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Establecer un código de conducta favorecedor del orden y del respeto a las personas y a las tareas de enseñar y de aprender. Aplicarlo con firmeza y, a la vez, con justicia.

Ese binomio, aparentemente contradictorio, formado por la exigencia y el afecto constituye una herramienta poderosa a la hora de promover conductas positivas sea en los alumnos, sea en los profesores.

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