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Visor

Contribuir desde el aula a crear una cultura de excelencia académica

Existe un consenso amplio, basado en evidencias, en el sentido de que la excelencia nace de una cultura coherente que afecta a todo el entorno de adultos en el que se desenvuelve el alumno y concierne, desde luego, al aula. Cuando los alumnos se insertan en una cultura en la que es normal pretender la excelencia, -en tanto que voluntad de hacer las cosas bien y del deseo de aspirar a lo mejor- donde los estudiantes reciben el suficiente apoyo y dedicación por parte de sus profesores, en un clima de elevadas expectativas sobre sus capacidades para realizar un trabajo de calidad, darán lo mejor de sí mismos para acomodar sus comportamientos a este ambiente de valores, ambiente que estructura y, a la vez, recompensa.

Como señala Ron Berger [1] en su libro An Ethic of Excellence los maestros y profesores pueden contribuir a crear en sus aulas esa cultura de la excelencia, siendo consistentes en sus prácticas docentes, esperando y animando el mejor esfuerzo de sus alumnos y facilitando un aprendizaje basado en proyectos bien diseñados que promuevan un trabajo de calidad. El trabajo excelente transforma a las personas. Una vez que un estudiante —afirma Berger— comprueba que es capaz de la excelencia, nunca será ya el mismo. Un nuevo autoconcepto, una nueva noción de posibilidad le acompañarán en su experiencia escolar. El trabajo por la excelencia en el aula tiene, pues, un carácter transformacional.

 

 

[1]  BERGER, R. (2003). An Ethic of  Excellence. Building a Culture of Craftsmanships with Students. Heinemann. Portsmouth.





Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid