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El teatro de 1939 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales.

Esquema de las principales corrientes, obras y autores del teatro posterior a 1939(Esquema de las principales corrientes, autores y obras del teatro posterior a 1939. Al hacer click sobre la imagen se amplia en una nueva pestaña del navegador. Abajo, el tema en pdf)

El teatro, por sus especiales circunstancias (texto y representación), se vio condicionado por la nueva situación socio-política tras la Guerra Civil. Se estableció una rígida censura en todas las representaciones, que se fue suavizando con el paso del tiempo. La competencia del cine, primero, y  la televisión después, fueron alejando al público, fundamentalmente burgués, de las salas hasta el punto de que siempre se habla de “la crisis del teatro”.

Dentro de la producción dramática de los años 40 y los años 50, se pueden distinguir  varias corrientes. En línea con teatro benaventino, aparecen una comedia burguesa, donde predomina una construcción teatral muy elaborada, a veces con una amable crítica de costumbres, unida a una defensa de los valores tradicionales. Predominan  las comedias de salón (Celos del aire de José López Rubio), pero también las obras de tesis (La muralla de Joaquín Calvo Sotelo), así como un teatro de humor  (Margarita y los hombres  de Edgar Neville). En esta misma línea se sitúan autores como José Mª Pemán, Torcuato Luca de Tena o Victor Ruiz de Iriarte. A esta corriente comercial se sumarán en los años 60 autores de diversas trayectorias, entre ellos Juan José Alonso Millán, (El cianuro, ¿solo o con leche?), Alfonso Paso, uno de los autores más representados de la época, aunque comenzara escribiendo teatro social (Los pobrecitos) y Jaime Salom (La casa de las chivas)

Entroncado con el teatro del absurdo, aparece un teatro de humor, que hunde sus raíces en la etapa anterior a 1936, con influencias vanguardistas, hasta el punto que se autodenominaron la otra generación del 27. Sus representantes son Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. También ambos acabaron sumándose al teatro comercial precedente y alguno de los anteriores también practicaron este tipo de humor ilógico e irracional. Jardiel  nos presenta un ritmo rápido de acción, con acumulación de elementos estrambóticos y absurdos. Su mejor obra es Eloísa está debajo de un almendro. Un caso diferente presenta Mihura con Tres sombreros de copa. Estrenada en 1952 por una compañía universitaria, había sido escrita 20 años antes. Sin embargo, sus innovaciones hicieron que Mihura la viera como irrepresentable. Supone uno de los mayores logros del teatro español.

En una línea muy distinta hay que situar el nacimiento de un teatro grave, preocupado e inconformista, dentro de una corriente existencial. Dos fechas resultan claves: 1949 con el estreno de Historia en una escalera de Antonio Buero Vallejo y en 1953 con la presentación de Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre. Ambos iniciarán, hacia 1955, un teatro social, aunque desde dos posturas distintas. El teatro de Buero Vallejo ha sido catalogado de trágico, en sentido clásico por su efecto catártico sobre los espectadores, con  unos planteamientos éticos, pero sin posturas políticas previas. Está considerado como una de las figuras claves del teatro actual. Sus obras abordan temas comprometidos, bien desde una perspectiva simbólica-la ceguera- (El concierto de San Ovidio, La fundación), bien desde una perspectiva histórica (Las meninas, Un soñador para el pueblo). Alfonso Sastre, que había formado parte con Alfonso Paso del grupo “Arte Nuevo”, firmó también el manifiesto “Teatro de Agitación Social”, donde se defendía el teatro como elemento revolucionario más que estético, desde una concepción marxista de la literatura.  En sus obras denuncia las injusticias y el poder tiránico: La mordaza,  Guillermo Tell tiene los ojos tristes . Todas sus obras sufren grandes dificultades para poder ser estrenadas, hasta el punto de que uno de sus últimos éxitos La taberna fantástica, escrita en 1966 no fue estrenada hasta 1985.

Este teatro social se mantiene en los años 60, en la Segunda generación del teatro social, con diversas orientaciones, desde el realismo de Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa) ; el esperpento de Martín Recuerda (Las salvajes en Puente San Gil)  hasta el sainete arnichesco de Lauro Olmo (La camisa) o el expresionismo de Carlos Muñiz (Las viejas difíciles). En este grupo estaría las primeras producciones de Antonio Gala, que se inclinó luego por  un teatro más comercial (Petra regalada).

A partir de los 70 hay una tendencia por la recuperación de las técnicas de vanguardia como lenguaje escénico. Algunos críticos hablan de “teatro soterrado”, porque en pocas ocasiones subió a las tablas (Miguel Romero Esteo, Manuel Martínez Mediero). Dos autores destacados son Francisco Nieva (La carroza de plomo candente) y Fernando Arrabal (Pic-nicOye, Patria, mi aflicción). Empiezan a surgir compañías de teatro independiente, que potencian el elemento coreográfico, plástico, mímico o musical, tanto como el literario. Así  TEI (Teatro Experimental Independiente),  Tábano, Els Joglars, Els comediants , La Fura dels Baus ,etc.

En los años ochenta y noventa el teatro recibe un notable apoyo institucional, con la creación del Centro Dramático Nacional, que después se irá desgajando en diversas compañías. Aparecen nuevos autores, cultivadores de un teatro realista, que trata de reflejar, de forma magnetofónica, el lenguaje de la calle; entre ellos destacan José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro) y Fermín Cabal (Caballito del diablo).

Cercanos a ellos, y gente del teatro como ellos, algunos actores o directores se han acercado a la creación con éxitos notables, como José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!) o Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano).En una línea más comercial, enlazando con la corriente con que comenzamos, estarían Ana Diosdado (Los ochenta son nuestros) o Adolfo Marsillach (Yo me bajo en la próxima)

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