obrero Socialista.