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Visor

Efectuar un seguimiento adecuado del proceso mediante la evaluación formativa

Según confirma reiteradamente la investigación educativa, la evaluación formativa es uno de los elementos que más contribuyen a la mejora del rendimiento, al mantenimiento de la tendencia continuada hacia el saber y al sostenimiento de una actitud perseverante hacia el aprendizaje. Este seguimiento del progreso de los estudiantes en forma de evaluación ha de ir acompañado de algunas características o condiciones.

El hecho de que se aplique en el aula una evaluación frecuente es algo, en sí mismo, positivo, ya que el alumno se siente valorado, atendido y considerado. Y si esa evaluación se establece no con carácter sancionador sino de ayuda (evaluación formativa) será aún más motivadora para el estudiante. En este caso, suele surgir en el alumno una respuesta en forma de esfuerzo hacia el aprendizaje en justa correspondencia con la atención que le presta el profesor. Esto lo confirma reiteradamente la experiencia de los profesores, especialmente de los que trabajan con alumnos de bajo rendimiento o socialmente desfavorecidos.

Otra de las condiciones de la evaluación formativa es, además de ser frecuente, la de ser exigente. Ya se mencionó anteriormente que el aprendizaje de una materia es una categoría, según la cual se puede afirmar que una materia o se sabe o no se sabe. Esta idea se traduce, en la práctica, en la fijación de un alto estándar de dominio de la materia. Una vez corregida la prueba y, basándose en el estándar prefijado, se identifica qué alumnos pasan al aprendizaje de la siguiente unidad (son dominadores) y quienes no pasan (no son dominadores). Como los alumnos ya saben con antelación que se les aplicará el correspondiente estándar, durante el proceso de aprendizaje han procurado estudiar de distinto modo; es decir, cambian de actitud y adaptan su forma de estudio al nivel de exigencia, que es el dominio del criterio o logro de los objetivos.

Ahora bien, para que la evaluación sea realmente formativa, es preciso aprender de los errores; es preciso desarrollar una cultura que fomente o aliente el feedback y la revisión. El feedback es uno de los pocos elementos esenciales del proceso de aprendizaje, ya que por su medio el alumno conoce los resultados, se le devuelve la información sobre sus realizaciones —en nuestro caso un examen o similar— lo cual servirá de control, regulación o mejora del aprendizaje de la subsiguiente actividad.

Se suelen citar cuatro formas, básicamente individuales, de proporcionar feedback y revisión asociadas a los exámenes, sobre todo a los de carácter formativo, ya que un examen sumativo, por su propia naturaleza, es sancionador:

  • Decir simplemente si se ha superado una materia o no después de una prueba
  • Decir cuál es la respuesta correcta a las preguntas formuladas
  • Invitar a “intentarlo de nuevo” cuando no se ha acertado una pregunta
  • Analizar y explicar cada una de las preguntas

Sea cual fuere el tipo de feedback, el hecho de proporcionarlo expresa ya una actitud de mejora, de superación. Ahora bien, según confirma la investigación educativa, la explicación y el intentarlo de nuevo, resultan las formas más eficaces de feedback, lo cual no tiene nada de extraño. En efecto, cuando se aplica un feedback de explicación, se analizan en detalle los errores y los aciertos en la prueba con el fin de reducir la probabilidad de cometer errores semejantes en el futuro e incrementar la probabilidad de los aciertos. Además, el invitar al alumno a “intentarlo de nuevo” (try again) conlleva el esfuerzo de estudiar otra vez para que la respuesta posterior sea la adecuada. En ambos casos subyace una actitud de mejora, de corrección de defectos y de perseverancia, lo que promueve una disposición personal a superarse.

Algún autor de la educación del carácter habla del feedback en grupo, en el que las sesiones pueden servir como estrategia central para desarrollar el carácter: los estudiantes traen su trabajo al grupo, solicitan comentarios y sugerencias de sus compañeros y del profesor, y usan dicho feedback para revisar y mejorar su trabajo. A través de este proceso de grupo crítico de apoyo -guiado por normas de respeto y cuidado- los estudiantes funcionan como una comunidad ética de aprendizaje en la que no sólo se persigue un mejor trabajo propio sino que se esfuerzan por alcanzar el mejor trabajo de los otros.

En este proceso hacia el saber, el refuerzo constituye un elemento de primer orden que contribuye a mantener la frecuencia de ocurrencia de la conducta deseada, en este caso, la persistencia en la búsqueda del saber y del aprendizaje, en especial cuando los alumnos no han superado o dominado los objetivos cuyo logro se evalúa mediante la prueba. Se trata, en la práctica, de una alabanza, de una palabra de ánimo, de un gesto de superación por parte del profesor, e incluso en ocasiones de una recriminación. No en vano la magnitud del efecto que provoca sobre el rendimiento puede considerarse, a la luz de las evidencias, como notable.