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Visor

Desarrollar unas relaciones ricas entre padres e hijos y que proporcionen a los niños el necesario apoyo emocional

El equilibrio emocional constituye un factor esencial para el éxito escolar de los niños y su progreso hacia la excelencia. Tal equilibrio influye sobre los valores, en el sentido de que los consolida; y es influido por ellos, puesto que propician ese equilibrio. En el momento actual, la neurociencia proporciona el suficiente apoyo empírico como para afirmar que la estabilidad y la resistencia emocional del niño le equipan para enfrentarse con situaciones de tensión, le preparan para la vida fuera del hogar y contribuyen a la mejora de sus capacidades cognitivas. La estabilidad emocional favorece mucho los procesos de atención, aprendizaje y memoria. Como destaca Tomás Ortiz[1]desde ese ángulo científico:

(…) Es imprescindible crear en los niños valores suficientemente estables, consistentes y prioritarios que faciliten el aprendizaje y estimulen la adquisición de nuevos conocimientos; ello permitirá una mejor integración de las emociones y la toma de decisiones acertadas durante la jornada escolar.

Al equilibrio emocional contribuyen, de forma decisiva, las relaciones de afecto que se establecen entre padres e hijos, afecto que se ha de demostrar de un modo diáfano a través de expresiones explícitas, de gestos claros y de comportamientos evidentes. No olvidemos que la formación del sistema nervioso depende de la estimulación propioceptiva, del tacto de la madre o de los adultos, del contacto del niño con otros cuerpos. El cerebro infantil necesita del abrazo para su desarrollo; las estructuras cognitivas requieren ese alimento para alcanzar un nivel adecuado de competencia. La primera tarea educadora de los padres sigue siendo, pues, querer y manifestar su cariño a sus hijos, transmitirles la seguridad que les va a permitir afrontar sus vidas.

Las interacciones verbales entre padres e hijos son difícilmente separables de los vínculos emocionales y afectivos. Tan importante como hablar a los niños es escucharles, superando la comunicación de pura intendencia familiar y estimulando la expresión de sus puntos de vista, de sus intereses y necesidades. Pero el papel del lenguaje no sólo es esencial en las relaciones familiares del niño, en la transmisión de valores y el enriquecimiento ambiental, sino que constituye, además, la base imprescindible de un buen aprendizaje escolar. Por tal motivo, el refuerzo del triángulo emociones/afectos, valores y lenguaje se convierte en una práctica efectiva para facilitar en los niños su caminar hacia la excelencia.


[1] Ortiz, T. (2009) Neurociencia y Educación. Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid- Alianza Editorial. Madrid.