Como maestros sabemos e intentamos transmitir a nuestros alumnos que la lectura es, por una parte, uno de los medios que nos ayudan a entender lo que otros han vivido, han descubierto, han imaginado y nos han transmitido a través de la palabra escrita. Por otra parte, es un instrumento básico de aprendizaje: una buena comprensión lectora (no hay buen lector sin una buena comprensión de lo leído) ayudará en gran medida a abrir al lector un gran abanico de posibilidades, a potenciar sus capacidades para la autonomía de aprendizaje (buscar información y seleccionarla, interpretar planos y gráficas, seguir las instrucciones para cualquier actividad o instrumento, identificar lo esencial de lo secundario, sacar conclusiones, acercarse a la literatura, etc.)

Tras muchos años de proponernos fomentar el placer de la lectura y hacer hincapié en la comprensión lectora de nuestros alumnos continuamos observando deficiencias de comprensión, lo que les lleva a una ralentización del aprendizaje o, incluso, a una apatía cuya consecuencia es el fracaso escolar. Esas deficiencias de comprensión no se producen, en algunos casos, ante todo tipo de textos. Algunos alumnos son capaces de leer y entender un cuento o una narración sin grandes problemas, pero al ponerles ante otro tipo de texto, digamos expositivo o matemático, observamos graves dificultades de comprensión. Por ello entendemos que los alumnos deben habituarse a leer todo tipo de textos y a aprender a comprenderlos con nuestra ayuda. Para lograrlo debemos ampliar este objetivo de comprensión a todas las áreas del currículo. Cada una de estas áreas posee un vocabulario propio, el cual deberá ser dominado por el alumno, al menos de forma elemental, antes de abordar la lectura.

Basándonos en lo anteriormente expuesto hemos elaborado un plan que ayude a nuestros alumnos a mejorar estas competencias.