El corazón industrial de Italia se extiende de Milán a Venecia, a lo largo de las llanuras ribereñas del río Po hasta desembocar en el Adriático. En la década de 1960, los agricultores de la región comenzaron a crear pequeñas empresas familiares, cada una especializada en una pequeña parte de un producto terminado. En el lapso de una generación, muchas de estas empresas se convirtieron en líderes mundiales en sus respectivos campos, y las pequeñas ciudades italianas prosperaron como centros manufactureros.
La ciudad de Montebelluna, al norte de Venecia, llegó a producir cerca del 75 por ciento de las botas de esquí del mundo, con diferentes empresas especializadas en cada una de sus partes. Alrededor del 70 por ciento de las sillas de Europa eran diseñadas y fabricadas por mil 200 pequeñas compañías en Manzano, donde cada parte del proceso de producción estaba a cargo de una empresa distinta altamente especializada.
Sin embargo, como ocurre con la mayoría del país, la región atraviesa tiempos difíciles. Los artesanos de Italia se enfrentan a la competencia de China y otras partes de Asia. Desde el comienzo de la crisis mundial, el sector industrial del noreste italiano ha perdido 135 mil empleos (un 17 por ciento de su plantilla total).
“Necesitábamos encontrar una vía de escape”, señaló Ignazio Pomini, presidente de HSL, fabricante de prototipos de automóviles ubicados en Trento.
Hace unos años, en un esfuerzo por diversificar la oferta de su empresa, Pomini se asoció con Selvaggia Armani, artista y diseñadora. Los dos comenzaron a trabajar en una serie de lámparas diseñadas por Armani y fabricadas en las impresoras 3D de Pomini. Las piezas toman forma poco a poco, cada capa fusionada con nylon pulverizado por un láser de alta potencia. El proyecto fue un éxito; Pomini ahora trabaja con más de una docena de diseñadores y en 2012 introdujo joyería impresa en 3D.
“Es la belleza de esta tecnología, puedes construir cosas que son imposibles”, dice Armani.
Técnicas como la impresión 3D han ayudado a convertir el noreste de Italia en un improbable semillero de innovación. El año pasado, la región vivió su primer crecimiento desde 2007, a una tasa del 0.5 por ciento. Las exportaciones aumentaron 3.5 por ciento en 2014 y se espera que sigan subiendo.
En Trento, la escuela de diseño de moda y confección Centro Moda Canossa ha estrenado recientemente una clase en la que los estudiantes incorporan la impresión 3D y el corte con láser en sus diseños.
“No puedes ofrecer un trabajo del pasado. Nadie vendría. Tienes que ofrecer un trabajo del futuro”, dice Michele Bommassar, subdirector de la escuela. Y menciona un proyecto estudiantil, un bolso con un patrón cortado con láser en su solapa y un interior que se enciende al abrirlo: “Es hermoso, pero creemos que también es necesario. La alternativa es que otros te coman”.
Según la firma de investigación Prometeia, el uso de la impresión en 3D y otras tecnologías similares tiene el potencial de aumentar en 15 por ciento los ingresos de los fabricantes italianos a pequeña escala. En el mejor de los casos, estas tecnologías inyectan elementos de la economía digital en el mundo físico, lo que permite que una galaxia de microempresas compitan con las multinacionales, de la misma manera en que los videos caseros de YouTube compiten con la producción tradicional de video. El advenimiento de la creación rápida de prototipos y otras innovaciones significa que “puedes compensar tus desventajas con variedad, personalización y una respuesta rápida a lo que demanda el mercado”, dice Paolo Collini, decano de la Universidad de Trento.
Además de los nuevos procesos de producción hay otras tecnologías que ayudan a los pequeños productores. El poder de Internet abre la posibilidad de que los pequeños fabricantes encuentren rápidamente nuevos mercados.
Esa es la experiencia de Simone Segalin, zapatero de tercera generación en la localidad de Mestre que cuenta con clientes habituales que visitan su tienda de lugares tan lejanos como China, Rusia y Estados Unidos. Hace poco Segalin introdujo una tecnología más moderna, un escáner láser de 15 mil euros que crea un modelo 3D del pie de un cliente, con las medidas exactas con las que trabajar.