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Mi última evaluación

MI ÚLTIMA EVALUACIÓN

En estos días termino un capítulo de mi vida que representa una parte esencial de mi historia. Reviso cuestionarios, recojo cuadernos, corrijo controles, resuelvo dudas, doy explicaciones, registro notas... y observo con orgullo el esfuerzo de mis alumnos sin creerme aún que esto esté a punto de acabar para mí.

Elegí esta profesión casi sin darme cuenta. Mi juego preferido era trasladar las vivencias del parvulario a la pequeña maqueta que una amiga de mi clase tenía en su casa: un aula con sus pupitres, su pizarra, su “bola del mundo” sobre la mesita de la maestra, su mapa físico, sus alumnas de tela y madera...una monada, vaya. Al curso siguiente, mi amiga se mudó de barrio y no supe más de ella. Por aquel entonces no era tan fácil seguir en contacto, y no me quedó más remedio que empezar a darme cuenta de dos cosas: en primer lugar, de que no siempre podría mantener cerca de mí a las personas a las que quería, y, en segundo lugar y poco a poco, de que, de alguna manera, esas personas que me habían acompañado, estarían siempre conmigo.

Y esta es la sensación que tengo ahora mismo. Conmigo estáis todos los que habéis recorrido a mi lado este camino.

Ha sido muy gratificante cultivar tantas y tan bonitas relaciones personales desde aquellos años del parvulario, como los compartidos con mis compañeras (algunas aún hoy amigas) de EGB, o con mi prima Paloma, junto a la que me crié y con la que empecé a jugar “a las maestras”. Acabamos estudiando magisterio a la vez, ella en la Autónoma y yo en la Complutense. Ella por Humanidades y yo por Ciencias.

Así, en septiembre de 1981, esos pupitres y esa pizarra siguieron en mi vida e hice nuevas amistades, como la de mi querido Fernando, con el que comparto desde entonces mi pasión por la educación.

Cuando hicimos las prácticas en el CEIP San Cristóbal de Madrid, ya éramos pareja y teníamos un proyecto de vida.

Nuestro comienzo en el colegio público Arturo Dúo de Castro Urdiales confirmó nuestra vocación, que siguió dándonos mucho trabajo y satisfacciones en varios centros de Leganés, Getafe y Fuenlabrada.

El 19 de diciembre de hace justo hoy 35 años, tras festejar la llegada de las vacaciones de Navidad en el CEIP Santa María de Ribera de Curtidores, nace nuestro primer hijo, Álvaro, y nuestra vida cobra entonces una nueva y maravillosa dimensión.

Tengo un lindo recuerdo de mis alumnos, compañeros y conserje del colegio San Marcos de San Martín de la Vega, junto a los que ahogaba el dolor de tenerme que separar de mi hijo cada día durante tantas horas. Pero fui tan feliz allí, que se convirtió en su primer cole. ¡Gracias, Pilar, por acogerlo con tanto cariño!

Cuando empecé a dar Matemáticas y Ciencias en Parla, ya había nacido nuestra pequeña, Raquel, a la que definitivamente pasamos el testigo. La EDUCACIÓN queda en buenas manos.

Estoy convencida de que he aprendido de mis hijos muchísimo más que ellos de mí. ¡Gracias por todo, mis chicos!

Miles y miles de días con sus tardes empezaron a llenarse de emociones, anécdotas y experiencias. Hay quien lo llama envejecer. Yo, crecer.

Aunque asusta la responsabilidad, considero que es una gran suerte poder acompañar a niños y adolescentes y ser testigo de cómo se convierten en personas increíbles, fuertes y luchadoras.

Poder dedicarme a esta profesión ha sido uno de mis mayores logros.

De cada centro por el que he pasado me llevo momentos inolvidables y el afecto de alumnos, compañeros, familias y personal de administración y servicios. En muchos casos, verdaderos amigos. A Ciempozuelos llegué hace veinte años y no he querido moverme de aquí...con eso lo digo todo.

Ahora siento que cierro una puerta y entro en otro espacio, desconocido, pero al que voy con esa seguridad que me da todo el cariño que llevo conmigo.

GRACIAS a todos, de corazón.

Olga Gómez Agulló

Ciempozuelos, a 19 de diciembre de 2022