LOS PUEBLOS PRERROMANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Las tempranas y pequeñas ciudades que se habían creado en el sur de la Península en el Tercer Milenio apenas se habían extendido por otras zonas. Pero cuando los fenicios y luego los griegos fundaron aquí sus propias ciudades a principios del Primer Milenio a.C., la organización urbana se generalizó en el resto de la Península.
Entonces podemos apreciar como el sur desarrolla la cultura llamada tartésica, con gran influencia fenicia; en el noroeste el llamado bronce atlántico, relacionado con las islas británicas y la costa atlántica francesa, de donde los fenicios obtendrían productos como sobre todo el estaño, a través de la “Via de la Plata”. Por el nordeste entraron las primeras poblaciones celtas, y allí y en Levante surgieron ciudades amuralladas muy influidas por fenicios y griegos, a cuyos habitantes los griegos llamaron “iberos”; la influencia celta inundó desde allí el resto de la Península en grado variable.
Ya en esta época fenicios y tartesios desarrollaron la civilización más brillante del occidente. Y la Iberia prerromana era famosa por su minería de plata, aunque también de oro, cobre y plomo. También alcanzaron fama sus guerreros, que pronto se contrataron como mercenarios para las guerras cada vez mayores del Mediterráneo. Aquí como en toda el área mediterránea (Grecia, Italia, Norte de África...), los primeros agricultores habían explotado sus típicos suelos, que son muy ricos pero se degradan fácilmente, por lo cual tras una primera expansión de población, se produjo una situación de recursos decrecientes: Además del desgaste de los suelos, al desaparecer los bosques disminuyó el agua aprovechable. En esas condiciones, hubo una situación de guerra cada vez más intensa por el control de terrenos fértiles y otros recursos.