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Ampliación para consecuencias de la IGM

Tecnología de guerra: ametralladoras, artillería superpesada, gas tóxico y tanques

Puede partirse de la escena de “Caballo de Guerra” en la que se interpreta una carga de caballería en la que jinetes y caballos acaban masacrados por las ametralladoras (minutos 51'35'' a 58'50''). Puede usarse también aquella en la que los caballos tiran de cañones pesados sufriendo gran mortalidad (1h 26' a 1h 31'). Y por último las escenas en la que, tras un ataque con gas tóxico, el caballo protagonista huye de un tanque (empieza en 1h 40'36'', y puede cortarse ya en 1h46'32'' ó prolongarse hasta 1h54' ó 2h2').


Los Tratados de Paz:

buena presentación, con mapas en:

https://www.slideshare.net/NikolovaG/mapas-r-bg?next_slideshow=1


Acaso convendrá aclarar que, como casi siempre, en el reparto del Imperio Otomano, ni se tuvo en cuenta a su población, ni se cumplieron las promesas hechas a los árabes, que habían combatido bajo mando aliado, y que después de repartirlo entre Gran Bretaña y Francia (y un poco a Grecia e Italia), estos gobiernos europeos casi siempre se apoyaron, para facilitar su administración, en fomentar las divisiones internas, favoreciendo a grupos minoritarios, lo que fue el origen último de la actual guerra civil en Siria, contra sus odiados gobernantes alauitas, y en cierta medida también fue el origen del estado judío de Israel, con su sucesión de conflictos hasta hoy, y asimismo contribuye a otros conflictos de Oriente Medio, como los de Irak ó Líbano. (buen repaso, con profusión de mapas, a la evolución del conflicto en Palestina en https://tiempodeactuar.es/blog/author/lgonzalezfuhem-es/ ) (Y si se quiere profundizar en la guerra siria, desde una perspectiva ecosocial es indispensable aludir al comic de A. Quinn sobre su relación con el cambio climático, en

https://muhimu.es/medio-ambiente/siria-cambio-climatico/)

Gripe del 18 y pandemia de Covid-19:

Sobre la relación entre estos hechos van surgiendo muchos materiales, puede usarse por ejemplo: https://www.eldiario.es/sociedad/segunda-oleada-COVID-19-otono_0_1037646334.html


Recordamos que un excelente repaso a la gripe del 18 está en: - Spinney, Laura: El Jinete Pálido (1918. La Epidemia que Cambió el Mundo), Barcelona, 2018, CRÍTICA


Acerca de la comparación con otras pandemias históricas, un repaso general puede encontrarse en:

Diamond, J.: Armas, gérmenes y acero, Barcelona, 2006, DEBATE, páginas 226-244 (“El regalo mortal del ganado”)

y específicamente sobre la despoblación de América: - Brailovsky, A: Historia Ecológica de Iberoamérica, Buenos Aires, 2006, KAICRON, págs. 133-36 (“El encuentro de las bacterias y los virus”)

 

El impacto moral de la guerra:

pase diapositivas dadaísmo

pase diapositivas nueva objetividad

Nueva Objetividad: Otto Dix

Pintura expresionista: Kathe Kollwitz

Ejemplo en el cine (y la literatura, pues es la versión cinematográfica de una novela) del rechazo a la guerra es Adiós a las Armas , recomiendo los minutos del 52 al 57 por su relación con las vanguardias artísticas

Una de las piezas musicales de la época donde se aprecia ese  mismo rechazo es:  “Silencio” (Gardel canta "Silencio")

 

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Resumido de - Spinney, Laura: El jinete pálido, Barcelona, 1917, CRÍTICA


La gripe española infectó a una de cada 3 personas del planeta. Mató a entre 50 y 100 millones de personas, entre el 2,5 y el 5% de la población mundial. Superó a la IGM (17 millones de muertos), a la segunda (60 millones). Fue la mayor oleada de muerte desde la peste negra, tal vez de toda la historia. [habría que ver si no fue mayor la de América tras la llegada europea, casi imposible de precisar cuantitativamente, pero seguramente la mayor catástrofe demográfica de la historia en términos relativos] En grupos esquimales que habían permanecido relativamente aislados de los blancos la mortandad alcanzó el 40% de su población.

Sin embargo, no se suele ver esa gravedad, la gente suele sorprenderse al conocer estas cifras; no hay monumentos ni conmemoraciones. ¿Por qué?

Quizá por su brevedad: la mayoría de las muertes se dieron en una oleada de 13 semanas.

Quizá por el sesgo patriarcal: fueron en general las mujeres quienes cuidaron de los enfermos, amortajaron a los difuntos y acogieron a los huérfanos.

Quizá porque Europa y Norteamérica dan una imagen distorsionada: Francia tuvo 6 veces más muertos por la guerra que por la gripe, Alemania el cuádruplo, Gran Bretaña el triple, Italia el doble.

Esta gripe remodeló las poblaciones humanas de una forma más radical que ningún otro acontecimiento desde la peste negra [parece volver a olvidar la catástrofe demográfica de la América postcolombina y la África del comercio esclavista]. La gripe del 18 influyó en la IGM y posiblemente contribuyó a la Segunda. Empujó a la India hacia la independencia, a Sudáfrica hacia el régimen de apartheid, puso a Suiza al borde de la guerra civil. Marcó el comienzo de la sanidad universal y de la medicina alternativa, nuestra afición por el aire puro y el deporte [ésta ya era notable a fines del XIX]. Probablemente fue responsable, al menos en parte, de la obsesión de los artistas del siglo XX por las múltiples maneras en que el cuerpo humano puede fallar.


En marzo del 18 se detectó el primer caso registrado de “gripe española”, para mayo ya estaba detectada en todos los continentes. La primera oleada, relativamente leve, afectó mucho las operaciones militares: enfermaron el 75% del ejército francés, más de la mitad del británico, y unos 900.000 soldados alemanes quedaron fuera de combate; unidades enteras quedaron paralizadas.

En agosto empezó la segunda oleada. Provocó otra interrupción de las operaciones militares. Para septiembre ya se había mundializado, incluso llegó a áreas que se habían salvado de la primera oleada; al sur de África la llevaron trabajadores retornados del frente francés. La guerra en Rusia contribuyó a su difusión por Asia. La devastación en Europa la agravó: decía un diplomático francés que las amas de casa necesitadas de hacer colas bajo el frío para comprar productos básicos eran un blanco especialmente fácil. “Los médicos observaron que la gripe española acababa a menudo con las personas hambrientas”.

Cuando en noviembre se firmó el armisticio, las celebraciones fueron un medio perfecto para el contagio masivo. Luego en diciembre pareció desaparecer de la mayor parte del mundo, pero en enero del 19 empieza la tercera oleada, que duró hasta marzo de 1920.


Cuando se conoció la gripe, en plena guerra, entre otras teorías acerca de su origen, algunos defendieron que era producto de un programa secreto de guerra biológica, pero esa teoría se abandonó cuando quedó claro que los soldados de ambos bandos “caían como moscas”.


La gripe del 18 cogió a las autoridades por sorpresa. Una vez que se reconoció que había una pandemia, se adoptaron medidas de distanciamiento social, al menos en los países con recursos para cumplirlas: cerraron las escuelas, los teatros y los lugares de culto, se limitó el uso del transporte público, se prohibieron los actos multitudinarios. Impusieron cuarentenas en puertos y estaciones de tren. Se trasladó a los pacientes a los hospitales, que instalaron pabellones de aislamiento. Se recomendó a la gente que usara pañuelos al estornudar, lavarse las manos regularmente, y mantener las ventanas abiertas.

No hubo acuerdo sobre si eran útiles las mascarillas y el desinfectante. Luego se puso en duda si era eficaz que los niños no fueran a la escuela, y en algunos casos se reabrieron. También se discutió sobre la eficacia de las vacunas, que se produjeron en grandes cantidades contra bacterias que se sabía causaban enfermedades respiratorias, y posiblemente hicieron disminuir la letalidad, pero, como en aquella época no se podían detectar los virus, no hubo una vacuna específica contra la gripe. La discusión fue dañina porque distrajo de la importancia de las medidas de distanciamiento, que sí eran eficaces si se cumplían.

Y esas medidas no siempre se cumplieron, en parte por la contradicción con las necesidades económicas, por no hablar de las militares en plena guerra, y en otras ocasiones por la desconfianza de la población, que frecuentemente experimentaba medidas discriminatorias en aquella época de racismo sistemático. La prensa dio mensajes contradictorios. Y con el tiempo la gente se cansaba de cumplir las medidas, y más cuando se sentían discriminaciones: y fue cuando se generalizó esa fatiga cuando las infraestructuras de salud pública empezaron a derrumbarse.

El alcalde de Nueva York, principal puerto de inmigración masiva y primer punto de embarque de las tropas hacia Europa tomó 3 buenas decisiones: Escalonó los horarios de apertura de fábricas, tiendas y cines, para eliminar las horas punta. Creó 150 centros de salud de emergencia. Mantuvo abiertas las escuelas porque le advirtieron de que sería más fácil controlar a los niños en las escuelas y tratarlos si mostraban síntomas, alimentarlos bien, y usarlos para transmitir información útil a las familias: apenas hubo casos en las escuelas. Nueva York fue la ciudad de la costa este menos afectada por la epidemia. Unos años después se emprenderían los primeros proyectos de vivienda pública para aliviar el hacinamiento, que dificultaba la defensa contra epidemias.


La atención por médicos con titulación universitaria se había generalizado a principios del siglo XX. Pero no existieron antivirales hasta 1960, ni hubo antibióticos disponibles hasta 1946. Como la aspirina bajaba la fiebre y calmaba el dolor la recetaban sistemáticamente al doble de la dosis que hoy consideramos segura, lo que seguramente agravó el problema en los países ricos. También se prescribía quinina, que no funciona contra la gripe, y pudo ser responsable de algunos de los síntomas observados en parte de los enfermos. Y se aplicaron muchos otros tratamientos, algunos claramente nocivos (mercurio, bebidas alcohólicas, tabaco...). Al menos los pacientes y sus familiares sentían que se les atendía, cosa que también es aplicable en donde solo había curanderos tradicionales. También se recurría a ritos religiosos ó mágicos, que a veces llegaron a ser celebrados como la causa de la desaparición de la epidemia en 1920. En aquella época lo único que servía a los pacientes de gripe era evitar que se deshidrataran y recibir atención adecuada.


Mayoritariamente la gente siguió cumpliendo sus deberes, y según enfermaban sanitarios y religiosos, aumentó el número de ayudantes voluntarios. Por otra parte, la gente se esforzó en mantener el contacto social, lo que aumentaba los contagios.


Hasta hoy sigue sin saberse dónde se originó al epidemia.


Desde 1918 varios investigadores médicos empezaron a investigar sobre la hipótesis de que la pandemia la causara un virus, por entonces indetectables. En 1931 en Esstados Unidos se lograron cultivos de laboratorio de virus; en 1936 se creó en la URSS la primera vacuna contra la gripe. El microscopio electrónico permitió ver al virus responsable en 1943. El tipo de virus de la gripe española volvió a causar la mal llamada gripe “porcina” de 2009.


La gripe española fue 25 veces más letal que la gripe estacional.

Hay indicios de que las carencias nutricionales pueden desencadenar cambios genéticos en el virus de la gripe, a la vez que debilitan la respuesta inmunitaria. Si la segunda oleada surgió en el frente, allí abundaban los productos químicos, y algunos, especialmente el gas mostaza, se vuelven mutagénicos: esos gases habían afectado los pulmones de muchos soldados.

La evolución normal de una enfermedad infecciosa es moderar su virulencia, de modo que al huésped le sea más fácil transmitir al agente. Pero si hay un reservorio de huéspedes poco móvil (como en las concentraciones de soldados), y además los huéspedes están muriendo por otras razones, no hay presión evolutiva para mantener vivo al huésped.

Hubo otras 2 graves pandemias de gripe, en 1957 y en 1968 (esta última mató unas 4 millones de personas): ambas heredaron la mayor parte de sus genes internos de la de 1918.


Las tasas de morbilidad y mortalidad de esta pandemia variaron mucho a nivel mundial. La mala alimentación, el hacinamiento y el deficiente acceso a asistencia sanitaria hizo que pobres, inmigrantes y minorías étnicas fueran más vulnerables.

Otro factor fue que las medidas de distanciamiento social tenían que adoptarse pronto y mantenerse hasta después de pasar el peligro: si se suspendían demasiado pronto, el virus encontraba un nuevo reservorio de huéspedes.

También afectaba el haberse debilitado por otras enfermedades, como la tuberculosis, y factores genéticos. Y factores sociales: generalmente morían más los hombres que las mujeres, pero en la India fue al revés, lo que se ha explicado porque se esperaba que en situaciones de crisis favorecieran en la dieta a los varones de la familia.


La demografía, tan perjudicada por la pandemia y la gripe, se recuperó espectacularmente ya desde 1920. En parte porque la población superviviente era más sana. Sin embargo, muchos supervivientes quedaron perjudicados de por vida, incluyendo los bebés cuyas madres embarazadas habían contraído la enfermedad, y un gran aumento de enfermedades mentales.


Hubo graves efectos sociales. Un estudio sueco determinó que por cada muerto, 4 personas acabaron en albergues para pobres. Muchos huérfanos quedaron en situación de desamparo.


Culturalmente, se produjo un amplio rechazo de la ciencia médica, que tan poco éxito había logrado. Por otra parte, los médicos aceptaron ciertas ideas procedentes de la medicina alternativa, sobre todo el énfasis en la prevención, incluyendo la conveniencia de practicar deporte y seguir una dieta sana.

Movimientos de retorno a la naturaleza atrajeron a los sectores más afectados por la pandemia. En cambio, se hundió el movimiento antitabaco, que había sido muy fuerte: a partir de ahora se generalizó que también las mujeres fumaran.

También aumentaron y surgieron movimientos de renovación religiosa y mística.


En los años 20 muchos gobiernos adoptaron la asistencia sanitaria gratuita universal, empezando por la URSS (aunque no cubrió a los campesinos hasta 1969). En algunos países no se llegó a a implantar por quienes lo consideran una medida socialista.

La Sociedad de Naciones creó una organización sanitaria internacional, y cuando se disolvió en 1939 envió el mensaje de que cuando se rehiciera, esta organización sanitaria no debía depender de su organismo matriz, por lo que la OMS es independiente de la ONU.


La mayoría de historiadores creen que la gripe aceleró el fin de la guerra. Muchos alemanes la culparon de su derrota.

El presidente estadounidense, Wilson, enfermó de gripe y sufrió secuelas, y hay quien piensa que eso le afectó para que no pudiera imponer sus criterios para una paz justa. La mano derecha de Lenin, Sverdlov, murió de gripe en 1919, y hay quien cree que la historia podría haber resultado muy diferente para mejor si él hubiera sido el heredero de Lenin, en vez de Stalin.

La gripe avivó la ola revolucionaria que ya había empezado con al guerra. En la pacífica Suiza se culpó al gobierno y los mandos militares de los muchos muertos por gripe que sufrió su ejército.


Desde los años 20 la enfermedad pasó a ocupar un lugar central en la literatura. Casi cualquier escritor que fuera adulto en 1918 se vio afectado por alguna grave enfermedad, de forma directa o indirecta.

Freud reconoció que la muerte por la gripe de su hija Sophie influyó en su creación del concepto de la “pulsión de muerte”.

La película de 1922 Nosferatu añadió al argumento de Drácula la subtrama de que el vampiro propaga la peste.


Aunque a esta gripe se la llama “la epidemia olvidada”, invade cada vez más nuestra conciencia histórica: por ejemplo, en la popular serie “Downton Abbey” 3 personajes principales la contraen y uno de ellos muere. ¿Por qué tarda tanto en desarrollarse esta memoria? Tal vez por la dificultad de cuantificar los muertos: la mayor parte del siglo XX se pensó que esta gripe había matado unos veinte millones, cuando hoy sabemos que fue al menos el doble. También había pasado más desapercibida porque para aproximadamente el 90% de los afectados fue como cualquier otra gripe, y otros la confundieron con la peste u otras enfermedades. Además pasaba rápidamente, sin que la gente se sintiera bajo asedio.

Por otra parte, una guerra tiene un vencedor, interesado en contar su versión, pero una pandemia solo tiene vencidos. Tampoco ofrece héroes, a diferencia de la guerra. Otro factor es que esta gripe se confundió en la memoria con otras catástrofes cercanas, como la propia guerra, otras epidemias, o el terremoto que destruyó Tokio en 1923.