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La novela posterior a 1939

Mapa conceptual de la novela posterior a 1939Novela española contemporánea: Portal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes , con menos interés que el dedicado a la poesía, que recoge materiales  para quienes quieran profundizar en el tema. 

(Mapa conceptual de la novela posterior a 1939. Este tema se ha divido en dos en este curso 2012/2013, división que no contempla este mapa. Al hacer click sobre la imagen se amplia en una nueva pestaña del navegador.)

1. La novela española de 1939 a 1974. Tendencias, autores y obras principales.

2. La novela española de 1975 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales

La novela española de 1939 a 1974. Tendencias, autores y obras principales.

La novela, después de la Guerra Civil, se desarrolló desde la perspectiva ideológica del bando vencedor, centrándose en la descripción costumbrista de los ambientes de la burguesía. (Ignacio Agustí, Juan Antonio Zunzunegui, José Mª. Gironella, G. Torrente Ballester con Javier Mariño). También se practicó una novela humorística, continuadora de la etapa anterior al 36 (Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado).

Este discutido páramo cultural de la posguerra quedó sacudido en 1942 por La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, con un tremendismo que se anclaba en la picaresca y el naturalismo decimonónico. Con todo abrió camino para una novela de planteamientos existencialistas, entre las que destacan Nada, de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes.

La colmena, de Cela, (publicada en 1951 en Buenos Aires a causa de su prohibición en España) abre el camino a la novela social de los años cincuenta, a la que se sumarán también Miguel Delibes con Las ratas y Torrente Ballester, con la trilogía Los gozos y las sombras. Se preocupa por los problemas sociales, ya sea en la industria urbana o el empobrecimiento rural. Para los nuevos cultivadores se acuñó la denominación de "Novelistas del medio siglo" o "Generación del 50". Mantienen lazos de amistad, son militantes o simpatizantes de partidos de izquierdas. Se dividen en dos grandes tendencias: el realismo objetivista, (próximo al noveau roman francés) con un mayor equilibrio entre lo literario y lo social, centrado en los problemas del hombre como ser individual, y el realismo crítico, cercano al neorrealismo italiano, con un compromiso político claro que atiende a los problemas de los grupos sociales, no individuales. Del primero destacaremos El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio,  que refleja la forma de hablar de la juventud madrileña de los cincuenta; Entre visillos de Carmen Martín Gaite, que denuncia la situación de la mujer en las ciudades provincianas o Gran sol, de Ignacio Aldecoa, que muestra las duras condiciones de los barcos pesqueros en los caladeros del Atlántico Norte. Del segundo, Dos días de septiembre de José Manuel Caballero Bonald se fija en los jornaleros y terratenientes andaluces, al igual que La zanja de Alfonso Grosso. Jesús López Pacheco en Central eléctrica muestra las contradicciones del progreso técnico con el mundo rural, los obreros y los técnicos, la desigualdad entre las clases sociales.  El agotamiento de la novela social vino fundamentalmente por el descuido de los valores literarios frente a los sociales (“novela de la berza” se llamó despreciativamente).

            Tiempo de silencio de Luis Martín Santos en 1962 da paso al experimentalismo y la renovación formal de la novela, que ya se había producido antes en Europa y Norteamérica ( por influencia de autores europeos como Proust, Kafka, Joyce, Faulkner, Dos Passos) e Hispanoamérica (Realismo mágico). Esta renovación afecta a toda la concepción de la novela ( con múltiples perspectivas narrativas, temporales o espaciales) y pretende reflejar la nueva realidad de un mundo actual conflictivo, si bien temáticamente no se deja el contenido social, a veces difícil de ver por la complejidad de las técnicas narrativas. A ella se sumarán los autores de las generaciones anteriores. Así Cinco horas con Mario, de Delibes, un largo monólogo interior a cargo de Carmen que vela el cadáver de su marido. O San Camilo, 1936, de Cela,  donde un hombre ante un espejo, en un monólogo interior libre, a modo de collage,  narra los sucesos de esos días. Gonzalo Torrente Ballester en La saga/fuga de J.B.  parodia incluso las técnicas experimentales de estos años. 

Juan Goytisolo, iniciado en la novela social, aportará a esta novela experimental la “trilogía de Mendiola”, encabezada por Señas de identidad y cerrada con Juan sin tierra, con un final en caracteres árabes que para un lector árabe sería  el principio. Juan Benet en Volverás a Región y Una meditación (escrita originalmente en un rollo de papel continuo) relata la degradación de un espacio mítico-imaginario, Región, que no es otro que España. Juan Marsé en Últimas tardes con Teresa, de menor complejidad técnica que las anteriores, cuenta la relación amorosa entre dos personajes de distinta condición.

Finalmente, hay que mencionar la novela en el exilio. Sus autores seguían el proceso rehumanizador y el compromiso social de los años 30, tras abandonar la deshumanización de los años 20. En esta línea se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel, quienes al acabar la guerra marchan al exilio por su apoyo a la República. A ellos habría que sumar a algunos otros, como Arturo Barea, con su trología La forja de un rebelde. En general, su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y tratan con insistencia sobre el tema de la guerra que tanto les había marcado. Fueron regresando poco a poco y su obra gozó de un merecido reconocimiento.           

La novela española de 1975 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales.

Con el proceso democrático iniciado en 1975 se abre el panorama de la novela de tal manera que es prácticamente imposible destacar algunas tendencias generales.

Las leyes del mercado imponen su peso a la literatura: la novela se convierte en un objeto de consumo más, con excesivas obras y escasa calidad en ocasiones, convirtiéndose en el género más importante del final del siglo XX y principios del XXI. Los novelistas se hacen presentes en múltiples medios, con colaboraciones en prensa o escarceos en la literatura infantil y juvenil. Surgen nuevos subgéneros con la finalidad de ampliar el panorama literario.

Agotada, por exceso, la experimentación, una gran parte de los autores vuelven a la narración tradicional. Es representativa La verdad sobre el caso Savolta, publicada meses antes de morir Franco, de Eduardo Mendoza: parte de múltiples líneas narrativas para llegar al final a un narrador omnisciente tradicional, mezclando la recreación histórica con la intriga policíaca.

En los últimos tiempos se está imponiendo la novela negra (policíaca y de intriga). Destacaremos  a Manuel Vázquez Montalbán con la creación del detective barcelonés Pepe Carvalho, y a Juan Madrid, con el Comisario Flores. Más recientes son la inspectora Petra Delicado, de Alicia Giménez Bartlett  o  los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Violeta Chamorro  de Lorenzo Silva. Eduardo Mendoza crea un singular, divertido e innominado detective psicópata que va desde El misterio de la cripta embrujada a la recentísima  El enredo de la bolsa y la vida. Antonio Muñoz Molina también recurre a la novela negra en Beltenebros y Plenilunio. Uno de los últimos éxitos es el conseguido por Dolores Redondo con la Trilogía de Baztán portagonizada por la inspectora Amaia Salazar.

En la novela histórica se pueden citar como ejemplos El oro de los sueños, de José María Merino  y La vieja sirena, de José Luis Sampedro, así como la saga protagonizada por el capitán Alatriste,  de Pérez-Reverte, ambientada en el Siglo de Oro. En los últimos años son frecuentes las novelas históricas referidas a la Guerra Civil, como Soldados de Salamina, de Javier Cercas o La voz dormida, de Dulce Chacón. En esta tendencia se inscribe la obra de Alberto Méndez, Los girasoles ciegos, libro de cuentos articulado a lo largo de cuatro historias- cuatro derrotas- que transcurren entre el período quizá más duro de la posguerra.

Cercana a la anterior tendríamos una novela de la memoria y del testimonio. La memoria generacional y el compromiso social y político son los temas básicos de esta corriente, en la que se encuadran novelistas tan diversos como Rosa Montero, con Te trataré como a una reina, en defensa de la condición femenina, o Luis Mateo Díez, con La fuente de la edad, crítica lírica y humorística de la vida provinciana. Rafael Chirbes, En la orilla, pone al descubierto la burbuja inmobiliaria que condujo a la crisis económica. Fernando Aramburu, con Patria, ha novelado todo el proceso del terrrorismo etarra con un gran éxito de público y crítica. 

Cabría hablar de una novela de la reflexión íntima y/o literaria, donde se mezcla la realidad con la ficción. Se centra a veces en la búsqueda personal y la reflexión sobre la propia existencia;  en otras ocasiones, se convierte en metaliteratura. Obras representativas de esta tendencia son Mortal y rosa, de Francisco Umbral, sentida reflexión sobre la muerte escrita con brillante estilo, o El desorden de tu nombre, de Juan José Millás, que combina la introspección psicológica con la reflexión literaria. En La lluvia amarilla, Julio Llamazares narra el abandono de los pueblos a través de un largo y emocionado monólogo. Es destacable la labor de Javier Marías, que posee un estilo muy elaborado, con una rara capacidad envolvente, que difumina y transforma la realidad. Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí han gozado de amplia difusión internacional. Es asiduo colaborador en prensa, como Juan Manuel de Prada. Luis Landero tiene una producción destacable, con Juegos de la edad tardía.

Otra tendencia en los más jóvenes es la de hacer una novela que trata los problemas de la juventud urbana con una estética muy cercana a la contracultura (Historias del Kronen, de José Ángel Mañas, Ray Loriga con Héroes o Lucía Etxebarría en Sexo, prozac y dudas).

Es destacable, como se ha podido comprobar, la cada vez mayor presencia femenina en la novela. Almudena Grandes levantó gran revuelo al ganar el premio “Sonrisa vertical” (ya desaparecido) con Las edades de Lulú, pero además se muestra como una de las voces más personales en Los aires difíciles. Junto a ella, podríamos citar a Soledad Puértolas, Ángeles Caso, e incluso autoras de las generaciones anteriores que han recobrado nuevos ímpetus narrativos, como Ana María Matute: Olvidado rey Gurú.

Finalmente, el camino que ha abierto internet no tiene todavía un refrendo claro en la literatura. Ya se adivinan nuevas formas de hacer literatura aplicando las nuevas tecnologías, como la “Generación Nocilla”, que tomó el nombre de un proyecto de Agustín Fernández Mallo, siguiendo en buena medida la literatura posmoderna de Enrique Vila-Matas.