Hace ya varios cursos, comenzamos a llevar a cabo un proyecto innovador y novedoso basado en la metodología de Talleres Integrales de Beatriz Trueba. Poco a poco, lo hemos ido adaptando a las necesidades de nuestro centro y a las edades de los niños y niñas, y lo llamamos Proyecto de Aulas Experienciales.
Para poder llevar a cabo este tipo de metodología, es indispensable la formación de grupos heterogéneos verticales que se caracterizan por la integración en un mismo grupo de niños y niñas con edades cronológicas, niveles de desarrollo, intereses y necesidades, diferentes.
Si lo que perseguimos con la educación es el máximo desarrollo personal y social de los alumnos y alumnas, ciertas capacidades y habilidades sociales sólo pueden desarrollarse en grupo, en comunidad, en sociedad; por ello, uno de los propósitos de este tipo de agrupamiento es favorecer una integración similar a la de una familia, donde se comparten experiencias e intereses con personas de diferentes edades, en un marco de respeto y confianza.
Los primeros seis años de vida son vitales para el desarrollo de la persona, por esto, los estímulos que reciba del medio van a garantizar la potencialización o no de las capacidades individuales de cualquier ser humano. Así, es necesaria una intervención adecuada durante estos años que debe desarrollarse desde una visión holística, partiendo de las características y necesidades individuales de la persona.
Gracias a este tipo de agrupaciones podremos fomentar, además, el aprendizaje cooperativo, entendido como que: “los alumnos no sólo aprenden porque el profesor les enseña, sino porque cooperan entre sí, enseñándose unos a otros” (Piaget, 1969).
¿No resultaría más fácil la integración social y el trato normalizado si les escolarizáramos juntos y juntos aprendieran unos de otros?... y lo que es fundamental para su desarrollo: a convivir y respetarse.