Saltar al contenido

Visor

El valor educativo de la lectura y el cine

por Antonio Páramo, profesor del IES Arturo Soria

No creo que sea una presunción disparatada la de asumir que nuestra educación, en gran medida, es fruto de la actividad que desarrollamos más allá de la que cada curso se realiza en un centro educativo. Ciertamente, la labor escolar es muy importante, en buena medida, porque nos ofrece las herramientas y nos ayuda a crear las disposiciones para aprender fuera de él. No solo es que aprendemos la mecánica del cálculo y el razonamiento científico o la lectoescritura, sino la autoexigencia, la capacidad de análisis, el espíritu crítico y los valores que hacen posible convertir la propia existencia en una aventura apasionante de crecimiento personal.

Para quien está bien dispuesto, fuera de la vida escolar casi todo puede ser ocasión para aprender grandes lecciones. Quiero llamar la atención sobre dos campos que últimamente me han dado mucho qué pensar. Me refiero al cine y la lectura. Coincide que he leído un libro y visto una película que giran en torno al mismo tema y eso me ha permitido abrir la mente a una realidad, de la que había oído hablar pero en la que me faltaba el contenido de la realidad. Esa realidad que a veces, como en este caso, ofrecen la buena lectura y el buen cine.

El libro por la facilidad con que se lee, parece estar escrito para gente joven que se inicia en la aventura de leer. De hecho ha llegado a mis manos porque estaba en la mesilla de alguno de mis hijos y pasaba de la de unos a la de otros hasta que llegó a la mía. Su título, Correr para vivir (2013), me parece que está muy bien puesto, al menos engloba el contenido de la historia que nos presenta. Su contexto es bastante dramático, pero está contado con tanta sencillez que puede llegar a pasar desapercibido. Es la historia de un “niño perdido” sudanés cuya vida está tejida como una gran carrera. Una recorrido que empieza al escapar de la muerte, a la carrera por la sabana, y desenlaza al lanzarse, también a la carrera, en pos de un sueño aparentemente inalcanzable pero que logra hacer realidad convirtiéndose en atleta olímpico.

Por tratar del mismo asunto, me interesó la película, La buena mentira (2014), que aunque tiene un ritmo desigual se deja ver con agrado, y eso a pesar de que la historia, igual que el libro, tiene como punto de arranque la sangrienta guerra civil que sacude Sudán desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días. Se centra en la historia de los “niños perdidos” de una familia, por lo que en este caso no gira en torno al esfuerzo personal, sino al esfuerzo compartido y a la capacidad de sacrificarnos los unos por los otros. Narra la lucha para sobrevivir unidos que arranca con la matanza de todo su pueblo y se desarrolla en la búsqueda de un lugar seguro, la experiencia del campo de refugiados y la difícil adaptación al ritmo de vida occidental.

En ambas experiencias hay momentos de intenso dramatismo, resaltando con sencillez y fuerza el contraste entre la vida que tienen las personas del tercer mundo y la de cuantos vivimos en la zona opulenta y satisfecha del mundo. Es precisamente ese contraste el que hace brillar especialmente la idea de que todos tenemos mucho que aportar a los demás y que es importante ser receptivos y sensibles a sus necesidades.

Os invito a tomar contacto con estos dos tipos de obras y a iniciar o consolidar el camino de aprendizaje que nos brindan. En el caso concreto que refiero, presentan además historias reales y nos acercan a dramas humanos auténticos. Tanto en este caso como en general, el cine y la lectura, no son un simple entretenimiento o un interesante instrumento didáctico. Sus temas y sus tramas son un elemento formativo decisivo que nos pone en contacto con la problemática de nuestra existencia y nos ayuda a reflexionar sobre el modo de orientar nuestra conducta. Es verdad que, en la vida, todos necesitamos aprender de otros. Por eso mismo, no debemos perder de vista que en la unidad argumentativa que frecuentemente nos ofrecen libros y películas, la vida humana se perfila más incisiva, nos invita a hacernos preguntas, a veces profundas, y a pensar con ejemplos sobre el mejor modo afrontarla.

Aprovechando que se acercan las vacaciones, ese tiempo de ocio que los griegos identificaron como tiempo privilegiado de formación (scholé, escuela), os invito a aprovechar vuestro tiempo desarrollando el hábito de la lectura y aprendiendo a ver y analizar buen cine con frecuencia.