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Familia y Centro

Las relaciones recíprocas entre familia y centro educativo tienen un claro destinatario que es el niño; en la mayoría de las veces es él también el mediador principal de esa interacción. A través del niño, o por su causa, se producen las relaciones entre familia y escuela, sea del lado de la familia o a instancias de ella, sea del lado de la escuela o por su iniciativa.

Las diferentes prácticas efectivas que, en materia de relación familia-escuela, se describen en lo que sigue están todas ellas dirigidas a reforzar la eficacia de sus respectivos papeles en beneficio mutuo y, sobre todo, pensando en el interés superior del niño.

En materia de transmisión de valores y de aprendizaje de hábitos, la coherencia en los presupuestos, las actitudes y las actuaciones de esos dos agentes fundamentales constituye un factor de eficacia primordial[1]. Resulta especialmente desequilibrante y nocivo para la educación del niño el recibir mensajes contradictorios en el plano educativo desde ambientes a los que ha de conceder el valor de la autoridad. Por tal motivo la interacción, en sus diferentes formas o modalidades, ha de considerarse como un medio para preservar o facilitar la coherencia, para asegurar actuaciones convergentes que refuercen la intensidad de los efectos que se derivarían de una acción aislada de cualquiera de los dos actores —familia y escuela— tan importantes en la educación de los niños y los adolescentes.

Las respectivas influencias positivas de la familia y de la escuela sobre los alumnos pueden verse reforzadas mediante un compromiso efectivo de asociación entre ambas. G.Pugh[2], refiriéndose a la educación preescolar, ha propuesto para este compromiso la siguiente definición:

Una relación de trabajo que se caracteriza por un significado común de los objetivos, un respeto mutuo y la voluntad de negociar. Ello implica compartir información, responsabilidades, competencias, decisiones y la obligación de rendir cuentas.

El trabajo, apoyado en evidencias, sobre familias y centros escolares, realizado por Sam Redding[3] para la Academia Internacional de Educación y publicado por la Oficina Internacional de Educación de la UNESCO ha servido de base para establecer una colección, no exhaustiva pero si significativa, de prácticas efectivas que hemos identificado para esta ocasión como propias de la interacción entre familia y centro educativo y que se describen a continuación.

 

 

[1] DAMON, W (1999) “El desarrollo moral de los niños”. Investigación y Ciencia, ISSN 0210-136X, Nº 277, págs. 26-33.

[2] Pugh, G. (1989) “Parents and professionals in the pre—school services: is partnership posible?” En S. Wolfendale (Dir.),  Parental Involvement: Developing Networks between Home, School and Community. Cassell. Londres

[3] Redding, S. (2000). Parents and Learning, IAE/IBE Unesco, Bruselas/Ginebra, 36 pp.