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Concurso literario textos ganadores

IES TIRSO DE MOLINA
DEPARTAMENTO DE LENGUA
CONCURSO LITERARIO 2017-18


GANADOR DE LA MODALIDAD C (ALUMNOS DE 1º Y 2º DE BACHILLERATO)
“Las tierras del fraile”, por Andy Cabello (2ºBach.D)
Corría el año 1625. Vallecas. Mientras desandaba la misma avenida de todos los días, don Manuel de Aloys no podía quitarse dos cosas de la cabeza: remendar su cogulla, y las tierras que a su izquierda ofrecían un paisaje desnudo y siniestro.
“Si Dios reparase en semejante desolación, estoy seguro de que obraría un milagro”, pensaba don Manuel. El frío de aquellos meses se hacía notar en su tonsura. Exhaló un breve suspiro y prosiguió su camino. Pero ya no estaba solo. Divisó, a lo lejos, la figura de un hombre que subía por la avenida. Conforme este se acercaba, en la frente de don Manuel iban apareciendo arrugas, y su mano iba uniéndose con su barbilla en un gesto de curiosidad. Al fin, lo reconoció.
- ¡Dichosos los ojos de saber que un amigo ha regresado!
- ¡La dicha es mía, compañero! – contestó el otro, sonriendo.
- No cambiará usted nunca, fray Gabriel, sigue conservando su innato talento para la espontaneidad.
- Se confunde nombre, pues ahora hago llamarme Tirso, Tirso de Molina. A decir verdad, lo adopté hace poco, ya sabe, por atraer al público…
- Veo que sigue practicando la afición a la escritura. Esa, y también la de ofender a sus pagadores con obras profanas. ¿O acaso lo de Molina no lo ha sacado usted de ver tanto molino en Cuenca? ¡Ay, pobre fraile! Recluido en un monasterio de La Mancha por su mano deslenguada. A propósito, ¿no debería estar allí?
- ¡Me escapé! Los reclinatorios iban a acabar con mi espalda. No me diga que las posadas de Madrid no ofrecen mejor compañía – le guiñó el ojo -, además, le aseguro que el aceituno está demasiado ocupado con los reformistas para darse cuenta.
- ¿No se referirá al Conde Duque de Oliva…?
- ¡El mismo! – lo interrumpió – Tanto el olivo como el mamerto requieren un buen vareo cuando apremia el tiempo…
Poco a poco don Manuel iba acostumbrando su oído a las palabras de Tirso. Su agitación descendía, e incluso le llegaba a resultar divertida la charla del fraile. Se fijó en la atenta mirada de su amigo. Este no dejaba de escudriñar las tierras a su lado. Eran las mismas que él seguía contemplando año tras año. Yermas y fútiles.
- ¿Le ha llamado la atención el paisaje? – preguntó don Manuel.
- Se asemeja a un valle rodeado de poca cosa, un albufera sin agua. Una avenida de albufera. ¿Me sigue usted?
Por supuesto que lo hacía. Aunque esa “albufera” no contuviera un “manantial” en su interior, significaba mucho para él. A paso lento, fueron acercándose a aquellas tierras, donde la quietud y la soledad dominaban un campo amarillo e inservible. La maleza y las pequeñas piedras se clavaban en sus zapatos. A su alrededor se alzaba el vacío, y sobre ellos, un triste cielo. Don Manuel estaba absorto. Su mente flotaba en un océano de pensamientos. De pronto, un impetuoso grito lo despertó.
- ¡La villana de Vallecas!
- ¿Cómo dice, fray Gabriel?
- Digo que titulé así una de mis obras, la cual publiqué un lustro atrás. Se encuentra muy desinformado del panorama cultural de hogaño – volvió a guiñarle el ojo - ¡ojalá Vallecas entera leyera mis obras! ¡Cuán feliz me haría eso!
De nuevo, don Manuel tornaba a divagar. Su mano se cerraba en un puño bajo su barbilla. De sus ojos se desprendía un brillo distinto, y la brisa le hacía tiritar. Se encogió de hombros. Por un momento, dejó de sentir el frío. A su pecho solo llegaba un ardor desconocido; un fuego que se avivaba con el eco de las palabras de su amigo: “un valle rodeado de poca cosa”. En el fondo, sabía que la “poca cosa” no era nada. Decidido, se acercó a fray Gabriel, puso sus manos en los hombros de este, y lo miró fijamente. El contacto visual infundía en don Manuel un gran optimismo. A continuación, le dijo:
- ¿Sabe, Tirso de Molina? Tenemos que hacer que este sitio cobre vida; que sirva para enseñar a los pobres chiquillos; que haga de Vallecas un lugar para la educación y la cultura, pues solo con ellas puede lograrse un mundo mejor – ambos se santiguaron.
- ¡Y qué mejor nombre que el mío para una escuela! ¡Sí! Yo me encargaré. Le prometo que, tarde meses o siglos, estas tierras verán cómo los mocitos aprenden con mis obras y…- fue interrumpido.
- ¡Y yo aguardando a que Dios obrase un milagro! Con la gracia que se trae, solo me cabe pensar que nuestra alegre charla no es más que otra de sus ingeniosas creaciones, señor Tirso. Ya sabe, en las promesas almíbar, y…
- ¡Y en el cumplimiento, alcíbar! – ambos se rieron.
Tras el encuentro, los dos frailes se dieron una calurosa despedida. Don Manuel se quedó parado, nostálgico, observando a ese amigo que se alejaba. Cuando lo perdió de vista, reanudó la marcha. Ahora albergaba un hálito de esperanza. No todo parecía seguir igual: corría el año 1625. Vallecas. Mientras desandaba la misma avenida de todos los días, don Manuel de Aloys ya solo se preocupaba por una cosa: remendar su cogulla.

PRIMER PREMIO DE LA MODALIDAD A (1º Y 2º DE ESO)
“1997”, Ágata González Rodríguez (2ºE)
Es el primer año de instituto de Miguel. Está asustado, nervioso. Mónica, su hermana, le anima. Ella no tiene problemas, es perfecta, todo el mundo la quiere. El instituto no debería preocuparle, Mónica está en 4º de la ESO y le protegería. Pero la realidad es que Miguel se siente inseguro.
Durante el verano ha estado pensando cómo sería, cómo le tratarían…
Llegó el temido día, 15 de septiembre. La noche anterior no pudo dormir nada. Cuando entró en el instituto, Tirso de Molina, vio a mucha gente y se empezó a poner nervioso, todo el mundo le miraba, o eso era lo que él creía. Al fin y al cabo conoció a mucha gente, nadie le recordó los malos momentos que sufrió en el pasado, en el colegio, a eso se debía su inseguridad. Pero poco a poco fue desilusionándose, habían pasado tres meses y nadie contaba con él.
Durante las vacaciones de Navidad les dijo a sus padres que no quería volver al instituto, ellos no se lo permitieron.
A la vuelta sintió lo mismo que tantas otras veces, miedo. No quería volver a pasarlo mal, otra vez no.
Pero su vida iba a cambiar. Sara llegó al instituto, era la chica nueva que anunciaron los profesores: tímida, guapísima, insegura… se parecía tanto a Miguel, pero claro, una chica como ella jamás se fijaría en él, pensó. Solo había un asiento libre en clase, ¡qué suerte, era el suyo! A partir de ese momento empezaron a conocerse. Al cabo del tiempo se hicieron inseparables, hablaban, reían, se lo contaban todo. Por fin conocía la verdadera amistad y todo gracias a Sara.
Llegó el último día del curso. Miguel estaba muy contento, le gustaba ver el cambio que había dado desde que llegó el primer día del instituto. Todo el mundo quería estar con él y varias chicas le habían pedido salir. Miguel no había dicho que sí a ninguna, porque la chica que le gustaba de verdad, no solo por lo guapa que era, si no por su personalidad y todo lo que le había ayudado a lo largo del curso, por haber hecho que fuese el mejor de todos…era Sara y ese día iría a la fiesta de fin de curso con ella.
Todo iba muy bien, hasta que de repente Sara dejó de hablar con él. Cuando Miguel se acercaba ella le esquivaba. Cuando intentaba hablar, ella ni le miraba. Miguel empezó a preocuparse, se puso triste. Miguel iba a marcharse, ya que la única persona por la que estaba allí no le hacía caso. Miró a Sara por última vez antes de irse, ¿qué estaba pasando? Sara le miraba con lágrimas en los ojos, ahora sí, Miguel no dudó en ir a darle un abrazo y ella pudo contárselo. Se tenía que marchar a otra ciudad, lejos, tal vez para siempre. Miguel no pudo aguantarse, se despidió de Sara y fue a casa, corriendo y llorando.
Pasó el tiempo y para Miguel, Sara seguía siendo la protagonista de todos sus buenos recuerdos. No la había vuelto a ver desde aquel junio del noventa y siete.
Año dos mil siete. Mónica entusiasmada le da una carta a Miguel, él la abre…es una invitación de su instituto, Tirso de Molina, donde conoció a Sara. En la carta decía que habría una fiesta la siguiente semana en honor a los de su generación. Pasado ese tiempo entró en el gimnasio del instituto, qué recuerdos le trajo. Nada más entrar sus antiguos compañeros de clase empezaron a corear su nombre, pero no les hizo mucho caso, él estaba buscando a una persona. Le preguntó a un chico que estaba sirviendo el ponche si había visto a Sara, no le supo responder, no sabía quién era. Cuando se dio la vuelta para ir con sus antiguos compañeros, vio a Sara entrando por la puerta. Miguel corrió a darle un abrazo que acabó convirtiéndose en un beso.
Cuando la fiesta acabó Miguel y Sara salieron por la puerta, miraron para atrás, en un cartel ponía: Tirso de Molina Instituo Bilingüe. Los dos suspiraron y dijeron a la vez: Qué bonito lugar para conocerse.

SEGUNDO PREMIO DE LA MODALIDAD A (1º Y 2º DE ESO)
“El misterio del Tirso”, Irene Parras (1ºE)
¡Hola! Soy Irene y os voy a contar una aventura chulísima que me ocurrió en el IES Tirso de Molina, así que vamos a hacer memoria…
Todo empezó la segunda semana de clases. Para mí, al ser un nuevo centro, todo era como un laberinto. Menos mal que tenía un grupo de amigos que me ayudaban. Esa era mi pandilla de amigos, con los que he compartido grandes momentos y a los que conozco desde hace mucho tiempo. Son: Sara, Fernando (Fer), Judith, Alejandra (Ale) y Mario.
Aquel día, todo iba normal como cualquier otro hasta que, al acabar las clases, fui a hablar con mi tutora sobre una duda del examen. Mis amigos me esperaban mientras. Cuando salí del aula, íbamos andando por el pasillo y, de repente, Fer se tropezó y, sin querer, giró la barra de hierro que había antes de bajar las escaleras. De repente, se movió un trozo de pared y apareció un botón rojo. Como Fer era muy curioso y quería saber qué era, lo pulsó. Yo, mientras, estaba terminando de asimilar lo que estaba pasando. A los pocos segundos reaccioné, y vi que se había abierto como una puerta que estaba detrás de la pared, como una especie de pasadizo secreto. Todos estuvimos de acuerdo en averiguar lo que se escondía detrás de esa puerta, así que nos pusimos en marcha.
En cuanto cruzamos la pared, la puerta se cerró. Nos pesaban mucho las mochilas, así que decidimos dejarlas en el suelo. Judith estaba muy nerviosa. Entonces se quedó detrás de todos. Al final del túnel, había un mapa. Detrás del mapa, estaban los pasos que había que hacer en cada prueba.
La primera prueba consistía en adivinar un acertijo que decía: “Muchos como él había, pero obras como las que escribía nadie las hacía”. Todos nos pusimos a pensar. Sabíamos que era un escritor, pero no sabíamos cuál, hasta que Mario nos recordó que nuestra profesora de lengua, había explicado ese día en clase que Miguel de Cervantes escribía obras como nadie las hacía. Entonces, pusimos su nombre y la respuesta era correcta, así que continuamos.
En la segunda prueba, había que encestar una pelota en un aro y adivinar otro acertijo. Como a mí se me daba bien el baloncesto, hice yo la prueba. Encesté la pelota y el acertijo era este: “Aunque no os dé la mente, Miguel de Cervantes tuvo un duelo permanente, así que pensad un poco y comeros el coco”. En ese momento, Sara recordó que hizo un trabajo sobre la vida de Lope de Vega y se acordó que él tuvo un duelo permanente con Miguel de Cervantes. La respuesta era correcta y fuimos a la siguiente prueba. Pero antes de llegar, Judith dijo si habría un tesoro o una recompensa al final de todo eso y todos supimos que sí.
Al llegar a la tercera prueba, en el mapa ponía que teníamos que adivinar de qué escritor era la siguiente frase: “Que quien ama, jura y miente”. No sabíamos a quién pertenecía, pero nos acordamos de que nuestro profesor de historia nos contó que Tirso de Molina escribía muchas frases relacionadas con el amor y en nuestro instituto se solía hablar de él, ya que se llama así el centro. Entonces pusimos la respuesta y era correcta.
Ya estábamos en la cuarta y última prueba y en esa prueba había que adivinar el acertijo respondiendo con uno de los escritores nombrados anteriormente. Ese acertijo decía: “Él sufrió con mucho llanto y le llamaron el manco de Lepanto”. Entonces, todos dijimos a la vez el nombre de Miguel de Cervantes. De repente, se abrió la puerta que escondía el tesoro que tanto esperábamos. Al entrar vimos, encima de una mesa, como unas hojas antiguas con algo escrito, así que nos acercamos. Era lo único que escribió Miguel de Cervantes de la segunda parte de la Galatea. Cuando nos los encontramos, estuvimos alucinando porque nos contaron que él no llegó a escribir esa segunda parte y que se quedó con las ganas. Por un lado, no queríamos decírselo a nadie pero por el otro sí, porque eso era importante.
Al final, lo que hicimos fue coger las hojas, salir de ahí y hablar con nuestra profesora de lengua o con algún jefe de estudios. Al salir, cogimos las mochilas , aunque pensábamos que no estaría ningún jefe de estudios a esas horas en el instituto, vimos a uno de ellos y fuimos a hablar con él. Nos dijeron que éramos unos alucinantes detectives y que lo que habíamos encontrado era alucinante.
Desde ese día somos muy conocidos en el instituto y todos nos preguntan cómo pasó una y otra vez. Fue la mejor aventura que me ocurrió y me ocurrirá en el Tirso de Molina y, encima, acompañada de mis mejores amigos.

50 years, 50 words. Mini-saga contest

Hecho con Padlet

Celebraciones 50 Aniversario

Miércoles 18 de Abril a las 19:00h

Jueves 19 de Abril a las 12:00h Acto Institucional.

Jueves 19 de Abril a las 19:00h Celebración Alumnos, Antiguos Alumnos, Familias, y toda la Comunidad Educativa. Concurso de pelea de gallos y mucho más.

Viernes 20 de Abril a las 19:30h Homenaje Andrés García Colocación de placa en la Biblioteca.