¿Por qué son necesarios?
Un sistema de normas estable, ayuda al niño/a a saber predecir las consecuencias lógicas de su propia conducta y le ofrece la seguridad de saber a qué atenerse a cada momento.
Tened en cuenta que vuestros límites le dan seguridad al niño/a; sin ellos, el niño/a se siente perdido/a, todo ser humano necesita un punto de referencia.
Los niños/as más inseguros/as y temerosos/as son aquellos/as hijos/as de familias muy permisivas o autoritarias, es decir que tienen un criterio educativo incoherente. No penséis que os van a querer menos por negarles o prohibirles ciertas cosas.
El respeto a las normas y límites es asunto de ambos progenitores. Ambos padres han de ponerse de acuerdo y formar un frente común delante del niño/a.
Algo a tener en cuenta, es que los progenitores no podrán basar la imposición de los límites en el uso del castigo, ya que solo conseguirán una adaptación pasiva del niño/a impidiendo su desarrollo con autonomía. Si el niño/a solo actúa con el sentido del deber se agotará y no encontrará satisfechos sus deseos.
CÓMO PONER LÍMITES:
No todos los/as niños/as son iguales ni todas las situaciones. Lo que a una familia le da resultado con un hijo/a, puede no producir efecto alguno en otro/a. Tampoco los padres somos los mismos con todos los hijos/as o en todas las circunstancias. Aclaramos que al hablar de “padres” hacemos referencia a ambos.
Los padres deben ser padres, no amigos/as de nuestros/as hijos/as. Los amigos/as son sus iguales, son relaciones simétricas. Ser padres es una relación complementaria y los/as niños/as necesitan de esta complementariedad, de esta diferencia. ¿Cómo poner límites a un niño/a que está en nuestro nivel, qué es nuestro igual?
El padre autocrático es el dictador de la casa. Muy fuerte en castigos y amenazas, pero muy débil en las relaciones y vínculos. Produce como consecuencia, rebeldía franca o silenciosa.
El padre Permisivo suele ser más “amigo” que padre; no pone límites, no guía u orienta. El ambiente es de excesiva libertad. No asume o no quiere tener el control. A veces el mensaje que deja un padre demasiado permisivo es la indiferencia o el “no me importa”. Los hijos pueden sentirse descuidados/as o abandonados/as.
El padre comunicativo establece una buena relación. Puede entender si el niño/a busca atención o está intentando decir algo a través de su mal comportamiento. A veces, el llanto es la única forma de transmitir su malestar cuando no puede ponerlo en palabras. El padre comunicativo permite que el niño/a exprese sus sentimientos, transmitiéndole así que es respetado. Y en una actitud serena puede ejercitar su autoridad sin caer en una lucha de poder. Puede ser exigente y sensible al mismo tiempo.
ORIENTACIONES:
- ¿Por qué?
Tenemos que explicarle las razones del límite y que lo hacemos porque nos importa su bienestar, para que pueda establecer una relación entre su conducta y las consecuencias que hay que evitar.
Hay cosas que son negociables (ponerse un calcetín de cada color) y otras que NO, de ninguna manera (ponerse el cinturón de seguridad en el coche).
- ¿Cómo?
En general, primero es el límite verbal. Tened en cuenta la necesidad de ponernos a su altura visual. Establecer ciertas pautas y señalar las normas y límites de modo claro y firme. A veces una simple conversación es todo lo que precisa (tened en cuenta la edad del niño/a). A un niño/a no se les debe estar frustrando todo el tiempo con “no” o prohibiciones. Los niños/as tienen que sentir más placer que frustración.
Otra forma es, por ejemplo “retirar” al niño/a durante un breve periodo de tiempo de la escena creada, aquí es fundamental evitar la típica frase “te quedas ahí a pensar”, ya que en esta ocasión el verbo pensar adquiere una connotación negativa y lo que queremos es invitarles a “pensar”.
Las consecuencias naturales y lógicas también son buenas oportunidades para poner límites. Si no quiere comer nada en la comida, lo natural es que para la merienda tenga hambre. La naturaleza hará lo suyo sin necesidad de amenazar y/o castigar.