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¿Qué y cuándo evaluamos? ¿Qué y cuándo evaluamos?

¿Qué y cuándo evaluamos?

Centrándonos en la evaluación, por parte del profesor, del proceso de aprendizaje de sus alumnos, y dejando por ahora la heteroevaluación o acción reflexiva del profesor sobre su propia actividad docente, podemos identificar diferentes elementos a evaluar (Fernández 2017)

Evaluar la motivación del alumno. Sin ella no hay aprendizaje, por lo que el primer paso es valorar, y despertar cuando sea necesario, los intereses de los alumnos. Le evaluación debe estar al servicio del aprendizaje del alumno y estudiar sus intereses y su forma de aprender.

Tanto al inicio de un nuevo curso, como al comenzar una nueva Unidad Didáctica (UD), desde la evaluación formativa se analiza si lo que se propone en los objetivos responde a los intereses y necesidades de los alumnos, se valora el grado de motivación y se ponen en marcha las estrategias que la activen y mantengan. Esta evaluación de la motivación, además, debe estar presente no sólo al principio sino durante todo el proceso de aprendizaje. Esto supone estar pendiente de la disposición para aprender, de la actitud hacia el trabajo, de la forma de aprender, de las emociones y sentimientos que se generan, del grado de satisfacción de los intereses, de la participación y cooperación, de la iniciativa y grado de autonomía…, y todo ello en un ambiente de trabajo afectivo, estimulante, de respeto, organizado y al mismo tiempo distendido.

Para que no decaiga la motivación, durante el proceso, es necesario valorar los logros y dificultades, secuenciando la progresión, poniendo el andamiaje oportuno y ofreciendo la realimentación necesaria con actividades y recursos apropiados, asequibles, suficientes y estimulantes.

Evaluación inicial. A principio de curso, es importante hacer una evaluación de diagnóstico para construir sobre lo edificado, para planificar un proceso de aprendizaje significativo.
Es útil plantear una unidad cero, donde, acorde con el nivel de los alumnos, a través de un trabajo de grupo, una entrevista, un cuestionario o una exposición escrita u oral, se pueda diagnosticar el punto de partida del aprendizaje que vamos a acometer.
Al iniciar cada unidad didáctica y cada vez que se prevé dar un nuevo paso, el aprendizaje significativo requiere, también, una evaluación de diagnóstico para construir sobre lo edificado, valorar lo que se sabe y de acuerdo con ello determinar lo que se puede hacer y aprender.

La evaluación inicial nos permite plantear objetivos y contenidos de aprendizaje alcanzables, así en cada paso que se avanza se refuerza la motivación y estimula el esfuerzo.

Evaluación de la realización de cada actividad. En cada paso del proceso de aprendizaje se evalúa lo que se está trabajando y cómo se está trabajando, atendiendo a los diversos estilos de aprender, incentivando la motivación, el interés, la iniciativa, la participación y el esfuerzo, realimentando sobre la marcha, valorando la realización de los trabajos, las dificultades y el progreso conseguido.

Evaluación de las competencias adquiridas. En las recomendaciones del Consejo de Europa se indica que hay actualizar los métodos de evaluación y validar las competencias (conocimientos, capacidades y actitudes) adquiridas.

Formulación de objetivos y contenidos. Después de activar y diagnosticar los intereses, experiencias y conocimientos de los alumnos en relación con la tarea, tema o situación, se plantean los objetivos y contenidos de aprendizaje sobre los aspectos nuevos y se programan en secuencias superables, no en saltos en el vacío, sino cuidando que la progresión sea coherente, trabaje en la “zona de desarrollo próximo” y cuente con el andamiaje necesario. Así, cada paso que se avanza refuerza la motivación y estimula el esfuerzo. La evaluación y consecuente formulación de objetivos y contenidos, tendrá todo su potencial didáctico si se realiza en conjunto con los alumnos, ayudándoles a calibrar y a tomar conciencia de forma expresa de lo que se va a hacer, aprender o repasar; de esta formulación se desprenderán los criterios de valoración, consiguiendo de esta forma una total simbiosis entre aprendizaje y evaluación. Así, con la ayuda de profesor, los alumnos van tomando conciencia de los objetivos y contenidos que se van a trabajar.

Valoración de cada destreza. Durante todas las fases del proceso de aprendizaje la evaluación formativa está presente en lo que se está trabajando y en cómo se está trabajando, atendiendo a los diversos estilos de aprender, valorando el potencial de aprendizaje, incentivando la motivación, el interés, la iniciativa, la participación y el esfuerzo, realimentando sobre la marcha, valorando la realización de los trabajos, las dificultades, el progreso y las formas de aumentarlo.
Para el descubrimiento e interiorización de cada nuevo aspecto, el profesor valora primero si las actividades que se proponen en clase o en los materiales acompañan el proceso, son el andamiaje adecuado, ayudan a formar hipótesis y a contrastarlas, a buscar modelos y descubrir en ellos lo que se necesita (observa, busca, señala, identifica, relaciona, adivina, contrasta, elige, compara, clasifica, subraya, completa, verifica), a ensayar, a corregir, a retroalimentar, a interiorizar y a avanzar. Es durante la realización de esas actividades por los alumnos cuando la evaluación formativa puede ofrecer la indicación y la mediación oportuna en tiempo real, saliendo al paso de las dificultades, analizando los errores, los logros, los estancamientos y los avances. Todo ello es evaluación, evaluación formativa y se lleva a cabo a través de esas mismas actividades, es más, la evaluación formativa forma parte intrínseca de ellas y en ese trabajo, sobre todo si se hace en grupo, se produce la regulación evaluadora que posibilita el aprendizaje significativo.
La evaluación formativa acompaña ese proceso en cada momento llevando al alumno a contrastar, controlar la propia captación de los nuevos elementos, repasar, pedir y dar explicaciones o aclaraciones, dejar constancia de lo aprendido, tenerlo a mano, volver sobre ello, valorar sus logros, sus dificultades y utilizar estrategias de superación.

Evaluamos al final de una actividad. No sólo al final de una unidad didáctica, sino cada vez que se termina una secuencia de ejercicios debe estar también presente la evaluación para comprobar, contrastar realimentar y reajustar el trabajo realizado

Evaluamos al final de una unidad didáctica. Este es un buen momento de reflexión de todo el trabajo realizado, procurando no dejar cabos sueltos, sino previendo la forma de retomar aquello que es importante consolidar. Esta evaluación tiene todo su valor formador cuando se implican la clase y cada uno de los alumnos en una reflexión conjunta y personal de autoevaluación y de coevaluación.

En este momento se valoran, lo más descriptivamente posible, algunos aspectos de acuerdo con los objetivos y criterios previstos y con el trabajo realizado:

  • Cumplimiento de la tarea / meta prevista.
  • Grado de satisfacción de los intereses.
  • Cumplimiento de los objetivos.
  • Resultados / productos.
  • Lo que se ha aprendido en relación con... (aspecto sociocultural).
  • Reflexión sobre las fortalezas y dificultades en cada destreza.
  • Errores y superación.
  • Lo que más ha gustado.
  • Lo que más ha ayudado: actividades, estrategias, situaciones.
  • Los aspectos que se pueden mejorar en el proceso, y en los resultados.
  • Las responsabilidades asumidas dentro del grupo y cómo mejorar el trabajo en grupo.
  • Qué se va a hacer para progresar.
  • Qué aspectos necesitan mayor atención por parte de cada alumno.