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Visor

Hacer del profesor un modelo de excelencia

El profesor puede convertirse, de un modo tácito, en un modelo de excelencia. Este modo de hacer no ha de ser explícito; no se pretende, desde luego, que el profesor diga a sus alumnos “tomadme como ejemplo”, o algo similar; sino que es la práctica diaria y sus énfasis, el trabajo metódico y la transferencia espontánea de actitudes y de conductas lo que terminará calando, como por impregnación, en una buena parte de los alumnos.

Uno de nuestros mejores formadores del profesorado ha narrado para esta ocasión el siguiente caso práctico:

 “Hace cuatro años me encontraba en un centro de secundaria de un municipio de la zona sur de Madrid impartiendo un curso sobre mejora de la convivencia. En una sesión de aquel curso habíamos hablado de la gestión del aula y el papel fundamental de las relaciones entre el profesor y el alumno para construir un clima de convivencia en la clase y en el centro. Al terminar la formación se me acercó Teresa, una profesora de Secundaria de Física y Química, de expresión serena, dulce, y de unos 60 años de edad. Teresa había comentado con cierta timidez que ella no tenía problemas graves de convivencia con sus alumnos y que, además, acostumbraban a trabajar en sus clases, a lo que el resto de los profesores presentes en la sesión, compañeros de Teresa, habían asentido. Teresa me dijo que, si estaba interesado, podría entregarme las reglas que guiaban su trabajo en el aula y la relación con sus alumnos, por si podía resultarme útil; le dije que sí. Al comienzo de la siguiente sesión me entregó el valioso regalo de una larga, gozosa y eficaz experiencia de vida como profesora.

En un folio se podía leer lo siguiente:

  • Estar disponible
  • Esforzarse
  • Dominar la materia
  • Ser puntual
  • Adaptarse
  • Comunicarse personalmente
  • Comprender
  • Respetar
  • Dar oportunidades
  • Valorar
  • Exigir
  • Aclarar
  • Corregir

Con estas trece sencillas pautas, Teresa transmitía que el modo de establecer las relaciones personales entre los profesores y los alumnos influía decisivamente en el clima de convivencia de la clase, pero además favorecía el propio trabajo escolar. Teresa había asumido, por su formación y por su propio carácter, que en el encuentro personal y mediante una comunicación sincera y respetuosa -también de las emociones y los sentimientos- se puede desarrollar una eficaz regulación de la convivencia; una regulación más allá de la “hiper-reglamentación” de faltas y sanciones. Y que para conseguirlo, el profesor debe no sólo enseñar, sino enseñarse; es decir encarnar con coherencia aquellos valores  o principios que trata de desarrollar en sus alumnos."

 

 

 
Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid